La garnacha blanca alienta la esperanza
DESPOBLAMIENTO
Bot, el pueblo de la Terra Alta que más habitantes ha perdido en las dos últimas décadas, apuntala su economía en el vino y el turismo, en un intento de romper la tendencia y retener a los jóvenes
Nuevo capítulo de la serie 'Lejos de la capital'
José Antonio Martí complació a sus padres: fue a la universidad y aprobó una carrera, Geografía e Historia, aunque tenía muy claro que al acabar regresaría a Bot y se dedicaría a su vocación, la agricultura. José Antonio, al que todos llaman Kiko, ha cumplido su sueño y proclama satisfecho, a sus 39 años, que sí, que se puede vivir del campo. “Yo exploto unas 20 hectáreas de viña, además de más de 15 de almendros y siete u ocho de olivos, y mi mujer trabaja de enóloga en la Agrícola Sant Josep, la cooperativa local”, cuenta mientras pasea entre las cepas de una finca inmersa en un balsámico paisaje dominado por las montañas de los Ports.
Jaume Martí quiere cambiar el relato imperante, el que anima a los hijos a que marchen, que vayan a la universidad y que ni se les ocurra volver
Kiko cuenta que de sus nueve compañeros de clase en la escuela de Bot sólo quedan dos, el resto se fueron a Barcelona, Tarragona, Reus... para cursar una carrera, y allí se quedaron. Jaume Martí, director de Agrícola Sant Josep, pugna por cambiar el relato imperante hasta el momento, el que anima a los hijos a que marchen, que vayan a la universidad y que ni se les ocurra volver, que sólo cultiven la tierra los que no tengan otra salida. Martí, máster en gestión de empresas y licenciado en Enología, reivindica el oficio de payés, “para el que se debe tener una cabeza muy bien amueblada pues a diario se deben tomar decisiones importantes”. Asegura que hará lo posible para no condicionar el futuro de sus hijos, que si quieren emprender en un entorno rural que lo hagan, que no se vean presionados a emigrar.
La lucha contra el despoblamiento debe ir acompañada de efectivas políticas sociales y económicas que no llegan
Pero la lucha contra el despoblamiento, la protección del campo, debe ir acompañada de efectivas políticas sociales y económicas que no llegan. Al contrario. Los vecinos se quejan de que el servicio médico, que antes era diario, se ha reducido a dos días a la semana y que los cajeros ya hace tiempo que son historia. ¿Quién defiende el equilibrio territorial?
Cifras del Idescat
Bot ha descendido de 830 a 566 empadronados en el período 2000-2021 convirtiéndose en la localidad de la Terra Alta que, porcentualmente, pierde más población, casi el 31%
Bot ha descendido de 830 a 566 empadronados en el período 2000-2021 convirtiéndose en la localidad de la Terra Alta que, porcentualmente, pierde más población, casi el 31%, según datos del Idescat. El declive ha sido progresivo y el reto expresado por el alcalde, Lluís Agut (APB), de no bajar de los 600, no se ha cumplido. Durante las dos últimas décadas todos los municipios de la comarca han retrocedido, excepto la capital, Gandesa, y Prat de Comte. Globalmente, la Terra Alta se sitúa en 11.401 habitantes, frente a los 12.189 del 2000, el 29,4% de los cuales ha superado los 65 años. En el caso de Bot se eleva al 35,2%, muy lejos de la media de Catalunya, el 19%, según el Idescat.
Venimos de una agricultura de subsistencia, que vendía el excedente al por mayor, y hemos hecho la transición hacia un producto con valor añadido”
La economía de Bot está anclada en el sector agroalimentario, principalmente en la elaboración de vino en la dinámica cooperativa de Sant Josep, firma nacida en 1962 que ahora cuenta con 26 empleados fijos, y en el turismo. “Venimos de una agricultura de subsistencia, que vendía el excedente al por mayor, y hemos hecho la transición hacia un producto con valor añadido”, sostiene Jaume Martí. El cambio se fraguó con la primera cosecha de Llàgrimes de Tardor, en 1996, y ahora tienen ocho marcas de blanco, tinto y rosado, además de otras referencias gourmet.
Martí defiende el potencial de esta tierra, de su garnacha blanca, la variedad estrella que crece en un paisaje bucólico de olivos, viña y almendros enmarcado por los Ports y la sierra de Pàndols, escenario de sangrientos combates durante la batalla del Ebro. De estas tierras sale el millón de botellas que comercializa Agrícola Sant Josep, la gran mayoría destinadas al mercado catalán. “En el último ejercicio facturamos 4,4 millones de euros pero, por primera vez, tuvimos déficit, de 114.000 euros, por el impacto de la covid. De las cien familias vinculadas a la cooperativa una cuarta parte vive del campo”, detalla Martí, que también tiene viñedos. Además de la cooperativa funcionan otras dos bodegas en el pueblo, Celler Menescal y Vinya Ferrer.
El momento más álgido de Bot, la época en la que se triplicaba la actual población, hacia 1900, con el inicio de las obras de la línea férrea, fue efímero, tal como recuerda Antonio Cortés, aficionado a la historia local. “El ferrocarril económicamente era un desastre, sólo funcionó unos 30 años, hasta 1973. El hundimiento de un túnel entre Prat del Comte y El Pinell de Brai provocó el cierre y la destrucción de varios puestos de trabajo pues del tren dependían cinco o seis familias. Aunque la pérdida de habitantes ya empezó antes, a causa de la helada de 1956”, destaca Cortés. Los olivos, entonces cultivo mayoritario junto con los cereales, dejaron de dar frutos y la gente empezó a marchar, muchos a Sant Feliu de Llobregat, otros a Francia.
Cortés, ya jubilado, pasa horas en sus archivos recopilando datos y comenta con orgullo que sus hijos han podido ir a la universidad. “Los tres trabajan en Barcelona pero les gustaría vivir en Bot”, afirma.
Estamos lejos de todas partes, no tenemos tren y los gobiernos nunca han defendido estas tierras
“Estamos lejos de todas partes, no tenemos tren y los gobiernos nunca han defendido estas tierras; el ayuntamiento también debería hacer mejoras en el pueblo”, comenta Kiko. Pero este agricultor ha sabido labrarse un camino, además de explotar sus tierras cuida las de otros y está a punto de inaugurar un establecimiento rural. La vía verde de la Val de Zafán, las rutas del vino y el senderismo en las montañas de la zona alientan el turismo y la creciente oferta de alojamientos.
Josep Montoya, al frente de los fogones del restaurante de su hotel, Can Josep, no se queja. Un día laborable de este mes de mayo atiende media docena de mesas ocupadas por ciclistas extranjeros, motoristas, amantes de la garnacha blanca...
Entre semana, las calles no están vacías y aunque el número de alumnos de la escuela ha bajado a unos 30, frente a los 78 que había cuando Kiko era pequeño, ver niños jugando revitaliza e insufla positivismo.