Begoña Villacís, una abogada a la conquista de Madrid

Elecciones municipales

Abogada y tertuliana televisiva, dio el salto a la política dejando Legálitas por el partido de Albert Rivera

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Begoña Villacís en una centenaria mercería de la madrileña plaza de Pontejos, un conocido enclave de comercio tradicional próximo a la Puerta del Sol

Emilia Gutiérrez

Cuatro años de mandato de Manuela Carmena en Madrid han dejado muchas imágenes inesperadas para el endurecido clima político actual, en las que la alcaldesa y la líder de Ciudadanos en el Ayuntamiento, Begoña Villacís (Madrid, 1977), posan juntas e intercambian gestos amables. Una rara escena, en la disputa por la muy codiciada alcaldía madrileña, joya de la corona de la batalla municipal venidera.

Y sin embargo, mientras el PP y el PSOE locales meditan nombres de candidatos con los que hacer frente a la popularidad de Carmena –cuya imagen se ha reforzado en estos años incluso en feudos electorales del centroderecha madrileño–, Villacís, con su encarnación canónica del éxito profesional y una sonriente competencia tecnócrata, parece la única con posibilidades ciertas de disputar el bastón de mando municipal a la alcaldesa.

“Tiendo a tener buenas relaciones con la gente, siempre lo he procurado porque los piques personales no llevan a nada. Me llevo bien con Manuela, pero eso no significa que nuestra propuesta no esté en las antípodas. No me gusta definirme como anti-Carmena, el nuestro es un proyecto liberal y progresista, moderno, de ciudad abierta”, recita con convicción.

Sus mayores críticas a la alcaldesa son su supuesto gregarismo: “Carmena iba a tener discurso propio, pero al final Podemos se ha ­hecho con las riendas y toda la política es Podemos”. Uno se imagina una lágrima de emoción irónica en el rostro de Pablo Iglesias leyendo esto, pues son precisamente la obsesiva autonomía de la alcaldesa y su giro a una socialdemocracia moderada –evitando enfrentarse a los grandes poderes de la Villa– los que traen a los morados por la calle de la amargura en estos meses previos a las elecciones municipales. Pero ­Villacís cree que el enfoque de ciudad del carmenismo es puro podemismo.

Hija de un profesor de Economía y de una psicóloga, crecida en una de las zonas más hermosas de Madrid, las inmediaciones del parque del Oeste, Villacís está titulada por la Universidad San Pablo e hizo sus estudios de posgrado en el Icade, dos emblemas de la enseñanza privada madrileña. Futbolera y futbolista en su infancia, y surfera después, Villacís es arrojada y destila seguridad y ambición. Vivió unos años en Estados Unidos antes de incorporarse al bufete de Legálitas, pero fue su entrada en política la que la ha convertido en una viajera incansable. Disfruta de visitar ciudades de todo el planeta y estudiar sus soluciones y ambiciones.

Por eso sueña con modelos de modernización que no se encarnan en ninguna ciudad: “El superproyecto Barcelona, ponte guapa de 1992 y las intervenciones que hicieron entonces son fuente de inspiración de nuestro programa, como algunas estrategias de Berlín, la movilidad de Singapur, el urbanismo de Helsinki, la regeneración de zonas degradadas de Medellín... Hubo una cierta tendencia a la homogeneización de las grandes urbes pero hoy todas han entendido que el valor añadido es la singularidad, la vocación de ser abiertas pero con identidad”.

Villacís, madre de dos hijas, es muy crítica con lo que considera una política de prohibicionismo del Ayuntamiento y habla con un convencimiento efusivo de una radical transformación de la movilidad madrileña diseñada a partir del I+D. Porque su crítica a la iniciativa Madrid Central –la gran transformación del corazón de la ciudad de este final de mandato, con restricciones del tráfico y ampliación del espacio peatonal– no se basa en el proyecto en sí, sino en lo que considera un diseño arbitrario sin el soporte técnico necesario. Se despacha a gusto: “La batalla que está librando Carmena es ideológica, no es contra la contaminación sino contra el vehículo privado. Han empezado a hacer obras y a generar atascos deliberadamente, combatiendo la fluidez del tráfico para desincentivar el uso del coche. Del 2015 al 2018 ha empeorado la contaminación un 20% porque hay más atascos, la gente evita el centro y eso atasca las vías de circunvalación. En estos años, Calle 30 (el tramo de la M-30 que discurre por el este de la ciudad) ha pasado de 572 millones de viajeros anuales a 638 millones, viajeros que hacen más trayecto porque son obligados a usar las rondas y lo hacen más atascados”. La concejala se apasiona con el debate de la movilidad, y su alternativa es tecnológica: “Los datos ahora mismo se sacan con la cuenta de la vieja y tenemos que analizar bien la movilidad, usando los móviles, el big data, mejorando las cargas de coche eléctrico, situándolas por todo Madrid. Necesitamos planes para sacar los coches, pero consensuados y no que nos hagan el rodillo tomando decisiones que no pueden tener vocación de permanencia”. La candidata de Ciudadanos, en tanto que abogada, no oculta su vocación positivista: “En el derecho lo que pesa son las pruebas, es empírico, ahí me siento muy segura, en el mundo de la lógica, pero en los plenos del Ayuntamiento las decisiones no son lógicas y me frustra”.

Ahí radica su mayor desengaño político, la impotencia de asistir desde la oposición al rumbo de la alcaldía de Carmena sin tener armas suficientes para condicionar acuerdos: “Lo peor de la política es cuando no se ejerce noblemente y se machaca al rival, pero lo más frustrante es el ejercicio de la oposición. Hemos aprobado algunas cosas por unanimidad, pero también ves a Madrid perder oportunidades importantes, como cuando llevé una propuesta para atraer la Autoridad Bancaria Europea”. Su remedio, obviamente, es la alcaldía.

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