Que nos enseñen ellos
En el universo digital, lo nuevo no acaba de sustituir a lo viejo, pero todos tenemos que cambiar para no ser sustituidos... Empezando por la educación, desbordada hoy por el enorme potencial para la creación, pero también para la distracción y el abuso, que suponen los móviles. Lenz admite que cualquier chaval sabe más que él de tecnología digital, pero que está dispuesto a aprender con él. Y para lograrlo da tres directrices: el objetivo debe ser que aprendamos a usar el móvil para crear y no sólo consumir; la conversación con los padres evita más abusos digitales que cualquier prohibición, y la tecnología digital es la oportunidad de que los alumnos enseñen a profesores y padres: aprendamos juntos.
Qué hacer con los móviles en las aulas?
Antes que nada, tenemos que ponerles límites.
Por ejemplo.
Hemos dado a los centros la directriz de que obliguen a dejar los móviles en una cesta antes de entrar a clase y que sólo se usen en el aula –bajo la supervisión del profesor– cuando puedan ser útiles y formen parte de la experiencia pedagógica.
Supongo que no hay clase de matemáticas que resista a unos cuantos móviles.
Yo les dije a mis hijos que no tendrían uno hasta los 14 años. Pero cada día me decían que eran los únicos de la clase que no tenían. Y ni su madre ni yo les creímos hasta que una mañana me cogieron de la mano y me llevaron hasta la cesta de los teléfonos de su clase y vi que era verdad.
¿Y entonces cedió?
Entonces me di cuenta de que no era suficiente con un límite: mis hijos y yo necesitábamos una larga y seria conversación sobre el uso del móvil. Ninguna regla puede sustituir a esa conversación, que forma parte de su obligación como padre. Si es padre y no la ha tenido ya, téngala cuanto antes.
¿Qué les dijo en la suya?
Que el móvil les da mucho poder, pero no sólo a ellos, también a todos los que lo usan, y que es un poder anónimo y puede ser destructivo si lo utilizan para el bullying, que muchos alumnos están sufriendo a diario.
Abusar de otros niños no es novedad, pero la tecnología digital lo pone fácil.
Pone muy fácil el anonimato y la agresión más cobarde. Otro abuso de ese poder es el sexting, el envío o recepción de imágenes sexuales. Y, créame, tenemos que lamentar a diario demasiados casos.
¿Cómo les previene del abuso?
Hay que recordarles que el contenido digital se crea en un momento, pero después se queda en la red para siempre; no lo podrán borrar y perderán el control sobre él en cuanto lo emitan. Y hay que decirlo a los hijos de un modo directo y claro.
Eso aún lo estamos aprendiendo todos.
Lo mismo sobre cualquier insulto o comentario, que puede resultar irrelevante en una conversación, pero que en la red se descontextualiza y se descontrola: adviértanles de que tampoco podrán corregirlo ni detenerlo, aunque se arrepientan y lo lamenten: no podremos ayudarlos.
Eso sólo es la cara oscura digital.
Por supuesto. Y cuando la discutíamos con las autoridades educativas de California, un pedagogo chino-americano pidió la palabra y dijo: “Cuando yo era niño, me pasaba tantas horas y horas leyendo libros que un día mi abuelo me dijo muy serio que estaba preocupado porque creía que todos esos libros me iban a secar el cerebro”.
Entendido.
Y fue ese mismo profesor quien nos dio la idea clave para la educación digital: incentivemos la creatividad con los móviles, los ordenadores, todas las tecnologías que nos dan poder de generar contenidos.
Los van a generar con o sin nosotros.
Y, al mismo tiempo, tratemos de desincentivar el mero consumo y que pasen horas y horas ante diferentes pantallas tragándose todo lo que encuentren de forma pasiva.
Evitar eso no es fácil.
El mismo profesor nos aconsejó que, cuando observáramos en algún estudiante conductas adictivas al móvil, le obligáramos a escribir un ensayo escolar de tres folios sobre lo que había visto. Lo recomendamos para regular la adicción al móvil, y funciona.
Al menos delante de usted.
La tercera directriz es precisamente: ¡aprovechemos el móvil! ¡Cuántas horas he pasado diciendo a los profesores que pidieran a los padres dinero para diapositivas, proyectores, películas, altavoces... Tecnologías para ponerlas al servicio de la pedagogía.
Todos esos trastos hoy obsoletos.
En cambio, ahora, las posibilidades son ilimitadas: cada niño tiene en su móvil una cámara de fotos, de cine, de televisión, de grabación, un estudio, una sala de montaje...
Que para aprender, bastan y sobran.
Pero también está el peligro de pasarse la juventud consumiendo tonterías.
¿Qué propone para ser creativos?
Yo, de tecnología digital, no sé gran cosa: lo imprescindible para no hacer el ridículo como pedagogo. Le confieso que jamás aprendí a programar un vídeo y que me cuesta maniobrar con algunas aplicaciones.
¿Entonces...?
Eso es estupendo, porque a cambio estoy preparado mentalmente para aprender con los estudiantes y con otros profesores.
Pues prepárese para ser humillado.
El único peligro de aprender juntos es convertir la creatividad digital en una lección aburrida. Pero cuando ven que realmente el profesor no tiene ni idea y que quiere que le enseñen, se motivan de verdad.
En California la tecnología digital crea miles de puestos de trabajo cada día.
Pero también es una de las causas por las que los profesores tienen que vivir en condiciones precarias, porque no pueden pagarse una vivienda en las ciudades. Pero, sí, es una oportunidad también.