Hacerlo mejor
Todo empezó con una pregunta: cómo debería ser el aprendizaje en el siglo XXI. Dejó la docencia y se lanzó al mundo en busca de las prácticas educativas más prometedoras, de los mejores neurocientíficos y expertos en el aprendizaje; el resultado es Otras formas de aprender (Plataforma), ensayo periodístico, riguroso y ameno que impele a una revolución educativa. “Estamos malgastando nuestro mayor recurso: la inteligencia humana”. Miembro de Teach For All –red de organizaciones que trabajan para garantizar que todos los niños del planeta puedan desarrollar su potencial–, sigue explorando el mundo en busca de la buena educación y lo comparte con líderes, políticos y profesores de 42 países.
Fracasó como profesor?
Quería ser el Robin Williams de El club de los poetas muertos en una escuela de uno de los barrios más pobres y diversos de Londres, y sí, obviamente fracasé.
Nada que ver con la escuela en la que usted estudió.
Mi escuela se parecía a la de Hogwarts de Harry Potter; tenía, incluso, una jauría de mastines para la caza del conejo.
¿Ambas erraban en la manera de educar?
Sí, el sistema educativo otorga demasiada importancia al éxito académico, a los exámenes estandarizados; inspirado en un modelo industrial que las empresas ya han dejado atrás y que olvida las dimensiones ética y humana del aprendizaje, la creatividad y el propósito.
Entonces, ¿olvidan lo esencial?
El bienestar de nuestra especie y del planeta depende del desarrollo de nuestra inteligencia social y emocional. Conseguí que mis alumnos fueran competentes en lectura, escritura y aritmética, que es la base del modelo educativo, pero no que amaran aprender.
¿Qué dice la neurociencia?
Que cada uno de nosotros tenemos una capacidad de aprendizaje mucho mayor de la que creemos. Somos aprendices natos, la mente no es una máquina que ha de programar la escuela.
Esta idea es importante.
El cerebro está vivo, es rebelde y está inmerso en un proceso interminable de aprendizaje. El aprendizaje es nuestro superpoder, pero los modelos educativos limitan con demasiada frecuencia nuestro potencial innato.
En lugar de enseñar a los niños a saber cosas, necesitamos enseñarlos a aprender.
Sí, porque hoy el conocimientos cambia a una velocidad abismal, ya no podemos pensar que lo que aprendamos hoy nos sea útil mañana. Mejor enseñarles a adquirir por sí mismos esas destrezas a medida que las necesiten.
¿Y cómo se hace eso?
Cultivando la capacidad de preguntarse, expresarse, analizar, criticar, imaginar, investigar y cuestionar. La clave es la motivación.
Se lanzó al mundo en busca de buenas prácticas educativas, ¿qué ha encontrado?
Visité las escuelas más novedosas y las más exitosas, entrevisté a los profesores más innovadores y los neurólogos y psicólogos más punteros durante dos años.
¿Y?
Conocí a un experto en robótica de Boston que cuando nació su hijo instaló cámaras en su casa para grabar los primeros años del desarrollo del niño con la intención de enseñar a un robot cómo aprende un ser humano, pero abandonó.
¿Por qué?
Descubrió que aprendemos de una manera muy compleja, que cada cerebro es distinto, imposible imitarlos. Estuve en Corea del Sur, donde los jóvenes se preparan para la prueba de selectividad estudiando 14 horas diarias. Es tan importante que se suspenden los vuelos para que el ruido no desconcentre a los alumnos.
¿Con qué resultado?
Hace 70 años cuatro de cada cinco eran analfabetos, y ahora tiene la mayor proporción de universitarios del mundo, lo que demuestra el poder de la educación; pero en contrapartida tiene el nivel más alto de suicidios de jóvenes.
En las aulas se cuece el futuro.
En 15 años la inversión en educación ya tiene importantes resultados en la sociedad. En una escuela de Silicon Valley vi a cien niños de cinco años sentados frente a un ordenador portátil con cascos, sólo se oían sus deditos tecleando.
¿El resultado?
Su nivel de lengua y matemáticas era espectacular. Entendí que el desarrollo cognitivo temprano, sin olvidar el aprendizaje a lo largo de toda la vida, son las prioridades.
¿El lado oscuro de la tecnología?
La creciente dependencia de las máquinas puede despojarnos de nuestra capacidad de aprender de una manera exclusivamente humana y reducir las capacidades innatas, por eso memorizar es importante.
En teoría Finlandia es la panacea.
Son maestros en la formación humana y colaborativa y han conseguido ser una de los países más creativos: han florecido compañías muy exitosas. Y según la ONU son los campeones de felicidad del mundo. El futuro no es de los sabelotodo sino de los “quiero aprenderlo todo”.
Hay que motivar a aprender no sólo a los alumnos, sobre todo a los profesores.
En Finlandia los profesores son líderes, más importantes que un ministro, y esa es otra revolución pendiente, que el de maestro sea nuestro supremo oficio. Georges Haddad, rector de la Sorbona, dijo: “Una sociedad que no ama a sus profesores no ama a sus niños”; tiene razón.
Ha visto a grandes maestros en acción...
Y el denominador común es que hacen pensar a sus alumnos y los inspiran para que saquen, cada uno, lo mejor de sí mismo. Pero todos, a parte de dominar su materia, dominan y actualizan la ciencia del desarrollo cognitivo; son expertos en psicología de la motivación y en la práctica de la creación de comunidades, porque el sentimiento de pertenencia en el desarrollo emocional es fundamental.
¿El aprendizaje debe ser difícil?
Sí. El cerebro prospera a partir de la dificultad deseable. Nuestro cerebro está diseñado para evitar tener que pensar, prefiere las actividades rutinarias. Aprender implica esfuerzo, enfrentarse a una dificultad.