Moreno Bonilla, ‘lector’ de Gramsci

Cuadernos del sur

Moreno Bonilla, ‘lector’ de Gramsci

“La indiferencia” –escribe el filósofo marxista Antonio Gramsci en uno de sus Quaderni del carcere– “es el peso muerto de la Historia”. De ser cierto, cosa que es dudosa, pues muchas veces el rumbo de los acontecimientos toma un determinado curso no porque acontezca la síntesis que pronosticaba la dialéctica, sino porque –como señaló Edmund Burke, uno de los cerebros del liberalismo conservador británico– los hombres buenos deciden no hacer nada ante el firme avance de la calamidad, las elecciones del pasado junio en Andalucía, además que establecer una nueva mayoría (la Absolutísima) en favor de la derecha (ahora en singular) suponen un cambio de régimen definitivo en la gran autonomía del Sur.

El hundimiento del PSOE en diciembre de 2018 no era el colofón de la tragicomedia, sino su obertura. La grieta por la que, como escribe Leonard Cohen en una canción, ha terminado entrando la luz (y acaso también la sombra) que desde el 19J permite vislumbrar el ocaso del sanchismo, siempre pendiente del diagnóstico de las elecciones municipales. En los últimos tres años y medio el auditorio ha presenciado las escenas y los actos del libreto del cambio (sin cambio) sin saber muy bien qué lectura debía otorgar a la incógnita política andaluza.

El presidente Juan Manuel Moreno, en Málaga tras el Consejo de Gobierno

El presidente Juan Manuel Moreno, en Málaga tras el Consejo de Gobierno

ÁLEX ZEA (EP)

Tal espejismo obedece a su naturaleza paradójica: el gatopardismo meridional impulsado por las derechas –ahora reducidas de facto a una sola– no ha alterado la arquitectura previa del socialismo en Andalucía. Se ha limitado a cambiar la escenografía y a renovar al elenco de la compañía, pero esto no significa que el guion no se encamine hacia un desenlace que supondrá un viraje histórico. Muchos vicios políticos persisten, pero los intérpretes son nuevos. Y quienes antes mandaban ven con espanto que, aunque la historia rime, como decía con ironía Mark Twain, jamás se repite de la misma forma. Ni con los mismos protagonistas.

Los socialistas no terminan de reaccionar ante la profundidad del abismo que se abre bajo sus pies. En mayo, cuando los ciudadanos vayan a votar a sus alcaldes, pueden encontrarse con una merma sustancial de su último ámbito de poder: los ayuntamientos y las diputaciones. Un mal resultado, que es lo que pronostican todos los sondeos, significará la dislocación de la organización, ya que los socialistas han ligado durante cuarenta años el ascendente orgánico y la jefatura de las agrupaciones y asambleas del PSOE al control de las instituciones locales.

Un revés en los comicios locales, incluyendo la posible pérdida de capitales como Huelva, Granada o Sevilla, sacudirá las aguas (menguantes) del partido y, con independencia de las consecuencias que este hipotético retroceso tenga para Sánchez, agitará el tablero donde (de momento) reina, sin llegar a mandar, su embajador en el Sur: Juan Espadas. El secretario general del PSOE en Andalucía, que obtuvo los peores resultados electorales de la historia hace sólo tres meses, dirige una organización (gracias al diktat de Ferraz) que no controla.

El pensador marxista Antonio Gramsci

El pensador marxista Antonio Gramsci

Archivo

Su liderazgo interno es tan virtual como frágil. Por eso va a continuar como senador. Y será aún más débil si se consuma una debacle el 28M. Este no es, ni de lejos, su único problema: mientras trata de diluir –frenar parece ya imposible– en Andalucía la creciente opinión hostil hacia la Moncloa, está dejando todo el espacio político disponible a Moreno Bonilla, que parece haber leído y asimilado el más célebre concepto político de Gramsci: la hegemonía.

El presidente de la Junta, una vez designados los generales, capitanes, cabos e infanzones de su propio ejército, entre ellos algunos antiguos dirigentes de Cs, se dispone a asentar las bases duraderas de un mando que no va ser temporal, sino duradero. De entrada, esta semana ha empezado a restar rotundidad a su afirmación –categórica– de que únicamente estaría en San Telmo un máximo de dos legislaturas: ocho años, de los cuales ya habría consumido la mitad.

La composición de su gabinete, los movimientos internos y los mensajes políticos con los que ha empezado la Era de la Absolutísima indican otra cosa distinta. Ha designado un gobierno con un claro perfil partidario y escasamente abierto a la sociedad civil y a los ámbitos profesionales. Ha empezado a tramitar una nueva ley de Función Pública que asume la herencia clientelar del PSOE a cambio de nombrar a un generalato ajeno al cuerpo de funcionarios, designado de forma directa por el Quirinale. Ha tomado el control de las agrupaciones del PP que, como sucedía en Sevilla en tiempos de Casado, le eran hostiles. Y ha nombrado a un nuevo número dos en la dirección del partido: el cordobés Antonio Repullo.

Antonio Repullo, nuevo secretario general del PP en Andalucía

Antonio Repullo, nuevo secretario general del PP en Andalucía

PP

Nada más retomar el curso político ha empezado además a desplegar –con intensidad notable– su estrategia para que las municipales cierren con una corona de laureles el cambio de ciclo que ya evidenciaron las elecciones autonómicas. Al tiempo que los socialistas intentan achicar agua a toda velocidad de su balsa en Andalucía, con los alcaldes intentando marcar distancias con respecto a Sánchez y Espadas, San Telmo empieza a mostrar sus tácticas de seducción.

Moreno Bonilla ha anunciado esta semana ayudas económicas de 100 euros por hijo para los gastos escolares de las familias con 15.000 euros de renta anual, una bonificación de las cotizaciones para los nuevos autónomos –mientras el Gobierno central incrementa los costes de este colectivo–, rebajas en el tramo autonómico del IRPF (que han terminado asumiendo los socialistas) y la eliminación paulatina de tasas en el recibo de abastecimiento de agua.

Pedro Sánchez y Juan Espadas durante un acto político del PSOE en Cártama (Málaga)

Pedro Sánchez y Juan Espadas durante un acto político del PSOE en Cártama (Málaga)

Agencias

El presidente de la Junta combina estos gestos –propios de un incipiente cesarismo populista– con las reivindicaciones ante la Moncloa, referidas al déficit (endémico) de financiación en Andalucía y, ahora, a la situación de sequía. A los funcionarios y similares –especialmente a los empleados públicos que no han accedido a la Junta mediante oposición, sino gracias a sus vínculos con los antiguos dirigentes socialistas– les ofrece benevolencia, seguridad salarial y una especie de paz instrumental que beneficia a ambas partes, aunque hipoteque la capacidad de gasto de las arcas públicas y no contribuya a mejorar los servicios públicos esenciales.

A los inversores privados les ha hecho una ley urbanística que contribuirá, a otra escala, a replicar los años de la burbuja inmobiliaria. A las constructoras les promete guerrear para que se liciten nuevos pantanos –que seguirán secos mientras no llueva–, desaladoras y trasvases para alimentar a los regantes, incluidos los ilegales de Doñana. San Telmo acaba de imponer el flamenco como asignatura troncal en el sistema educativo. Moreno Bonilla ambiciona ser Octavio Augusto en la Nueva Roma que los latinos llamaron la Bética. “Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”, escribió Gramsci.

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