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Palo Alto pende de un hilo

Barcelona

La fundación que gestiona el recinto ve inviable los planes municipales y estudia el traslado al área metropolitana

En la antigua fábrica Gal i Puigsech del Poblenou, dedicada al diseño y la creación, trabajan 340 personas de 33 empresas

Ana Jiménez

El Palo Alto de los últimos 20 años es el continuador del que arrancó en 1989 de la mano de un grupo de diseñadores y artistas que se instalaron en la antigua fábrica Gal i Puigsech del Poblenou, entre ellos Javier Mariscal. Así lo cree la fundación que lo gestiona desde 1998, a la vista de los planes del Ayuntamiento de Barcelona, propietario del recinto, cuya actual concesión ya ha vencido, y que pasan por sacar a concurso la explotación del 45% del espacio y reservar el 55% a usos municipales.

Con el reparto previsto por el equipo de la alcaldesa Ada Colau, sostiene la Fundació Palo Alto, no es viable hacerse cargo de los costes y tampoco preservar el modelo de actividad que caracteriza al complejo. Esta posición de los actuales responsables se trasladará al gobierno de la ciudad en forma de alegaciones a la licitación. Y, en previsión de que no salgan adelante, estudian ubicaciones alternativas en el área metropolitana.

Para ir bien habría que gestionar el 70% del recinto y como mínimo el 50”

Toni ClarianaMiembro de la comisión ejecutiva de la fundación

“No salen los números, para ir bien habría que gestionar el 70% del recinto y como mínimo el 50%”, afirma Toni Clariana, miembro de la comisión ejecutiva de la fundación. Las cosas se complican aún más porque del 45% que se prevé en las bases del concurso, que están en exposición pública hasta el 6 de marzo, una parte, el 30% del total, es para los proyectos tractores, que son los que aportarán los recursos. Otro 15% corresponde a una incubadora de empresas. En el pliego se fija que la entidad que gane la concesión deberá asumir una inversión de 100.000 euros al año en la mejora y rehabilitación de la parte concesionada, cuestión clave en todo el proceso, ya que se trata de un conjunto arquitectónico con casi siglo y medio de antigüedad.

La duración de la concesión que se fija en el concurso es de 15 años. Las empresas tractoras podrán permanecer en el recinto un máximo de diez años ampliables en cinco, y los proyectos de incubadora, tres. El canon inicial que la concesionaria abonará al Ayuntamiento será de 69.000 euros y el anual corresponderá al 15% de los ingresos brutos obtenidos por la explotación del 30% del espacio destinado a los proyectos tractores, con un mínimo de 50.400 euros anuales.

Dificultades

El Ayuntamiento prevé licitar el 45% del espacio; los actuales responsables lo consideran insuficiente para preservar el complejo

Los actuales gestores recuerdan que en los 20 años de concesión han invertido 4 millones en el acondicionamiento de la fábrica y sus jardines, convertidos hoy en un oasis urbano. “Esto no es un negocio –subraya Clariana–, lo que generamos va a la preservación del recinto”. El presupuesto anual de la entidad, que tiene cinco empleados, ronda el medio millón de euros y se nutre íntegramente de los alquileres de las 33 empresas instaladas, en las que trabajan 340 personas. No hay subvenciones, asegura. El canon que se paga al Ayuntamiento asciende a 90.000 euros anuales. “Si el 55% pasa a ser municipal, la administración tendrá que poner dinero para acondicionar su parte del recinto”, recuerda este responsable. La fundación estima que deben invertirse 7 millones para poner todo el complejo al día.

Más allá de las cuestiones económicas, está en juego el futuro del modelo de Palo Alto que, subraya Clariana, “hace muchos años que es un referente en el mundo del diseño que contribuye a la proyección de Barcelona”. Trocear el recinto no es la solución, insiste. “Y –añade– si lo que se desea es abrirlo más a su entorno, no hay ningún problema, ya lo estamos haciendo y en nuestro proyecto para los próximos años va en esta línea ya que prevé colaborar las entidades, las escuelas…”

El limbo en que está Palo Alto está provocando la marcha de inquilinos. “Se van porque no ven claro el futuro”, explica Clariana, que pone en valor el trabajo hecho. “Aquí hay coworking desde siempre, cuando nadie hablaba de este concepto, después llegaron el 22@, otras fábricas recuperadas, el Pier01…” El recinto, recuerda, logró reunir 44 empresas con 450 trabajadores, “más de los que tuvo cuando era una fábrica textil; esto sí que es recuperar el patrimonio industrial”.

El limbo en que está Palo Alto está provocando la marcha de inquilinos. “Se van porque no ven claro el futuro”

Toni ClarianaMiembro de la comisión ejecutiva de la fundación