“Qué pasa con las parejas que dejan de tener sexo, ¿hay algo que no funciona?”

'En la cama: el beso', Toulouse Lautrec (1892).
12 de abril de 2025 22:27 h

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¿Qué pasa con las parejas que dejan de tener sexo? ¿Hay algo que no funciona? Abandonar el sexo dentro de una relación puede ser cómodo, pero es algo que no se puede contar

María lectora de elDiario.es

Como espacio de la sensibilidad, como dimensión del saber, creo que el sexo en nuestras sociedades es precisamente aquello que no se puede contar. Sintetizado, normativizado y representado hasta la saciedad, hoy el sexo es ese hito narrativo, ese momento de fitness que parece estar obligatoriamente en todas partes, en todos los objetos culturales, para luego no poder encontrarse, es su dimensión de misterio, en casi ningún lugar. 

Anne Dufourmantelle se refiere al sexo como “un arte de la inteligencia”. Esto quiere quizás decir que su realidad no es fija, sino que es sensible a estar haciéndose todo el rato. Como dimensión de la experiencia humana, está compuesto de pasado y de presente, de proyección y de límite: no es un saber que pueda hacerse o transmitirse a través de un esquema o una imagen fija, no puede contarse con frases hechas o relatarse a modo de yincana donde los participantes superan obstáculos y muestran destrezas. 

Desde la infancia no hemos podido evitar ver infinitas representaciones de lo sexual como fitness de lo binario. La propaganda patriarcal de lo sexual poco a poco ocupó en la imaginación el lugar incierto y certero del sexo, volviéndonos dependientes de coreografías reduccionistas y significando lo genital al servicio de un sistema de explotación de los cuerpos. Me atrevo a decirlo así: frente a la idea contemporánea de lo sexual todxs estamos en falta. Da igual la cantidad de sexo que tengas y con quien lo tengas, en secreto predominará en nosotrxs una sospecha de falta, una hipótesis de insuficiencia que cada cual significará distinto, dependiendo de su identidad y su fantasía de género.

Da igual la cantidad de sexo que tengas y con quien lo tengas, en secreto predominará en nosotrxs una sospecha de falta, una hipótesis de insuficiencia que cada cual significará distinto

“El discurso generalizado sobre el sexo está al servicio de un saber que no tiene nada que ver con el sexo (vivido), sino con el lugar que éste ocupa en nuestros discursos. El sexo que invadió los medios, los textos, la sociología, el sexo que incluso hace y deshace los destinos de la política […] sólo es una puesta en escena de nuestra pasión por la ignorancia, por las falsas apariencias, de nuestro apego a todas las figuras de la alienación, para evitar lo que significa un verdadero encuentro, un verdadero amor, y la condición de ser mortal” (Cita: 94)

Frente a la esquematización de lo sexual en el relato normativo los sujetos sexuales que no tienden hacia una megalomanía narcisista solo podemos convivir con una vergüenza sin nombre, reduciendo la complejidad de nuestro deseo a una performance aspiracional. ¿Sueno demasiado catastrofista? Incluso en los momentos de placer y conexión, incluso en la subversión de los límites impuestos por la norma, nuestras mentes tienden a engancharse en una evaluación ansiosa de lo que somos y lo que podemos ofrecer a ls otrxs. Luego, otras veces, algo fiero como un olvido, ocurre en el cuerpo, y en el milagro de la suspensión del juicio, encontramos algo que por adherente, merece sin duda ser llamado amor.

Agotados de atravesar esos lugares de intensificación de la falta, algunos cuerpos van retirando su interés de lo sexual. Porque determinadas prácticas se nos imponen de forma ideológica, y no accedemos a menudo al tanteo y la duda como caminos de sublimación y conocimiento no discursivo, pasada la novedad en la que se despliega como movimiento de acercamiento afectivo a una otrx, el sexo corre el riesgo de volverse simplemente demasiado incómodo, técnico, aburrido.

La cuestión de lo que implica dejar de tener sexo en pareja propone otras preguntas distintas: ¿qué era antes el sexo en pareja, cuando lo había? ¿A qué servía la práctica? ¿Qué significados y sentidos individuales le damos a lo sexual?

Si hoy, en el tiempo de lectura de este texto, aceptamos la propuesta de Dufourmantelle y decimos con ella que el sexo es un arte de la inteligencia, entonces los significados y lo sentidos asociados culturalmente a lo sexual pierden relevancia. El sexo no se convierte entonces en algo mesurable, no es una realidad que ocurre o no ocurre, que empieza o acaba, sino una potencia del sujeto y un modo de intensificación. Si tomamos esta línea de pensamiento, podemos decir que lo sexual nos dispone a la relación, pero de la manera en la que lo hacen la inteligencia y el arte, desde una posición tan material como admirada y extática. Su capacidad es la de alterar los guiones de racionalización del comportamiento humano, permitiendo una conexión no discursiva con la realidad, vigorizando los vínculos entre nosotras desde un más acá y más allá de la idea de pareja y el proyecto de vida.

Desde esta perspectiva el sexo nos enlaza a la dimensión corporal de las otras, devuelve su familiaridad a lo que la sociedad esconde y abyecta, convirtiendo en hogar el flujo, la saliva y la sangre. Pero no solo: si la mente discursiva no interrumpe, la experiencia de lo erótico reinaugura nuestro enlace con la vida. 

La cuestión de lo que implica dejar de tener sexo en pareja propone otras preguntas distintas: ¿qué era antes el sexo en pareja, cuando lo había? ¿A qué servía la práctica? ¿Qué significados y sentidos individuales le damos a lo sexual? Si hemos puesto lo sexual en la dimensión del afecto, la espiritualidad o el arte, su pérdida tal vez sea una pérdida existencial que exige un duelo demasiado destructivo, triste. Si el lugar imaginario del sexo ponía mucho peso en la identidad, tal vez su duelo sea violento y exija el secreto, porque esconde el miedo a dejar de ser. Si, por el contrario, su ejercicio en un momento dado era principalmente un reflejo de obediencia, el cumplimiento de una tarea entre otras de las obligatorias, tal vez su abandono sea un descanso de la norma hacia el encuentro con la belleza y el amor en otras dimensiones más libres de la vida.

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