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"La imaginación es el valor supremo de la arquitectura"

Tengo 76 años. Nací en Southend-on-Sea, una ciudad costera muy aburrida, y vivo en Londres. Tengo un hijo (23). Construyo más que nunca. Creo que lo que más ha dañado este mundo ha sido la religión y la política. La política europea me parece extrema, tonta y cansina

Sir Peter Cookarquitecto fundador del movimiento Archigram

Usted se hizo famoso con edificios imposibles.
Pero hoy son posibles. Ahora los ordenadores y la tecnología nos permiten utilizar formas y materiales que hace 50 años sólo podíamos imaginar.

Las ideas del movimiento Archigram ¿siguen siendo válidas?
Los fundadores, que pertenecíamos a la Asociación de Arquitectos de Londres, nos beneficiamos de los avances tecnológicos producto de la guerra, y eso nos permitió imaginar una sociedad distinta. Reivindicábamos el antidiseño, lo antiheroico y lo futurista.

Se convirtieron en uno de los grupos más influyentes de la arquitectura contemporánea.
Nos atrevimos a inventar cosas nuevas: Una ciudad ambulante, una ciudad enchufable, unidades de vivienda en vehículos móvi- les..., utilizando materiales y estructuras desechables o cápsulas espaciales. Lo nuestro era la tecnología punta aplicada a la arquitectura.

¿Ciudad ambulante, dice?
La Plug-in-City, proyecto que desarrollé entre 1962 y 1966, es el más claro ejemplo de utopía tecnológica. Se basa en una gran estructura sin ningún componente fijo, es decir que se podían añadir espacios comunes o habitaciones a voluntad. Ciudades y habitantes evolucionaban conjuntamente, todos los elementos eran efímeros, así que cambiaban con el tiempo. Pero debo contarle algo personal.

Adelante.
Soy hijo de un oficial de la Armada, de niño viví en muchas ciudades diferentes en las que rápidamente me tenía que ubicar, saber moverme, intuir los barrios peligrosos, adivinar dónde estaban las tiendas útiles. Desde entonces estoy fascinado por la fisonomía de las ciudades.

Cuando lanzaron su movimiento tenía usted 24 años.
Estaba recién licenciado y la arquitectura que se hacía me parecía muy aburrida. Nos interesaban las vanguardias de los años 20 de Berlín, París, Tokio y Los Ángeles.

Ya entonces proyectaba edificios y casas transparentes.
Sí, y muebles que podían convertirse en un vehículo o desmaterializarse, casas cara- vana... En 1967 proyectamos Living 1990 (Viviendo en 1990), que incorporaba robots como parte del espacio habitable, y las sillas eran a la vez vehículos con los que podías desplazarte a la ciudad.

...
Poco después, en la Bienal de Jóvenes de París presentamos Control and Choice, un conjunto de viviendas en las cuales el usuario podía decidir cómo configurar su casa según su manera de vivir en cada momento, porque las familias cambian.

... Sería de agradecer en esta época en la que los arquitectos te dicen incluso dónde debes sentarte.
Hoy las viviendas ya interactúan con las personas. La casa que aprende es algo que está a la vuelta de la esquina.

¿Qué es lo que aprende?
Aprende de la gente que la habita, dónde comen, trabajan, se relajan..., y aprende de su entorno (temperatura, humedad, luz, calidad del aire). La casa responde a ese aprendizaje reconfigurándose.

Curioso.
Propusimos robots para cuidar a los niños y a los mayores, ideas que hoy se están desarrollando en Japón. Y las paredes exteriores del museo Kunsthaus en Graz, Austria, que se comunican con el exterior, son hijas de Archigram. Sigo defendiendo que la monumentalidad del espacio debe ser sustituida por la monumentalidad de la idea.


Usted estuvo décadas sin construir, lo consideraban un teórico.
Yo soy un optimista: hace falta valor para inventar en esta profesión. Pero una de mis ventajas es que me gusta lo trivial.

¿A qué se refiere?
Cuando recorría aquellas ciudades que habité, ya observaba y apuntaba ideas. La arquitectura es algo más que procesos y normas, al final el tiempo me ha dado la razón.

¿Esperaba triunfar más allá de los 70?
Nunca viví con frustración. Mi trabajo como docente ha sido muy satisfactorio. He dirigido la prestigiosa Bartlett School of Architecture, fui nombrado profesor vitalicio en la Städelschule de Frankfurt y he dirigido el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres. Pero, dicho esto, la vida no deja de ser irónica.

En el Pompidou, Rogers y Piano aplicaron ideas de Archigram.
Sí, y también lo ha hecho Toyo Ito, pero me parece algo normal en mentes inquietas, ávidas de crear. Bebemos unos de otros.

Usted bebe de sí mismo.
Yo observo, y hoy puedo aplicar los principios en los que creía a los 24 años. Fíjese en el nuevo estadio olímpico de Londres.

Una estructura efímera.
Esa fue mi aportación. Creo que esas obras monumentales rara vez se vuelven a utilizar y acaban siendo edificios tristes. La imaginación, y la libertad, es el valor supremo de la arquitectura.