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“Mi hermano y yo nos profesamos respeto y cariño”

Hermana de Manuel Valls, ex primer ministro de Francia

Tengo 54 años. Nací en París y vivo en Barcelona, en el barrio de Horta. Soy orientadora familiar y escritora. Estoy soltera y sin hijos. ¿ Política? Decepcionada y triste. ¿ Creencias? No he perdido la fe en la vida y en Dios, y rezo. Sin ser separatista, yo voté el 1-O y me aporrearon

Giovanna Valls,hermana de Manuel Valls, ex primer ministro de Francia

Bonita casa! Planta baja con jardín, luminosa.

Es del año 1900, estamos en el barrio de Horta. Mis padres la compraron en 1962. ¡Es muy importante para mí!

¿Por qué?

Aquí nació mi hermano, aquí pasamos juntos los largos veranos de nuestra infancia. ¡Fuimos muy felices! Y ahora aquí vivo yo.

Su hermano es Manuel Valls, ex primer ministro francés.

Nos separan 16 meses, él nació aquí en agosto de 1962, yo en París en diciembre de 1963.

¿Por qué nació usted en París?

Mis padres vivían allí y veníamos aquí a veranear: Manuel es de agosto y nació aquí. Yo nací en invierno, allí. Papá era catalán y mamá es suizoitaliana, de Ticino.

¿Y qué hacía un catalán en París?

En 1949, con 26 años, obtuvo una beca para formarse como artista en París: mi padre, Xavier Valls, era pintor.

Así escapó de la posguerra española.

Era un espíritu libre, aquí no veía horizontes. Trató con exiliados, artistas, intelectuales... Y trabajó. Y se casó con mi madre, quince años más joven.

¿Qué le contaba su padre de aquello?

Vivían en un piso pobretón con vistas sobre el Sena... Le apoyó su padre, el abuelo Magí.

¿Qué sabe de su abuelo Magí?

Yo tenía seis años cuando murió. Era un hombre muy bueno, todos le querían... Era catalanista y creyente, y en 1929 fundó el diario católico El Matí. Y durante la Guerra Civil refugió en esta casa a católicos perseguidos por los revolucionarios de la FAI.

¿Y al acabar la guerra?

El franquismo le impidió recuperar su diario. Impartió clases de catalán clandestinas.

En un tuit ataca usted a su hermano evocándole a “l’avi Magí”.

No le ataco, le digo que el artículo 155 cercena libertades y que es impropio de un Estado que se pretende democrático.

¿No se llevan ustedes bien?

Nos profesamos mucho cariño y ternura.

Pero políticamente...

Sin ser separatista, yo voté el 1-O... ¡y me aporreó un Gobierno español dominado por corruptos! Ahora estoy triste y sin partido, dolida por todo lo que está pasando.

¿Qué virtudes valora en su hermano?

Es muy culto, inteligente y disciplinado, firme pero dialogante, estudioso y ambicioso, defensor de Francia contra los yihadistas. Y los suyos le apuñalan, ¡crueldad política!

¿Cómo fue su relación de niños?

Jugábamos aLego y soldaditos en este jardín y por el de una casa vecina, con amigos.

¿Y en París?

Nos instruyó la escuela pública francesa. Y me fascinaba escuchar a los amigos que mis padres invitaban a casa, como el gran escritor cubano Alejo Carpentier.

¿En serio? Le leí y admiré mucho...

“¡Sigue escribiendo!”, me animó Carpentier en mi 17.º cumpleaños. Recuerdo que me dijo: “A mí me gusta escribir a las cinco de la madrugada, cuando todo calla”.

¿Le hizo caso?

Si, en la selva del Amazonas. Me acordé de él, ¡pero la selva nunca calla! Escribir sobre lo vivido me ayudó a recuperar mi vida.

¿Qué hacía en la selva?

Recuperarme de una rueda de adicción a la heroína y a la cocaína que arruinó veinte años de mi vida, devastó mi salud con dos hepatitis... y me inoculó el virus del sida.

¿Cómo incurrió en la adicción?

Tenía 20 años y era muy ingenua e ignorante: sin saber nada de drogas... acepté esnifar una raya de heroína. Me enganché.

Y su familia, ¿qué hizo?

No rechazarme, amarme y ayudarme. En esta casa pasé mi primer síndrome de abstinencia, infernal, con mis padres... Soy afortunada. Y mi hermano me visitó en la cárcel.

¿Estuvo usted en la cárcel?

Vivía en la calle Petritxol y cometía pequeños hurtos en grandes almacenes, y por eso entraba y salía de Wad-Ras. Y luego pedí ingresar en un centro de rehabilitación.

Qué vidas tan distintas la de su hermano y la de usted.

Me fragilizó una primera relación sentimental con un hombre casado: me humilló. Yo tenía 18 años, quedé vacía por dentro, me perdí el respeto... y me he dejado maltratar. Y llegó aquella dependencia tan temprana...

¿Cómo se encuentra ahora?

La disciplina y la triterapia antisida preservan mi salud. Dejé las drogas. Una sola mota de heroína o cocaína me devolverían al infierno: ¡no sucederá ya, ahora me tengo respeto y me he aferrado a la vida!

¿Cómo lo ha conseguido?

En esta habitación de al lado, mi padre agonizaba. Junto a su cama, nos dimos la mano. Y cerramos un pacto: “Papá, no volveré a drogarme. Cuidaré de mí, de mamá y de la casa”. Así se lo prometí. Fue en el 2006, y ya nada ni nadie ha vuelto a esclavizarme.

¿Qué le pide ahora a la vida?

He cuidado a personas mayores, y ahora quiero dar charlas a jóvenes, ayudarles, prevenirles contra drogas y sexo sin protección.

¡Hágalo! Ah, y salude a su hermano.

Vendrá pronto a España, creo, y él ya sabe que aquí tiene a punto su cama y su baño.