‘Un lío de millones’
Antonio Resines vive en un piso alto, espacioso y luminoso de Madrid, asomado al Retiro. Veo motivos tintinescos: “Aprendí a leer leyendo álbumes de Tintín”, explica. Sentado a la cabecera de una gran mesa de madera, vigila el móvil cargando, papelitos de notas, agendas y un tarjetero, todo alineado. Le ilusiona que veamos la película Un lío de millones, comedia que se estrena hoy en 350 cines de España: es el padre de familia que con su esposa monta una mentira (“¡nos ha tocado el gordo!”) para atraer a los hijos al nido en Navidad. Y en enero estrena otra cinta, Mikaela, un thriller policial: “¡Id al cine!”, nos implora. Mientras, niños de once años le reconocen por la calle: “¡Es Diego!”. Están viendo el enésimo pase de Los Serrano... Y él dedica ¡escobillas de váter!, en memoria de una escena mítica.
¿Desde cuándo quiso ser actor?
Nunca quise ser actor.
¡Anda!
Entré en Derecho por mi padre, abogado, e iba al lado.
¿Adónde iba?
A Ciencias de la Información, con estudiantes alegres que querían ser cineastas.
¿Quién circulaba por allí?
Fernando Trueba, Ladoire, Boyero...
¿El crítico de cine?
Le hacíamos los exámenes: que aprobase.
¿Y a qué se dedicaba usted?
Ayudaba en cortometrajes a Trueba, que vendíamos a los cines para suplir el nodo , recién suprimido.
Franco acababa de morir.
Yo hacía papelitos para abaratar costes. Y Trueba me metió en Ópera prima , historia de amor con comedia. La he vuelto a ver ahora, ¡y parece rodada ayer!
Y de eso hace...
¡Ayer, 45 años del último día de aquel rodaje! Fue un bombazo. Por eso estoy aquí.
No ha parado de trabajar como actor.
Yo tenía 24 años. Y me ha ido de fábula, sí.
¿Qué frase de su personaje recuerda?
“Esta tierra es mía, esta tía es mía”.
¿Qué consejo daría hoy al joven aquel?
Me callaría como un puta... ¿No ve que le ha ido muy bien sin consejos?
¿Se formó en algún método actoral?
¿Método? Solo trabajar... y fijarme.
¿En quién se fijó más?
En Los ladrones van a la oficina trabajé con Fernando Fernán Gómez, Agustín González, José Luis López Vázquez, Manuel Aleixandre, Paco Rabal, Fernando Rey...
¡Gigantes!
Las comidas eran salvajes... Recorrían desde la Guerra Civil hasta ese día.
Y Resines, fijándose.
Y en Alfredo Landa: ¡camaleónico! Me reveló su secreto: “Estudio y estudio el guion y cuando me lo sé, lo hago”. ¡Sí, claro!
¿Y qué le aconsejó Fernán Gómez?
“¿Estudia usted mucho?”, le pregunta- ron. Dijo: “Yo estudio hasta cagando, señorita”.
¿A qué no españoles admira?
A los italianos Manfredi, Mastroianni, Tognazzi, Sordi...
¿Qué tres virtudes debe tener un actor?
Memoria. Presencia. Mirada.
¿Presencia?
Es “algo”. Uno lo tiene, otro no lo tiene.
Y... ¿mirada?
La pantalla gigante con un rostro es una lupa: todo lo ve en los ojos, la tristeza, el sufrimiento, el amor. O nada.
Michael Caine aconseja mirar fijo.
Los ojos de Michael Caine, por patología, lagrimean, están siempre húmedos: ¡qué suerte tiene! Es un actor colosal.
¿Por qué usted cae bien a todos?
Por los personajes que he encarnado: han dado buenos ratos a mucha gente.
Recuérdeme uno ahora.
El de La buena estrella . Entré en un cine de Girona en que la proyectaban, y en el urinario un señor, cada uno chorra en mano: “¡Le daría la mano para felicitarle!”, me dijo. Le dije que me daba por felicitado.
¿No fue todo un sueño?
Cada día alguien me habla del final de Los Serrano . Lo aprobamos todos. Estábamos hartos, queríamos acabar. Ya solo quedaba que el abuelo se liara con el niño... En los finales de Perdidos o Los Soprano se notan las mismas ganas de terminar.
Hace tres años usted casi la palmó por una covid severa...
Pasé 21 días en coma. Yo me he visto irme.
¿Sí?
Entre delirios, vi a Winston Churchill, y hablé con Adolf (Hitler), y casi impedí la invasión de Checoslovaquia. Y conseguí fondos para los Windsor, arruinados.
¿Todo eso vivió?
Como estamos usted y yo aquí ahora. Acompañé también a los Stones al Bernabéu, y vi muerto a Pedro Piqueras e incluso a mi hijo. Hubo ratos entretenidos y otros angustiosos: me ahogaba bajo el agua.
Buf.
Al médico –ese día era para mí el jefe de la cúpula de ETA– le rogué: “¡Pegadme un tiro de una vez!”. Y entonces oigo esto: “Sí, hombre, matarte con lo que tú nos has hecho reír...”. Y ¡clic!, ahí empecé a curarme.
Luego visitó a su amigo Broncano.
Yo le hago gracia. Y él me hace gracia a mí. Le vacilo y me vacila. Sigo yendo.
¿Tiene usted ocho millones de euros?
Era una broma, es falso y ya lo desmentí. Pero ahora esta cifra se ha convertido en el programa en “el baremos Resines”.
¿A Broncano le ha puesto en TVE el mismísimo Pedro Sánchez, verdad?
¿Qué dice? ¡Todos querían ficharle! Mediaset, quizá Atresmedia... Y TVE, que necesita share para merecer dinero público... ¡con Broncano está consiguiéndolo!
Despídame con un lema suyo.
“Hasta aquí hemos llegado”.