El viaje pragmático de la izquierda abertzale

10 años sin terrorismo etarra

El cese definitivo de la violencia inauguró un nuevo ciclo político que ha exigido capacidad de adaptación y un recorrido ético aún incompleto a este espacio sociopolítico

La travesía política de EH Bildu no ha estado exenta de tensiones y en este momento asoman algunas grietas que amenazan la cohesión interna

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Arnaldo Otegi, junto a la portavoz de EH Bildu en el Parlamento Vasco, Maddalen Iriarte, y Bakartxo Ruiz, parlamentaria en Navarra. 

Llibert Teixidó / Propias

El final de la violencia posibilitó el inicio de un nuevo ciclo político marcado por el regreso de la izquierda abertzale a la legalidad, esta vez en forma de coalición junto a Eusko Alkartasuna, Alternatiba y, desde 2012, Aralar. Este nuevo panorama político cumple 10 años, en los que el mundo de la izquierda abertzale ha tenido que exhibir capacidad de adaptación al nuevo escenario vasco y afrontar un recorrido ético aún incompleto. Una travesía no exenta de tensiones en la que asoman algunas grietas que amenazan la cohesión de este espacio sociopolítico.

Aunque el cese definitivo del terrorismo anunciado por ETA hace ahora una década es el hecho fundamental que ha permitido este nuevo ciclo político, el regreso definitivo de la izquierda abertzale a la legalidad llegó unos meses antes, cimentado sobre un cambio de estrategia que se ha demostrado irreversible.

Expectativas

La irrupción de Bildu en 2011 amenazaba con poner en jaque el liderazgo del PNV

Las elecciones municipales y forales del 22 de mayo de 2011 fueron el bautismo electoral de la nueva apuesta política. Y el éxito electoral en aquel estreno, logrando instituciones como el Ayuntamiento de San Sebastián o la Diputación Foral de Gipuzkoa, parecía despejarle el camino para poner en jaque el liderazgo del PNV. Sin embargo, el camino de Bildu -desde 2012 EH Bildu- resultaría mucho más intrincado de lo que presumían.

El primer gran escollo que se encontró la nueva coalición fue la complejidad de la propia gestión institucional. Solo cuatro años después de su fulgurante irrupción perdió buena parte del poder que había alcanzado (aunque en 2015 llegó a la alcaldía de Pamplona). El segundo y más importante fue la irrupción de Podemos, especialmente contundente en las Generales de 2015 (Amaiur pasó de 7 a 2 diputados).

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Oskar Matute, presente en la coalición desde 2011, a través de Alternatiba, escisión de Izquierda Unida-Ezker Batua. 

Eduardo Parra / EP

María Silvestre, catedrática de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Deusto, considera que es uno de los factores determinantes que ha marcado el recorrido de la izquierda abertzale tras el fin de ETA.

“EH Bildu aúna diferentes sentires y pasados con respecto a su relación con ETA, y es su núcleo duro, Sortu, quien representa hoy lo que las siglas de HB podían representar. En todo caso, hemos visto cómo en estos años el conjunto de EH Bildu ha suavizado su imagen, y tanto su mensaje como su estrategia política en el Congreso ha cambiado significativamente. Ha pasado de no reconocer dicho parlamento a competir con el PNV en la defensa de los intereses de Euskadi en Madrid. En el panorama vasco, ha tenido que adaptar su mensaje político -y electoral- a la aparición de Elkarrekin-Podemos, lo que ha significado adoptar un discurso más social y menos reivindicativo en lo nacional”, indica.

Al hilo de esta primacía del vector social, conviene tener en cuenta también la influencia del escenario catalán. La vía unilateral y el procés han evidenciado la imposibilidad de conseguir una independencia low cost; rápida y sin un coste económico y social elevado. Más aún sin un apoyo nítidamente mayoritario. El PNV ha verbalizado esta lectura, EH Bildu parece haber tomado nota y algunos estudios demoscópicos dejan entrever que también ha sido asumida por una parte importante de la sociedad vasca.

El procés

El escenario catalán también ha influido en la política vasca al haberse evidenciado la imposibilidad de una indepencia low cost

Asier Blas, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), distingue tres ciclos dentro del proceder de EH Bildu en este decenio: “El primero se alarga hasta la irrupción de Podemos; el contenido dominante era el eje nación, aun teniendo una agenda de izquierdas a nivel foral y municipal en la que incorporaron algunas novedades. El segundo ciclo coincide con la irrupción de Podemos, y se les ve fuera de foto. Siguen pensando en una coalición con el PNV y en sus grandes discursos predomina el eje nacional. El tercer ciclo parte de ahí: la irrupción de Podemos les lleva finalmente a un cambio de discurso en el que predomina su perfil de izquierdas”.

El auge de Podemos en Euskadi, sin embargo, resultó efímero, y el espacio político que representa EH Bildu ha sido capaz de recuperar su músculo electoral, acariciando el volumen de votos que alcanzó en 2011. En la última cita con las urnas, en julio del año pasado, la coalición abertzale logró 21 escaños, los mismos que en las elecciones al Parlamento Vasco de 2012 (entonces logró más votos, aunque menor porcentaje de apoyos). El último Sociómetro del Gobierno Vasco les otorga 23 parlamentarios en caso de que se celebrasen una elecciones al legislativo vasco, lo que sería su mejor marca histórica.

Asier Blas, no obstante, matiza que esta recuperación se está dando en un escenario marcado por una abstención sin precedentes en la política vasca. “Los cambios de Gobierno, cuando hay un partido que ha estado durante muchos años gobernando, se suelen dar en elecciones muy competitivas y con un gran aumento de la participación. Sin embargo, observamos que no ha parado de bajar la participación, y esto da a entender que hay un polo que se ha articulado bien y consigue altos niveles de representación, pero que no consigue movilizar a los votantes suficientes para favorecer un cambio. Además, EH Bildu tiene un nivel de coalicionabilidad limitado y en Euskadi hace falta pactar para poder gobernar”, indica.

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Cartel de Ernai, juventudes de Sortu, en la localidad de Amurrio. 

L. Rico / Colaboradores

Estas limitaciones contrastan con la posición del PNV, ahora mismo el rival a batir para EH Bildu. El partido jeltzale ha reforzado su centralidad y capacidad de pacto, y se ha convertido en la formación que mejor se ha adaptado al tablero político que se ha venido conformando en esta década post ETA. Su hegemonía, que hoy resulta tan indiscutible, pareció cuestionada tras la irrupción de la coalición abertzale en 2011, que, no obstante, sí ha conseguido consolidarse de manera clara como segunda fuerza en la Comunidad Autónoma Vasca y con un nivel de representación muy elevado en Navarra.

Junto a ese ejercicio de adaptación a la política real, EH Bildu se ha visto exigida a realizar una revisión crítica del terrorismo, una cuestión que interpela particularmente a Sortu y que en opinión de María Silvestre ha sido el gran debe de la formación.

“Ha cambiado el escenario político radicalmente y EH Bildu se ha adaptado bastante bien al nuevo sistema de partidos, tanto en España como en Euskadi. Sin embargo, no ha sido capaz de desvincularse del todo de su pasado, y la presencia -y el discurso- de Arnaldo Otegi así lo pone de manifiesto”, explica.

En este sentido, apunta a que su “recorrido político y su adaptación al nuevo escenario ha sido mayor que su recorrido ético”: “Es cierto que la coalición rechaza la violencia, pero todavía le cuesta consensuar discursos o manifiestos que incluyan la palabra “condena” y tampoco ha sido capaz de censurar los homenajes que algunos presos etarras han recibido al salir de la cárcel. En algunas ocasiones ha preferido mantenerse en un discurso ambivalente, siempre deudor del reconocimiento de otras víctimas y del rechazo de otros victimarios, utilizando esta cuestión como excusa para no realizar manifestaciones contundentes de condena”.

Cohesión interna

El profesor Asier Blas considera que la escisión en las juventudes de Sortu podría cristalizar en la formación de un nuevo partido

Este recorrido ético y, fundamentalmente, la gestión de la cuestión de los presos originó las grietas más visibles en el espacio político de Sortu, que se expresaron a través de la aparición de diferentes siglas y colectivos críticos con su estrategia. El más conocido fue ATA, movimiento centrado en la reivindicación de la amnistía, absolutamente contrario a una revisión crítica del pasado violento y nostálgico de la izquierda abertzale de los años 80 y 90. En todo caso, a pesar de las especulaciones que surgieron en torno a su aparición y a varios episodios de kale borroka, los expertos en lucha antiterrorista no llegaron a temer por una escalada de violencia y un eventual regreso a la situación previa a 2011.

Aunque en una dirección opuesta, el posicionamiento ético también ha generado divergencias dentro de la coalición, especialmente con parte de la militancia vinculada a Eusko Alkartasuna, que demanda una revisión crítica sin ambages del pasado violento.

En los últimos dos años, sin embargo, se aprecian fisuras en otro flanco. Las juventudes de Sortu han vivido en los últimos meses una escisión, con la irrupción de un nuevo grupo denominado GKS (Gazte Koordinadora Sozialista-Coordinadora Juvenil Socialista) y otras agrupaciones paralelas. Critican el “giro socialdemócrata” de la izquierda abertzale y apuestan por la “construcción socialista desde el ámbito de los jóvenes”, en favor de un “Estado socialista vasco”.

Este sector ha demostrado capacidad de movilizar a una parte de la juventud, aunque no está clara la entidad y proyección política que pueda tener. Asier Blas considera que estamos ante la aparición de un nuevo movimiento sociopolítico que a medio plazo podría cristalizar en el surgimiento de un nuevo partido. En su opinión, trazando un paralelismo con el sistema de partidos catalán, se podría traducir en el surgimiento de una formación que rivalizaría con EH Bildu como lo hace la CUP con ERC, que es hoy el aliado de la coalición abertzale en Catalunya (en 2016 lo fue la CUP). “En todo caso, este movimiento está en un momento fundacional y, por tanto, muy ortodoxo. Habrá que ver cómo evoluciona”, añade.

Estos fenómenos se relacionan, entre otros factores, con los cambios en el sistema vasco de partidos, que ha pasado de la polarización a una cierta moderación. Un giro sustancial en apenas 10 años que ha obligado a resituarse a todas las fuerzas políticas, con acierto desigual, y que ha evolucionado en paralelo a los cambios en el paisaje de las calles de Euskadi, bien diferente al de hace una década. 

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