Estado fuerte, democracia débil
El Estado nación es la institución con mayor aceptación universal de la modernidad. Hijo de la Revolución Francesa, a sus 350 años acaba de imponernos su creciente poder en la pandemia al confinar a media humanidad velis nolis “por su propio interés”. Su éxito hace temer a Runciman que sea más sólido que la democracia. Por eso, resulta difícil explicar a los estudiantes que los estados no han existido siempre y que gestionarlos en democracia costó –y cuesta– más que obedecer a quienes los controlan sin más. Si el libre mercado y el Estado echaron en los 90 un pulso por el futuro, el poder de los bancos centrales y los planes estatales billonarios de inversión –como el Next Generation o los tres blockbusters de Biden– dejan claro quién ha ganado. Los ciudadanos son cada día más pequeños en todo el planeta y los estados más grandes.
La era digital nos hace más libres?
¿Usted aún cree aquella utopía digital de que internet al alcance de todos significaba el fin de los totalitarismos y que cada individuo tendría más libertad frente al Estado...?
Me temo que no.
La pandemia nos ha servido para constatar que nunca los estados tuvieron tanto poder y tanta tecnología y medios para ejercerlo.
¿Por el bien común?
La evidencia es que los estados –democráticos o no– han sido capaces de confinarnos mediante coerción y vigilancia a millones de ciudadanos –quisiéramos o no– día y noche durante meses “por nuestro propio bien”.
¿No cree que en China ha sido peor?
En China se ha demostrado que internet no ha acabado con el Estado Leviatán y los totalitarismos, como creían los ilusos en los 90, sino que es un Estado fortalecido por su dominio de la tecnología para dominarnos.
¿Qué ha logrado la era digital?
El mundo digital ya no está dividido entre estados totalitarios y demócratas como en la guerra fría. Todo es más difuso.
¿Ni las democracias ni los totalitarismos son tanto como se cree ni lo que lo eran?
Y tampoco hay partidos comunistas en las democracias occidentales, como hubo en la guerra fría, que apoyen a la Unión Soviética o China con sus votos.
¿Por qué todo es más difuso?
Porque China, el rival en la nueva guerra fría, no es ya totalitaria, sino autoritaria.
Defina “autoritaria”.
Pues que no es una democracia en absoluto, pero sí tiene libertad de mercado y cualquier chino puede irse del país cuando quiera.
Mi barrio está lleno de chinos trabajando.
En cambio, nadie podía irse de la Unión Soviética aunque quisiera.
Y si cruzabas el muro te disparaban.
Solo hay que coger un tren en Shanghai para comprobar que han mejorado la vida de la gente. Y no es que yo sea prochino: solo constato que China no es la URSS.
Pero hay un partido único obligatorio.
Y si hubiera una guerra y China invadiera Taiwán, toda esa división difusa entre ellos y nosotros de hoy se acabaría de repente y solo existiría una enorme cárcel china. Pero ahora, en realidad, nuestras democracias se parecen a China más de lo que creemos.
¿En qué?
La China de hoy es tan tecnocrática como nuestras democracias. Aquí y allí mandan especialistas a las órdenes de políticos. Pero los chinos son más pragmáticos...
¿En qué sentido?
A nuestros políticos les mandan los banqueros y financieros; a los políticos chinos, en cambio, les mandan los ingenieros. En nuestras democracias quienes mandan de verdad son los banqueros centrales, banqueros privados, economistas, financieros...
¿Los políticos chinos no gobiernan pensando en el dinero?
Es parte de la ecuación del poder, pero no la decisiva. Mandan pensando en puentes, trenes, carreteras, viviendas... China en muchos aspectos aún es una gran fábrica. Para bien y para mal.
Hoy los chinos dicen que la lucha ideológica de antaño ya es tecnológica.
¿Y quién la ganará, los que fabrican y venden cosas o los que fabrican y venden deuda para comprarlas? ¿Quién tendrá la lógica de la fuerza a su favor para imponer la otra?
¿Puede haber democracia sin dinero para financiarla?
Todo el mundo habla de la democracia, pero en realidad su globalización es mucho más reciente que la del Estado nación. Y tiene un éxito en el mundo más frágil que la institución del Estado nación, que ya es incuestionable en el mundo.
¿Tiene mejor salud el Estado, institución universal incuestionada, que la democracia?
Los estados del siglo XXI son máquinas formidables cada vez más poderosas y, en efecto, admitidas como la única forma posible de organizarnos, de obligar a la gente a hacer lo que no quiere. ¿Seguiremos siendo democracias dentro de 50 años? No lo sé...
No me asuste.
Pero estoy seguro de que seguiremos siendo Estados nación. Por eso la independencia de Escocia hubiera cambiado más el Reino Unido –que se hubiera reformado de arriba abajo– de lo que le ha cambiado el Brexit .
¿Por qué?
Porque las instituciones británicas no funcionan y el Brexit solo ha reforzado la falsedad de que sí sirven. Son anacrónicas.
Usted es un vizconde politólogo...
He heredado un título nobiliario sin hacer nada para merecerlo, si es que es un mérito.
¿Por qué lo detenta entonces?
Solo heredo a un hombre que acumuló poder político y financiero. Y con él compró un poder simbólico hereditario.
¿Supo usted elegir su familia al nacer?
Aquí aún hay poderes que se heredan: esto es aún Gran Bretaña.