Sin permiso
Comparto con la comandante de las fuerzas armadas una conversación poco habitual en la que saltamos de sus observaciones sobre el terrorismo yihadista, tema para llenar un par de Contras, a cómo le ha marcado una infancia pobre y desestructurada pese a la cual se doctoró en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional. Sorprende un comandante hablando de temas personales, pero lo hace en su autobiografía Sé malvada, sé valiente (Medialuna), donde entrelaza sus vivencias personales y profesionales con reflexiones. Al estilo de Joseph Campbell y su Camino del héroe, Antúnez narra su vida como un viaje heroico en el que cada desafío la lleva a una transformación. “Podemos ser víctimas de injusticias, pero eres tú quien elige ir de víctima por la vida. No esperes a que te den permiso para ser tú misma”.
Le dio a usted por estudiar.
De manera obsesiva, para evadirme. Mi padre murió cuando yo tenía 2 años. Mi madre, que se volvió a casar con un maltratador, entraba y salía del psiquiátrico.
¿Clase media?
Pobres, a los 17 años me puse a trabajar de lo que encontraba y a los 22 me fui a Madrid a trabajar en Nueva Rumasa.
¿Con qué se encontró?
Con un ambiente competitivo donde se mezclaban religión, poder y dinero. La religión se utilizaba como una herramienta de control dentro de la empresa, rezar el ángelus era obligatorio.
¿Aprendió algo de Ruiz-Mateos?
El ejemplo de lo que no debía ser; no todo vale en el mundo de los negocios, tuve claro que mis principios no son negociables.
¿Por qué se metió en el ejército?
Me despidieron y entré en pánico, pero siempre había tenido vocación y se acababa de abrir el ejército a las mujeres. Entré como soldado, terminé Económicas y oposité al Cuerpo de Intendencia de las fuerzas armadas, que es como el cuerpo de economistas del Estado pero en el área militar.
¿Su primera misión?
Afganistán en el 2011. Trabajaba con extalibanes y tuve una excelente relación con ellos. Afganistán es un país que llevo en mi corazón. Es curioso: fui allí pensando que el enemigo iba a estar fuera, pero el enemigo estaba dentro.
¿Qué pasó?
Tuve un jefe que me hizo la vida imposible durante aquellos seis meses, 24 horas al día siete días a la semana. No podía salir de la base, y aquel acoso sexual y laboral fue una de las experiencias más terribles de mi vida.
¿Lo denunció?
Sí, pero demostrar el acoso sexual es complicado cuando nadie te apoya, así que abandoné esa causa y gané la otra, ese tipo me tuvo encerrada una semana en mi contenedor.
¿Cómo moldeó eso su visión del mundo?
Fue un trauma, fui evacuada a la unidad psiquiátrica del Hospital Militar de Madrid y estuve tratada de estrés postraumático por el acoso sufrido. Y me volví desconfiada.
En el 2016 la Unión Europea la envió a Somalia.
Sí, como jefa de Recursos Financieros y Contabilidad, mi misión me tuvo a caballo entre Somalia y Kenia durante nueve meses.
En Somalia no hay bancos.
Ni uno. A partir de esa misión me doctoré con una investigación sobre financiación de terrorismo yihadista, porque vi movimientos de fondos francamente raros, dinero que tras pasar por varios países acababa en una cuenta en Texas, EE.UU.
¿Y a dónde debía haber ido ese dinero?
A crear y reforzar el tejido económico y empresarial de Somalia.
Tenemos locos sueltos atentando.
Sí, y hoy puedo asegurarle que el terrorismo yihadista no son únicamente esos lobos solitarios que hemos visto atentar en Europa; ¡es un entramado brutal! Es crimen organiza- do que, además, se intrinca con muchos gobiernos.
¿No es solo un choque religioso y cultural?
Lo que se nos vende como un conflicto religioso tiene poco que ver con la realidad. Cuando analizas la financiación de los grupos terroristas te das cuenta de que no existe ideología, los fines no son religiosos, es puro crimen organizado para la acumulación de poder y ganancias, ese es el objetivo.
¿Tiene ramificaciones?
Por supuesto, con el narcotráfico, y con la connivencia de países como Venezuela o Colombia, y con mafias, como en Italia con la mafia calabresa.
¿Somos ciudadanos desinformados?
Sí. Es incomprensible por ejemplo que nos vendan como una buena noticia el derrocamiento de Bashar el Asad, cuando el que ha tomado el poder es un terrorista, psicópata, asesino. Ese cambio, de esa manera, va a suponer la muerte de muchísimos cristianos en Siria y, por supuesto, las mujeres van a desaparecer de la esfera pública.
¿Cuál ha sido su miedo?
El componente congénito de la enfermedad de mi madre, por eso no he tenido hijos. Y he tenido que combatir las secuelas de una infancia muy dura y solitaria. Siendo ya adulta tuve muy claro que la ayuda psicológica era algo con lo que yo iba a convivir a lo largo de mi vida.
Es usted una mujer potente, ¿cómo le han ido las relaciones sentimentales?
Las personas que procedemos de un hogar en el que no ha habido cariño desarrollamos dependencia emocional y buscamos constantemente la aceptación y el ser queridos, de manera que todas mis relaciones han sido una autoafirmación de mi baja autoestima.
Vive en pareja.
Sí, y estamos muy bien, pero como dice Maruja Torres, con los años entendí que el hombre de mi vida soy yo, ese fue un gran cambio.