“Somos la sociedad más solitaria en toda la historia de la humanidad”
Tengo 41 años. Nací en Escocia y vivo en Londres. Licenciado en Ciencias Sociales y Políticas. Hay evidencia científica de nueve causas para la depresión y la ansiedad. Dos están en nuestra biología; una en nuestra psicología; y seis son respuestas a cambios políticos en la forma en que vivimos. Necesitamos valores
El viaje épico de Hari
Sufrió abusos físicos en su infancia y una profunda depresión en su adolescencia y juventud. Siguió adelante arrastrando esa carga: fue el primero de su familia en ir a la universidad, y se convirtió en un periodista brillante y admirado que publicaba en los mejores diarios del mundo. En 2009 fue nombrado por The Daily Telegraph como una de las personas más influyentes de la izquierda en Gran Bretaña. Pero cayó en desgracia acusado por plagio. El dolor continuado nos destroza, pero educa la voluntad, y Hari se rehizo. Concienzudo, decidió investigar las causas de la depresión. El resultado es un súper ventas internacional, Conexiones perdidas. Causas reales y soluciones inesperadas para la depresión (Capitán Swing). Una epidemia que se ha acelerado con la Covid.
Durante años nos han dicho que si estamos deprimidos o sufrimos ansiedad es porque algo funciona mal: algo dentro de ti está roto.
Eres defectuoso.
Sí, eso nos dicen. Sin embargo, nuestra depresión y ansiedad no son defectos primarios. No son un signo de debilidad, de locura o puramente biológico. Son señales, nos están diciendo algo realmente importante sobre qué ha ido mal en nuestra sociedad y necesitamos escuchar.
Usted estuvo 13 años con depresión.
Cuando era adolescente, recuerdo ir al médico y decirle que sentía como si rezumara dolor. No podía controlarlo y me daba mucha vergüenza. Me recetó un antidepresivo que funcionó durante un tiempo, pero hubo que ir aumentando la dosis hasta tomar la dosis más alta posible durante 13 años. Y seguía sintiendo dolor.
¿Buscó respuestas?
Sí, terminé embarcándome en un viaje de casi 75.000 km para encontrarlas. He entrevistado a los principales expertos científicos y a la gente que persigue soluciones pioneras.
¿Qué ha sacado en claro?
Hay evidencia científica para nueve causas de depresión y ansiedad. La mayoría de ellas responden a factores relacionados con la forma en que vivimos. Tienes muchas más probabilidades de deprimirte si estás realmente solo, si te controlan en el trabajo y si no te relacionas con el mundo natural. Una vez comprendes estas y otras causas, se abre un conjunto muy diferente de soluciones que se pueden o no combinar con los fármacos.
La depresión ataca al que está débil.
Necesitamos alimento, refugio, agua, aire limpio. Si nos quitaran todo esto, estaríamos en graves problemas, muy rápido. Pero existen pruebas igual de sólidas de que necesitamos sentir que pertenecemos, sentir que nuestra vida tiene sentido y propósito; pero cada vez se nos da peor satisfacer las profundas necesidades psicológicas de las personas. Le pondré un ejemplo.
Adelante.
En el año 2000, un psiquiatra sudafricano, Derek Summerfield, estaba en Camboya investigando los efectos psicológicos de las minas terrestres no explotadas en un momento en que los antidepresivos empezaban a comercializarse en el país. Pero los médicos locales le dijeron a Summerfield que no los necesitaban, y cuándo preguntó por qué le relataron una historia.
Cuénteme.
A un agricultor una mina le voló la pierna, pero tuvo que volver a trabajar en aquel campo y entró en una profunda depresión. Los médicos y vecinos le escucharon, entendieron su angustia y le compraron una vaca para que produjera leche. En un mes su depresión había desaparecido. Los médicos camboyanos dijeron a Derek: ¿Lo ve, doctor? Esa vaca fue un antidepresivo.
Gran lección.
Si estás deprimido, si sientes ansiedad, no eres una máquina con piezas defectuosas; eres un ser humano con necesidades no satisfechas, y lo que necesitas es ayuda práctica.
¿Algún estudio que le haya impactado?
En uno reciente se preguntaba a los estadounidenses: ¿a cuántas personas conoces bien? La mitad de los encuestados respondió: a nadie.
Sí, impactante.
Así como las abejas evolucionaron para vivir en una colmena, los humanos evolucionamos para vivir en una tribu. Somos los primeros humanos que hemos tratado de desbandar nuestras tribus. Pero esto no tiene por qué ser así. Uno de mis héroes es Sam Everington, un médico de familia en una zona pobre del este de Londres, donde viví largo tiempo.
Hábleme de él.
Acudían a verle montones de pacientes con depresión y un día decidió probar algo diferente a las pastillas. Detrás de su consulta había una zona donde solo crecían matorrales y les propuso que se juntaran allí dos veces por semana e hicieran algo con aquel espacio. No sabían nada de plantas, pero decidieron construir un jardín.
¿Trabajar la tierra con las manos sana?
Está sobradamente comprobado que la exposición al mundo natural es un antidepresivo muy poderoso. Pero hicieron algo todavía más importante: empezaron a formar una tribu, a preocuparse los unos de los otros. Si alguno de ellos no se presentaba, iban a buscarlo.
Prescripción social.
Sí. Un estudio de un programa similar realizado en Noruega descubrió que era el doble de efectivo que los antidepresivos químicos. En esta cultura, cuando nos sentimos ansiosos o deprimidos se nos dice: “Sé tú mismo”.
Es el mandato del individualismo.
Sin embargo, la depresión en realidad me ha enseñado a no ser yo. No seas tú mismo. Sé nosotros. Sé todos. A lo que deberíamos aspirar es a formar parte de una tribu. Hay formas prácticas de reconstruir lo que hemos perdido.
Hoy la normalidad se parece mucho a estar deprimido.
“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”, dijo el filósofo Krishnamurti. La clave está en la reconexión: con los demás, con valores significativos, con un trabajo significativo, con la amabilidad y con la generosidad. Puede hacerse. Y hay pruebas claras de ello. Es la mejor manera de salir de nuestra crisis actual.