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“La comida basura y el tabaco son demasiado baratos”

Estoy en edad provecta, sí, pero activa y en forma mental y físicamente. Nací en Londres, aunque he tenido la suerte de vivir entre Oxford y Cambridge. Nuestra salud depende de nuestros hábitos, que dependen más de la política que de nuestra voluntad. Colaboro con el Observatori Social de la Fundación La Caixa. (Foto: Mané Espinosa)

Theresa M. Marteau,dirige el área de Salud y Conducta de la Universidad de Cambridge

¿Hoy te pinchas un medicamento y te quita el hambre: ¿se acabó la obesidad?

Yo no estoy tan segura de que la solución para la obesidad sea pincharse una droga y, además, cara...

Y hay otras que te quitan las ganas de fumar: ¿nos quedamos sin fuerza de voluntad?

Durante los últimos 20 años, el 38% de los humanos se han convertido en obesos, y en 2035, si proyectamos este mismo ritmo en el futuro, la mitad de la humanidad tendrá un exceso de peso perjudicial para su salud.

Eso es una barbaridad de gordos.

Unos 4.000 millones de personas sufrirán de obesidad en todo el planeta. Y una hipótesis para explicarlo, que usted apunta ahora, es que hemos perdido la fuerza de voluntad para evitar comer demasiado.

¿No tengo razón?

Es una hipótesis, pero otra que sí hemos contrastado es que nuestra fuerza de voluntad no es la misma de nuestros antepasados. Lo que ha cambiado es el exceso de oferta de comida a nuestro alrededor: tenemos alimentos apetitosos al alcance de nuestros pies y nuestro bolsillo todo el día en todas partes.

¿Debemos limitar la oferta de comida?

La demostración de que esa limitación funciona es la del tabaco. Comprobamos en su día que no logramos reducir su consumo con campañas de publicidad, sino simplemente aumentando su precio –y aún es demasiado barato– y reduciendo sus puntos de venta.

¿Cómo lo sabe?

Porque cuanto menos puntos de venta de tabaco hay y más caro es, menos se fuma. Y lo hemos demostrado en multitud de países. El precio frena el consumo más que cualquier campaña de concienciación.

¿Cuanto más difícil es abusar de un consumo, menos voluntad requiere limitarlo?

Y por eso creo que no se trata de grandes esfuerzos personales o psicológicos. Reducir las adicciones es más sencillo y depende sobre todo de medidas y políticas públicas.

¿Contra la adicción, acción pública?

He dedicado mi vida a estudiar los mecanismos que explican nuestra conducta y su relación con la salud. Durante años, diseñamos y ensayamos múltiples tests con biomarcadores para, por ejemplo, anticipar la aparición de diabetes tipo 2 o del cáncer y sus interacciones con nuestro comportamiento...

¿Y qué ha aprendido?

Que las campañas de concienciación no lograban cambiar conductas insalubres: el paciente que comía demasiado o fumaba seguía haciéndolo, concienciado o no...

¿Y lo de hacer ejercicio?

También depende más del entorno y las oportunidades de hacerlo que de tu voluntad: ¿quién hace ejercicio en una autopista?, ¿quién puede pagarse un gimnasio o una casa en el campo o cerca de un bonito parque?

¿Quien se lo proponga no puede lograrlo?

El gran científico que logró derrotar el cólera fue John Snow, que consiguió identificar que la fuente del contagio estaba en una determinada bomba de agua...

Bravo por el doctor Snow.

Pero eso solo era el principio del fin de la epidemia, porque para frenarla había que lograr que la gente dejara de usar agua infectada.

¿Cómo?

Si decías a la gente que era peligrosa, pero no les dabas otra agua, no era fácil convencerles con anuncios. Muchos entonces no podían pagarse agua embotellada. Así que hoy no basta con campañas de información, hay que dar los recursos y alternativas para ser sanos.

¿Y cerrar las fuentes contaminadas?

¿Cómo evitar la sed y la suciedad en quienes no pueden usar otras? Hubo que reformar el sistema de distribución de agua. Y esa es también la única solución efectiva para la obesidad: reformar cómo cultivamos, distribuimos y vendemos alimentos para que no generen sobrepeso a la mitad de la población.

¿Hacer la comida basura, como el tabaco, más cara y con menos puntos de venta?

La lucha contra el tabaco ha sido un éxito o un fracaso: desde que hace 70 años se demostró que causaba cáncer hasta hoy, han muerto por su causa millones de fumadores, y en ese tiempo, la salud del 20% de la población mundial –en España el 25%– se ha visto perjudicada por su adicción.

Entonces no es para tirar cohetes de gozo.

La buena noticia es que hace 70 años fumaba uno de cada tres humanos y hoy es uno de cada cinco. La mala es: ¿por qué todavía fuma alguien?

¿Será más difícil o más fácil aplicar políticas contra la obesidad generalizada?

Otra buena noticia es que más de un centenar de países, entre ellos España, toman ya medidas contra los aditivos adictivos, elvendingde comida basura en colegios y oficinas, la composición de ultraprocesados...

¿No depende eso también de cada uno?

Su fuerza de voluntad para no engordar será más efectiva si la comida basura es más cara y menos ubicua. La comida basura y el tabaco aún son demasiado baratos.

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