"Menos manifestaciones y más hacer"
Tengo 43 años. Nací en Bilbao y vivo en Cantabria. Mi marido es inglés. Tenemos dos hijas. Licenciada en Economía. Soy coordinadora de Redes Internacionales en la Universidad de Deusto y autoconstructora en continuo aprendizaje. Creo en la ciudadanía. Soy agnóstica
Todos a una
A base de organizar foros y de liderar movimientos sociales se ha convertido en una experta en hacer sostenibles los espacios urbanos. Todo empezó en un barrio postindustrial a las afueras de Bilbao: "Fruto de la discusión y con la aportación de expertos y ciudades de todo el mundo, hemos realizado un manual de ciudades del futuro". Nuestras ciudades del futuro (Erasmus) recoge las experiencias de seis años de desarrollo urbano, a través de los planes y estrategias del Gobierno vasco en Bilbao, San Sebastián (capital cultural europea 2016) y Vitoria, que han entendido que la participación del ciudadano en las políticas de planificación de las ciudades es básica.
Menos manifestaciones y más hacer.
...
La acción directa me parece la mejor opción.
El hacer está regulado hasta la asfixia.
Se trata de no preguntar, de que el barrio esté unido y plante cara desde el hacer.
¿Es teoría?
En el año 2000 mi marido y yo nos instalamos en Zorrotzaurre, no muy lejos de nuestro lugar de trabajo: la Universidad de Deusto. Se trata de una península postindustrial, muy contaminada, rodeada de las aguas de la ría y el canal, y con muchos problemas.
¿De qué tipo?
Tráfico rodado excesivo en una carretera en muy mal estado que producía movimiento continuo de las casas, contaminación atmosférica, suciedad, falta de servicio y pésimo transporte público.
¿Por qué escogió vivir en ese lugar?
Porque tenía una comunidad pequeña y fuerte y una naturaleza increíble.
Un lugar con posibilidades.
Me presenté para ser parte de la junta de la asociación de vecinos y comenzamos la transformación a través de un espacio de diálogo: un congreso, sitio web (Foro para un Zorrotzaurre Sostenible) e intervenciones en espacios públicos.
Cuénteme esas intervenciones.
Plantamos flores, árboles frutales, creamos huertas urbanas, un centro ecológico, organizamos talleres de permeacultura para los vecinos. El peatón debía ser el rey de la ciudad, creamos plazas porque son imprescindibles para que la personas se comuniquen.
¿Lo hicieron al margen de las instituciones públicas?
Ellos tenían otros planes y no nos hicieron ni caso. "¡Qué sabéis vosotros de cómo se debe planificar una ciudad!", fue su respuesta a nuestras propuestas.
¿Y?
Nos pusimos de acuerdo con los vecinos y fuimos a la Diputación, al Ayuntamiento y al Gobierno vasco y les dijimos que íbamos a crear un foro internacional..., eso siempre les gusta porque les da proyección. No era cierto, pero a cada uno les dijimos que teníamos apoyo de los otros dos.
Muy listos.
Así conseguimos 15.000 euros de los tres. Invitamos a bombo y platillo a los ayuntamientos y los técnicos, y eso nos sirvió para que nos tuvieran en cuenta. El resultado de ese foro fue la necesidad de una ribera peatonal, un barrio verde y restaurar las casas con revestimiento de corcho, que es un aislante barato, e instalar placas solares. Y nada de tirar el barrio entero y hacerlo nuevo, que era lo que los políticos pretendían.
¿Cuál era su plan?
Contrataron a una arquitecta, Zaha Hadid, premio Pritzker, y le pagaron un millón de euros por diseñar un barrio de 23 pisos de altura (donde había casas de cuatro plantas de principios del siglo XX), todo de cristal. Así pasábamos de una población de 450 personas a 15.000, y sin una sola zona verde.
¿Movilización?
Lo que hicimos más que ir en contra es proponer con rotundidad, y creo que eso es algo esencial. Zaha Hadid tuvo que rehacer su plan urbanístico en el que en sus plazas de cemento, entre los bloques, no daba el sol. Hoy todo está parado, y eso es una victoria, porque la comunidad ha sobrevivido.
Usted escogió un lugar todavía más radical en el que vivir.
En el 2006 mi familia y yo iniciamos la aventura de hacernos una casa tradicional en un pequeño pueblo a una hora de Bilbao con la ayuda de 200 voluntarios llegados de distintos países.
¿...?
Creamos una página web (Abrazohouse.org) para que personas interesadas en aprender la construcción de viviendas con barro como nueva forma de autoconstrucción pasen con nosotros uno o dos meses y desarrollen la fase en la que estamos trabajando. Vienen de todo el mundo.
¿Utilizan sólo materiales naturales?
Sí, y reciclados: tierra, paja, piedra y madera. Y estamos convirtiendo el terreno, casi una hectárea de prado, en un paisaje comestible, diverso, productivo y de bajo mantenimiento. Tenemos gallinas y patos, árboles frutales y huerta.
¿Y si viene el lobo y sopla?
Tiene 60 metros de pared hecha con la arcilla del terreno. En total 100 metros cuadrados, dos pisos y muros de carga. Es una casa autosostenible, con tejado verde, sistema de reciclado de aguas y térmica. Empezamos instruyéndonos nosotros: organizamos un curso y vino un experto de EE.UU. en este tipo de construcción.
¿Alguien en la zona sigue sus pasos?
Ya tenemos varios vecinos que se están construyendo casas de barro, algunos plantan viñedos, otros producen miel...Y todos los sábados viene gente de visita a conocer el proyecto: vivir de forma autosuficiente.
¿Qué ha aprendido de esencial?
La fuerza de la comunidad. Hemos creado una comunidad internacional de personas que comparten esta visión y nos ayudamos.