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“Sacar al pueblo a la calle... es volver a la manada”

Escritor

Tengo 74 años. Soy de Barcelona. Soy escritor: me dedico a vivir, leer, viajar, estudiar, aprender... para luego contar. Estoy casado, sin hijos. ¿ Política? Soy un liberal de la vieja escuela, de toda la vida. ¿ Creencias? Soy un cristiano muy consciente de mi linaje judío

Mauricio Wiesenthalescritor

¿Linaje judío?

Todos los personajes del Antiguo Testamento son parientes míos, salvo Charlton Heston.

Ja, ja, ja.

Mi abuelo llegó a Madrid a fines del siglo XIX. Ingeniero y litógrafo, fundía tipos de letras: chupada, venus, negra...

Dicho así suena sicalíptico...

Mi abuelo huía de peleas parentales: la familia de su madre, señorita de Hamburgo, rechazaba a mi bisabuelo, músico judío.

¿Y por qué su abuelo eligió España?

¡España era sinónimo de libertad! Mi abuelo solía recitar el discurso de Castelar en las Cortes de la I República, en 1869...

¿Qué discurso?

“¡Grande es Dios en el Sinaí!”, arrancaba, y seguía: “pero más grande es la religión del amor”. Y concluía: “en nombre del Evangelio, pido la libertad religiosa. ¡Libertad, fraternidad, igualdad entre los hombres!”.

¡Hermoso! Liberalismo español, ¿no?

Sí. Mi padre, liberal también, sería catedrático en Barcelona: nací en la Gran Vía. Los patios del Eixample son mi primera patria.

¿Y la segunda?

¡Cádiz!

¡El solar del viejo liberalismo hispano!

Destinaron a mi padre. Yo tenía cinco años. Me asomaba al balcón... ¡y veía América!

Es una metáfora...

¡Latía en aquel puerto! Los cantes, las gentes, el vapor correo... América en mi alma, Europa en mis venas: en España, esa mezcla.

¿En qué soñaba, siendo niño?

Mi visión del paraíso era un pupitre en el que sentarme y un profesor que contestase a todas mis preguntas, ¡a todas!

¿Avidez de saber?

¡Inmensa! Con mi padre viajé en sus giras dando conferencias, aprendí mucho. Y acabé, de adulto, impartiendo una asignatura maravillosa: ¡Historia de la Cultura!

¿Me resume el temario, profesor?

La cultura es el hogar, el lugar que suma las celebraciones familiares, las comidas, las fiestas, los silencios, las palabras, historias...

¿Existe una cultura española?

Sí, se revela en una pulsión doble: confederarse/desfederarse. Ante el islam, los vecinos nos confederamos. Ya juntos, nos desfederamos... e incurrimos en fratricidio cainita: al vecino... queremos aniquilarlo.

¡Me ha resumido la historia de España!

Al pugnar con el otro tantos siglos, lo llevamos mezclado en las venas: Europa no,
¡y en eso España puede serle muy útil! Fíja-te: donde llega España, ¡abre una plaza ­mayor! Donde van los anglosajones, ¡alzan un muro!

Si se atreviese a condensar la cultura española en una sola palabra, ¿cuál sería?

¡Gana! “Tengo gana”: no es envie, no es voglia”, es más visceral e inapelable. Si un español dice “no me da la gana”... eso es inapelable, es esa fuerza invencible, insuperable.

¿La gana nos define, pues?

Y, a veces, la coronamos: “la real gana”.

¿Qué más dice la lengua de nosotros?

Distinguimos ser y estar: soy es trascendente, estoy es temporal. Y anteponemos hacer a pensar: impusimos en Trento que no te salva tu fe –eso sostenían los luteranos– ¡sino tus obras! Mi padre decía: “Don Creí Que y Don Pensé Que son primos de Don Tonteque”.

¡Se lo oí al profe González en el cole!

Decimos hazaña, intraducible: despliega el actuar, gestiona el obrar: gesta. Pero el español es impaciente, le urgen resultados.

¿Y a qué nos conduce esto?

¡A dejarlo todo a medias! Echamos tierra al conflicto, para cerrarlo... pero sigue abierto.

Esto me resuena muchísimo, sí...

Echamos campanas al vuelo para festejar lo que sea... con tal de no analizarlo a fondo.

¿Responde a algún atavismo íbero?

Veo asomar lo íbero en la capacidad de sacrificio, y en ese punt d’honor (del catalán caballeresco): pundonor. Sentimos que la vida individual vale menos que una misión.

Sobre lo íbero hay otras influencias...

Fenicios y judíos: ¡sentido comercial! Griegos y latinos: ¡civilización! Godos: ¡ordenanzas, burocracia! Árabes-semitas: ¡mística! La poesía mística... ¡eso es lo más bello que hemos hecho en España!

¿Y qué me dice de la picaresca?

Los españoles somos tan caritativos... que atrajimos aquí a muchas órdenes mendicantes, una eran los bigardos. Y de bigardo derivará pícaro: aprendimos a vivir del otro.

¿Y la tauromaquia, qué expresa?

Reunido el pueblo en republicana asamblea “no hay Dios que valga”: sometemos al tótem –Dios, naturaleza, bestia– a la potestad humana. El torero era sacerdote... Ya como asalariado... queda triste maltrato animal.

¿Qué adjetivos diría que describen mejor el espíritu del español?

Ingenioso, impertinente, misericordioso, furioso, hidalgo, blasfemo...

¿Qué momento está viviendo España?

Ahora gustamos de volver a sacar al pueblo a la calle, y eso... ¡eso es regresar a la manada!

¡Manada! Inquietante palabreja...

¡Mucho! El pueblo sólo pasa a sociedad mediante un pacto fundado sobre ciertos va­lores, a saber: norma, educación, justicia, trabajo. Los que todavía creemos en esto... estamos hoy bastante acobardados.