“Un lloretense, Constante Ribalaigua, inventó el daiquiri”
Tengo 74 años. Nací en Vic y vivo en Lloret de Mar. Soy periodista y escritor, y documentalista. Estoy casado con Ioia, con cuatro hijos y siete nietos. ¿ Política? Humanista. ¿ Creencias? Escéptico, pero respetuoso. Presento mi documental
Asesoramiento de Junqueras
Ramon Vilaró le regala una foto –en el documental Constante y el Floridita de Hemingway – a Jorge Ribalaigua: es un retrato de un jovencito (Constante Ribalaigua) en la Cuba de los años veinte: el mozo la envió desde allí a su padrino en Lloret, y Vilaró la ha recuperado. Jorge acepta con emoción esa desconocida foto de su padre, el maestro coctelero más creativo de todos los tiempos, un lloretense cubanizado. Vilaró homenajea con su obra la aportación de tantos catalanes a la prosperidad de las colonias españolas de ultramar. El historiador Oriol Junqueras le ha asesorado en este documental, con Jorge Perugorría como guía de lujo. Ahora Vilaró prepara la novela Dólares blancos , sobre los dineros en aquella Cuba colonial.
Ha sido corresponsal en...
Bruselas, desde julio de 1968, y en Washington, Tokio, Filipinas... ¡Siempre tras un buen cuento que contar!
Eso mismo es lo que busca el novelista.
El periodista respira historia, aunque siempre buscas lo mismo: a alguien con un buen cuento para ser contado, tanto si urdes un reportaje, una novela o un documental.
¿Graba documentales, también?
Sí, sobre Francisco Javier en Japón, sobre los españoles en Filipinas durante la II Guerra Mundial, sobre los conquistadores catalanes en California, o nuestro imperio tabaquero.
Todo muy colonial.
Hay historias fascinantes sucedidas en nuestras excolonias.
¿Por ejemplo?
Mi último documental cuenta la historia de Constante, un chico de Lloret que emigró a Cuba: inventó cinco de los diez mejores cócteles de la historia.
¿Constante? No me suena.
Constantino Ribalaigua Vert, llamado Constante, servía los daiquiris a Hemingway. Para él inventó uno especial: el Papa Doble.
¿Qué lleva?
Un daiquiri lleva hielo, zumo de lima, ron blanco y azúcar, más gotas de marrasquino. Pero Hemingway, al que llamaban Papa, padecía diabetes, y pidió a Constante: “menos azúcar y más ron”. Y Constante creó el Papa Doble: sin azúcar y doble de ron.
¿Dónde sucedía todo esto?
En la barra del Floridita, cantina de La Habana. Hoy, allí, se acoda una estatua de Hemingway, de bronce, a tamaño natural.
¿Cuándo llegó Constante a Cuba?
Nació en Lloret de Mar en el año 1888, y con 14 años se embarcó hacia Cuba.
¡Qué jovencito!
Fue en 1902, era frecuente entonces: pagaba el pasaje un padrino, de Lloret, Joan Vilaró.
¿Un pariente de usted?
Coincide el apellido, pero no. Ya en La Habana, el chico trabajó en una bodega hasta resarcir el coste de su pasaje, en un par de años.
¿Y luego?
Trabajó como camarero en el Floridita, antes llamado La Piña de Plata. Ese local habanero, en una esquina, ha sido cantina durante los últimos doscientos años.
¿Y Constante prosperó ahí?
Primero se asoció con otro barman, al que finalmente le compró su parte.
¿Qué sabemos del socio?
Era Miguel Boadas, un habanero hijo de unos emigrados de Lloret de Mar, también.
¿Y por qué se separaron?
No lo sabemos. El hecho es que en 1922 Boadas se vino a Catalunya y fundó la coctelería Boadas, en la calle Tallers de Barcelona.
¡Icónica!
Su barra de caoba reproduce la del Floridita. Miguel Boadas no regresó nunca a Cuba, pero la añoró toda su vida.
Mientras, en el Floridita, ¿Constante inventó el daiquiri?
Lo reinventó, y lo fijó tal como lo bebemos.
¿Cómo fue eso?
En el oriente cubano, en Playa Daiquirí (nombre aborigen), los mineros de una mina inglesa se relajaban, a fines del siglo XIX, y al ingeniero Cox se le ocurrió mezclar en sus cantimploras ron con limón.
¿Y qué aportó nuestro lloretense?
Hielo, que trituró en batidora, llegada de Estados Unidos en los años veinte: hielo escurrido, y mezcló ingredientes. Es delicioso.
Hechizó a Hemingway, ¿verdad?
Sí, Hemingway se tomaba seis o siete consecutivos. Y pedía “el último para el camino”.
¿Qué camino?
Volvía a Finca Vigía, su casa, bebiendo de un termo el daiquiri. Luego seguía con whisky.
¿Retrata el daiquiri en su obra?
Lo inmortaliza en su novela póstuma, Islas en el golfo : compara el daiquiri con agua pura del océano; y beberlo, con esquiar velozmente por una ladera de nieve en polvo.
Un escritor muy efectista.
Contribuyó a que nuestro barman catalán sea considerado todavía hoy el mayor referente universal en el orbe de la coctelería.
¿Cómo era Constante Ribalaigua?
Recto, riguroso, disciplinado, laborioso, creativo, con espíritu de superación: diseñó doscientos cócteles y su magisterio perdura.
¿Hasta cuándo vivió?
Hasta 1952, dejando un legado bebible, y una viuda y un hijo de ocho años, Jorge.
¿Se quedaron ellos en Cuba?
Triunfó la revolución, el Estado se quedó el Floridita y el Che envió a la viuda a limpiar los aseos. Se exilió. En mi documental sale el hijo: septuagenario, vuelve a pisar el Floridita seis decenios después de irse. Y lo traje aquí, al Boadas, y también a conocer Lloret de Mar, desde dónde salió su padre.
Hemingway le sobrevivió.
Se pegó un tiro con su escopeta en 1961, para ahorrarse el declive físico de la vejez. De Hemingway me fascina, más que sus libros, su actitud vital, me inspira su intenso enganche con la vida. Y los cócteles de Constante enriquecieron parte de esa intensa vida.