“Todos sabían que era maricón antes de que yo lo supiera”
Tengo 31 años. Nací en Las Palmas de Gran Canaria, crecí en Galicia y vivo en Madrid. Vivo en un piso compartido, somos cinco. No terminé Comunicación Audiovisual. Política debería ser sinónimo de igualdad. El sentido del humor es mi guía. Creo que somos una parte minúscula de la nada
La suerte del talento
Cuando llegó a Madrid, mano delante y mano detrás –compartía piso con 13–, quería ser guionista y director. Una tarde con los Javis (Javi Calvo y Javi Ambrossi) y Anna Castillo, Brays se disfrazó de cuarentona y colgaron un sketch en internet. Así nació Paquita Salas (cuatro premios Feroz: mejor serie de comedia, mejor actor –Brays Efe– y mejores actrices de reparto), que lleva tres temporadas en Netflix y promete una cuarta para cuando la agenda de sus creadores lo permita. Brays tiene pendiente de estreno la serie Por H o por B en HBO y un thriller de superhéroes, Orígenes secretos, en Netflix. La Covid-19 interrumpió Las cosas extraordinarias , monólogo de Duncan MacMillan interpretado por Brays, que acaba de publicar Temas de Hoy con prólogo y notas suyos.
Creció en Galicia rodeado de cabras, gallinas y conejos...
Sí, en la granja de mi abuela, en el campo, en contacto con la naturaleza, y fue magnífico. Pero mi socialización no lo fue. Durante toda mi infancia y adolescencia sufrí bullying .
¿Por qué no le querían los otros niños?
Me llamaban maricón cuando todavía no sentía atracción sexual por ningún género. Yo no había decidido mi sexualidad, pero los otros ya lo habían decidido por mí.
¿Cómo lo asumió su familia?
Nunca tuve que salir del armario, todos sabían que era maricón antes de que yo lo supiera.
¿Cómo le ha influido?
Cuando existe este tipo de rechazo y durante tanto tiempo, la más mínima crítica hace que todo eso se reavive y que hagas una montaña de cualquier comentario. Eso me ha ocurrido durante muchos años.
Ciento ocho noches monologando sobre el sufrimiento. ¿Con qué se identifica?
Las cosas extraordinarias de MacMillan es el monólogo de un niño de siete años cuya madre con depresión crónica intenta suicidarse. Su padre le explica que a su madre no le gusta la vida, y el niño inicia una lista de cosas por las que merece la pena vivir que le acompaña toda la vida.
¿Y?
Me identifico con ese sentido del humor de la obra de teatro de Duncan MacMillan a la hora de hablar de temas de los que no se suele hablar, como el suicidio, la depresión, la salud mental. Leer ese texto me hizo sentirme menos solo.
¿Ha sufrido depresión?
No me la han diagnosticado, pero he lidiado con los problemas que a menudo mi cabeza me ha generado, como a todos, ¿no?
Eso creo.
Es algo que no se suele compartir. Haciendo esta obra he podido comprobar que mucha gente ha tenido a su alrededor personas deprimidas e incluso familiares suicidas, pero no lo comparten con nadie porque es una conversación muy difícil, cuando sería muy sano tenerla.
¿Ha sentido vergüenza?
Sí, y a veces por cosas ridículas como dar una opinión. A menudo pensamos que los demás no nos van a comprender, y sin embargo todos pasamos por circunstancias muy parecidas, todos nos sentimos inapropiados, pero solemos ser más generosos a la hora de perdonar los fallos ajenos que los propios.
¿Usted también es de los que hacen listas?
Sí, y en mi lista hay muchas cosas banales sin las cuales mi vida sería peor, como el borde de las pizzas relleno de queso, la risa, Jane Fonda o las tormentas de verano.
Hable de Brays como si no fuese usted.
Parece una persona divertida y cercana –y lo soy–, pero hay una parte muy privada que le cuesta compartir.
¿Se crio con padre?
Sí, falleció hará unos dos o tres años. No tenía buena relación con él.
¿Le pesa?
Consideraba que tenía una conversación pendiente con él hasta que me di cuenta de que esa conversación debía ser conmigo mismo.
¿A qué se dedicaba?
Mi padre era marinero, y mi madre ha limpiado casas, ha sido cocinera..., me ha ayudado muchísimo. Una familia muy humilde.
¿Ha ido a algún psicólogo?
A partir de quinto de primaria el psicólogo del colegio se ocupó de mí. La presión en el colegio y en el instituto era tan brutal que no quería ir. Me daban balonazos todos los días, me pegaban, me tiraban el estuche por la ventana. Una vez que les pillaron y les obligaron a reponerlo me trajeron uno de Hello Kitty.
Crueles.
Cuando dejé la adolescencia cerré una etapa muy dura que no volví a recordar, dediqué la poca energía que me quedaba a salir adelante. Me vine a Madrid con 18 años. Esta obra me ha obligado a recordar, relativizar y compartir.
¿Y le ha sentado bien?
Cuando te han dañado puedes caer en la trampa de devolverle eso a la vida. El sufrimiento para lo único que sirve es para convertirte en una persona que entiende mejor a los demás.
¿La barba que luce es una manera de alejarse de Paquita Salas?
Quitármela fue una manera de alejarme de mí para ser Paquita, creo que fue la primera vez que me afeité en siete años.
¿Por qué Paquita llega a tanta gente?
Los millennials se han identificado con Paquita porque tienen la misma lucha diaria que ella, una mujer a la que le han cerrado las puertas, a la que no se toman en serio.
Usted ha pasado de millennial a actor premiado.
Publiqué en Facebook lo curioso que era estar contando los céntimos para poder coger el metro cuando Paquita Salas ya era famosísima.
¿Cuelga fotos estupendas de sí mismo en las redes sociales?
Alguna cuelgo y también hago directos en pijama tirado en la cama. Pero soy consciente de que solo colgamos lo bueno. A mí me encanta ver gatos y perros y comida bonita, pero estamos cerrados a hablar de la infelicidad y de todas las cosas malas que nos pasan y que hay que darles cauce para que nadie lo viva en soledad.