“Entendí que yo no era un monstruo y que había esperanza”

Tengo 48 años. Soy de Los Ángeles. Casada, tengo dos hijos. Defiendo a las personas que sufren trastornos sociopáticos, psicopáticos y antisociales de la personalidad. El mundo sería un lugar mejor si todos aceptáramos a los demás en sus diferencias. Resuena con mi visión filosófica el concepto de karma. (Foto: LV.)

Patric Gagne,doctora en Psicología, experta en trastornos sociopáticos que ella sufre

El engaño, la manipulación, la falta de respeto a las normas sociales, la falta de culpa, de remordimientos, así es un sociópata. Hoy en día se llama psicópata secundaria, lo que implica que tiene tratamiento.

¿Cuándo lo descubrió?

Desde que era muy pequeña supe que yo era diferente al resto de los niños porque no sentía las emociones de la misma forma que ellos. Podía experimentar las emociones básicas: enfado, alegría, tristeza, asco.

¿Con cuáles tenía dificultades?

Con las emociones aprendidas: la empatía, el amor, el remordimiento, la culpa.

¿Y cómo socializaba?

Aprendí a mentir y hacer ver que tenía sentimientos que no estaba sintiendo.

¿Cómo lo hacía?

Imitaba a la persona con la que hablaba, sus gestos, su sonrisa, y sabía que tocarles el brazo durante la conversación daba muy buen resultado. Descubría sus gustos y las cosas que no le gustaban tanto y los proyectaba como míos. Así me enmascaraba.

¿Con qué resultado?

El efecto era como ponerles delante un gran espejo, estaban encantados, no conmigo, sino con su propio reflejo.

¿Qué sentía?

Actuar de forma destructiva aliviaba mi presión por no poder sentir esas emociones. Eso me llevó a robar, a allanar casas. Me sentía empujada a hacerlo de forma compulsiva.

Le clavó un lápiz a una niña en la cabeza.

En primaria. Recuerdo que cuando eso ocurrió mi motivación no era hacer daño sino soltar tensión, ansiedad. Con los años, investigando, me di cuenta de que el tratamiento de la ansiedad fue útil para mi trastorno.

¿Llegó a controlar esos actos?

Según fui creciendo empecé a programar esos actos antes de que la presión fuese insoportable. Eran pequeños actos destructivos para intentar que la cosa no se me fuese de las manos.

¿Por ejemplo?

Esperaba a que mis vecinos se fuesen y me colaba en su casa, era algo que podía hacer sin riesgo. Nunca me llevé nada, pero me aliviaba saber que estaba en un lugar donde no debía estar. Eran estrategias equivocadas.

También asistía a funerales de extraños.

Estar rodeada de ese nivel tan alto de emociones disipaba mi tensión interior, allí me sentía bien por no sentir.

¿Amaba a su madre, a sus compañeros?

Sentía mucho afecto por mi familia, pero no me interesaban las otras personas, ni me importaba lo que les ocurriera. No tenía amigos.

¿Cuando estranguló a un gato no sintió remordimientos?

No, pero me sentía mal de tener que hacer eso y acabé soltándolo.

¿Cuál era su sentimiento más doloroso?

Tristeza, me sentía muy perdida. Mi familia no entendía lo que ocurría y yo tampoco. Me sentía sola y tenía que mentir para sobrevivir. Fingir que sentía lo que no sentía, y tener que hacer eso un día tras otro es agotador.

¿Qué pasó en la adolescencia?

Me sentí más liberada porque tenía más libertad de actuar, allanar pisos ya no requería mentir a nadie, iba a lo mío, así que conforme fui creciendo la vida se hizo en cierta forma mejor.

¿Cómo y cuándo se integra en la sociedad?

Fui diagnosticada con 21 años y empecé a investigar sobre la sociopatía, a entender que yo no era un monstruo y que había esperanza para alguien como yo. Investigué y me traté.

También se casó.

Quería pasar la vida con él. Pero la boda fue difícil porque se espera que sientas muchas emociones, que seas muy extrovertida y alegre, y yo no lo sentía así.

¿Tener y criar hijos no le asustaba?

Me preocupaba no estar a la altura de sus necesidades emocionales, pero desarrollé las herramientas necesarias.

¿La empatía?

Al conocer a otras personas que sufrían sociopatía, identifiqué la empatía y fui capaz de ir haciendo crecer mi respuesta empática. Mi hijo sufre FOMO, el miedo a perderse algo, no es algo con lo que pueda empatizar, pero puedo entenderlo cognitivamente y darle el apoyo necesario.

¿Cómo controla ahora sus impulsos?

Ya no los tengo porque he hecho mucha terapia y he entendido los mecanismos que había detrás de mis compulsiones.

¿Tiene algo bueno ser sociópata?

Me alegro de no sentir la necesidad de agradar a los demás y de que la culpa no me asfixie. Pero lo que quiero que la gente entienda es que los casos extremos de sociopatía son una fracción muy pequeña, al resto se les puede ayudar a tener una vida muy funcional, y por eso he decidido contar mi historia.

Ahora todo es muy emocional.

La gente se deja arrastrar por las emociones, yo puedo ser mucho más objetiva, mantener una distancia que era muy beneficiosa para mi trabajo como terapeuta.

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