En Guissona, la pequeña Ucrania de Catalunya , no se da puntada sin hilo en el operativo desplegado para acoger a refugiados –la práctica totalidad mujeres y niños– que escapan de la guerra.
Aquí, basta un corto paseo por las calles para confirmarlo, todos reman bajo la dirección del mismo patrón. Esta población de la Segarra, donde uno de cada siete habitantes es de origen ucraniano (hay censadas 7.000 personas), está dando una lección magistral a toda España con su respuesta al drama sobrevenido por este histórico éxodo femenino e infantil.
Un ejemplo a seguir y más cuando desde las administraciones se alerta de los riesgos de acoger a personas que huyen de esa guerra sin tener antes asegurado un espacio para esos refugiados por si el conflicto bélico se alarga.
Nadie cuestiona la generosidad y esfuerzos de esos voluntarios que se plantan con sus coches en las fronteras de Ucrania para llevarse a España a mujeres con sus hijos, que esas madres sacan del país para alejarlos del infierno de la guerra. Con el corazón roto al abandonar a sus maridos, que se quedan para luchar.
Es una respuesta de urgencia al drama muy loable, pero pasajera si detrás de esos viajes no hay una estructura que después tome el relevo a esa solidaridad individual ciudadana.
Al contrario de lo que ocurre con el operativo desplegado en Guissona y capitaneado, con una gestión modélica, por el Ayuntamiento. Es el patrón que tira del barco y ahí la vivienda y el apoyo están asegurados, dure mucho o poco esta guerra.
Vuelo con 250 plazas
Un avión privado
El Ayuntamiento de Guissona se prepara para recibir hoy –anuncia su alcalde, Jaume Ars– a entre 50 y 70 mujeres más, con sus hijos. Será el desembarco de refugiadas y menores más numeroso en un solo viaje desde el inicio de la guerra. Volarán desde Varsovia en un avión privado (con 250 plazas) fletado gracias a las gestiones realizadas por Josep Santacreu, presidente de la fundación de Guissona que lleva su apellido. Sor Lucia Caram y el padre Ángel se han ofrecido para acoger a buena parte de esas refugiadas. En Guissona, con este nuevo desembarco, la población de ucranianos aumentará en un 16%. Esas personas tienen ahí, como con las otras llegadas, a familiares o conocidos que las esperan
El alcalde, Jaume Ars, afirma que afrontan este reto sobrevenido con “ilusión”, pero también con “mucha angustia” por la responsabilidad de hacer las cosas bien. No basta con dar un techo. Es necesario reparar, con apoyo psicológico y cuanto antes, “el daño emocional” a esas madres que huyen para salvar a sus hijos.
Jaume Ars tiene claro que ante un drama humanitario de estas dimensiones, “aquí no cabe la improvisación. En Guissona se han movilizado un centenar de voluntarios.
Todos arriman el hombro –las ayudas llegan desde fundaciones, el CAP, locutorios, negocios y domicilios particulares– sin pedir nada a cambio. Y esto tiene recompensa. Esas refugiadas aseguran sentirse muy arropadas.
En esta población de la Segarra se imparten ya clases y cursos de lengua para menores y sus madres
Guissona acogió a las primeras madres con hijos que llegaron a España. Pasan ya del centenar y continúan llegando. Hay que
decir que esta población juega con ventaja. Todas esas refugiadas han sido acogidas por familiares, que viven y trabajan, algunos
desde hace décadas, en esa localidad. No hay que preocuparse por buscar en un futuro alojamiento para esas personas si la guerra se alarga.
Es el caso de Irina y María, que llegaron a Guissona hace una semana, con sus 4 hijos. Recalaron en Guissona porque ahí vive su suegro, Vladímir, padre de los maridos (hermanos) de las dos mujeres. Ellos se han quedado en Ucrania para luchar. Historias como la de Irina y María se repiten en esta población de la Segarra.
Esta privilegiada situación permite ya desplegar al Ayuntamiento de Guissona –en esto vuelven a ser pioneros en España– programas concretos para la integración y cohesión entre los nuevos vecinos.
Resuelto el tema de la residencia –un problema al que a partir de ahora se van a enfrentar otros muchos municipios– en esta localidad de la Segarra pueden permitirse el lujo de centrar los esfuerzos para que esas mujeres y niños retomen cuanto antes una normalidad, salvando las distancias, trastocada por la guerra.
Alojamiento en familia
En Guissona la ayuda está asegurada, dure poco o mucho esta guerra
El Ayuntamiento de Guissona acaba de poner en marcha una planificación semanal de actividades deportivas, musicales, artísticas y clases de idiomas dirigidos especialmente a los niños (ya se acercan a los 40) que acaban de recalar en esa población. También se organizarán clases de lengua materna para las madres de esos niños.
El Centre d’Art Singular de Cal Santacreu se ha convertido en uno de los centros neurálgicos de estas sesiones, junto con la biblioteca municipal, donde los menores tendrán oportunidad de seguir con su formación académica hasta que empiecen a ser matriculados (esto podría ser muy pronto, anuncia el alcalde) en colegios de la localidad.
El Ayuntamiento cuenta con el apoyo y colaboración de más de cien voluntarios de la localidad
La ordenada y rápida respuesta del consistorio de Guissona a esta crisis humanitaria ha sido loada por el delegado del Govern en Lleida, Bernat Solé. “Es un programa muy trabajado y bien coordinado, con la ayuda de la entidades y voluntarios del municipio”. Respuestas como esta, continúa, “hace que estemos más tranquilos, a pesar de la complejidad de una gestión tan delicada”.
El ejemplo de Guissona es, para el delegado del Govern en Lleida, es que hay que seguir a partir de ahora. Y recuerda que las donaciones económicas a entidades oficiales se estiman en este momento más beneficiosas que el envío de material a Ucrania. Solé resume que la mejor fórmula para el acogimiento de refugiados es “vehicular esa solidaridad a través de los ayuntamientos”.