Loading...

La historia de un ilustre difunto en Poblenou, objeto de creciente devoción popular

Ciudadanos

El nicho del ‘Santet del Poblenou’ recibe a diario peticiones y ofrendas de todo tipo

Jordi Fossas, presidente del Arxiu Històric del Poblenou y coautor de un libro sobre el cementerio de este barrio, junto al nicho del Santet

LV

Para un perico resulta terrible tener que escribir esto, pero el culé Jordi Fossas tiene la prueba irrefutable de que el Santet del Poblenou obra milagros. Un día, entre los exvotos, velas y flores –naturales y de plástico– que siempre hay en el nicho de este ilustre difunto encontró un papelito: “Por favor, Santet, que el RCD Espanyol gane pronto la Copa de Europa”. “No cabe duda. Si hay creyentes que confían en que el Santet puede hacer ganar la Champions al Espanyol, es que es milagroso”, asegura Jordi Fossas, que además de seguidor azulgrana es arquitecto, presidente del Arxiu Històric del Poblenou y escritor. También es coautor –junto a Joan Carles Luque, catedrático de Historia– de siete obras sobre el pasado de este barrio. La última, de la colección Catalunya Desapareguda , es El cementeri del Poblenou: Barcelona i el culte funerari .

Francesc Canals i Ambrós, el Santet , es objeto de una creciente veneración popular, no reconocida por la Iglesia. A los 14 años entró a trabajar como dependiente en los almacenes El Siglo. Siempre tuvo fama de excelente persona. Sus compañeras de trabajo lo adoraban. También su padre, que era ciego y tenía una tienda de venta de alfombras en la plaza de la Llana, en Ciutat Vella. Se dice que en vida profetizó dos cosas: que moriría muy joven y que un incendio acabaría con El Siglo. Los almacenes, en la Rambla, ardieron el 24 de diciembre de 1932 y reabrieron en 1934 en la calle Pelai.

Él murió el 27 de julio de 1899, “a los 22 años y dos meses”, como precisa su lápida. Sus compañeras nunca le olvidaron y cada vez que una se casaba llevaba el ramo de novia al nicho como homenaje y para pedir que intercediera por ella. La costumbre fue extendiéndose cada vez más y más. Un siglo después, la veneración popular por este personaje –que inspira a novelistas como Care Santos y da nombre a un bar de éxito, junto al cementerio– no sólo no ha decrecido, sino que parece aumentar. Es la mejor prueba de que, como dice Jordi Fossas, en los cementerios –y en este quizá más que en otros– “se dan la mano la historia, la realidad, el arte, la fantasía, la superstición y la leyenda”.

El nicho ocupa una superficie que, en condiciones normales y en esta zona del camposanto, se destinaría a los restos de veinte difuntos. La devoción de quienes acuden a diario a rezar ante la lápida o a depositar pulseritas, chupetes u otros objetos obligó a trasladar a los difuntos de esas tumbas adyacentes, en una escena real que parece sacada de Pedro Páramo , de Juan Rulfo. El espacio extra alberga ahora las constantes muestras de agradecimiento que todavía hoy recibe Francesc Canals i Ambrós, como fotos de carnet de identidad (de los supuestos beneficiados de sus milagros ), figuras de porcelana o imaginería religiosa. La lápida está protegida con un cristal. Numerosas personas aprovechan los intersticios del marco para introducir tarjetitas o notas manuscritas con peticiones e, incluso, invitaciones de boda. Son tantas, que periódicamente se retiran, aunque a las pocas semanas la peculiar urna vuelve a estar llena. Es una fortuna ir al cementerio del Poblenou en vida. Y con un guía excepcional como el presidente del Arxiu Històric, todavía más. Los camposantos con historia son lugares extraordinarios. “Muchas veces –dice este cicerone de lujo– no podemos o no sabemos apreciar su belleza porque los visitamos en circunstancias dramáticas, para dar un último adiós”. Pero si uno puede acudir por su propio pie, y sin necesidad de despedirse de nadie, descubrirá que esta necrópolis es un museo al aire libre...

Mausoleos imponentes o con detalles surrealistas, como el gasómetro de la tumba de Josep Mansana (fundador de la Sociedad para el Alumbrado por Gas, el origen de Catalana de Gas). Esculturas preciosas, como la de El petó de la mort, de 1930, obra de Jaume Barba (un esqueleto alado que se lleva a un joven). Y, sobre todo, el nicho de un dependiente de El Siglo al que, cuando Jordi Fossas se ha ido, alguien ha regresado para dejar un ruego: “Si no puede ser la Champions, al menos, que sigamos en Primera”.