"Regulemos y vigilemos, ¡o se impondrán los pícaros!"
Tengo 80 años. Nací en Bayona y vivo en París. Soy economista y dirigí el Fondo Monetario Internacional (FMI). Colaboro con la ONU en el progreso de África. Estoy casado y tengo seis hijos y ocho nietos. ¿Política? Servicio público. ¿Creencias? Soy católico y pecador
Optimista
Conversé aquí hace cinco años con Michel Camdessus, un hombre muy jovial y uno de los economistas más avezados e influyentes del mundo. La crisis estaba tierna, y me anunció entonces su inminente final, a un año y medio vista ("último cuarto del 2010"...): hoy me reconoce que no supo calibrar -ni él ni los demás economistas- el impacto de la deuda soberana, acumulada por políticas económicas demasiado alegres de cada país, sobre todo los del sur de Europa... Camdessus ha vuelto, invitado por la Fundació Joan Maragall. Y sigue optimista. Me cita la sura del Corán que le regaló un amigo musulmán: "Dondequiera que mires, ves la cara de Dios". Y añade: "Y es verdad".
En el 2009 le pregunté cuándo acabaría la crisis...
¿Y qué le dije?
"A partir del cuarto trimestre del 2010".
Bueno, nos pilló desprevenidos esta crisis de la deuda soberana...
¿No podíamos verla hace cinco años?
Fuimos laxos en la vigilancia colectiva.
¿Sí? ¿Qué falló?
Los controles. No fuimos severos en su día con la deuda de los países: ¡estábamos todos inmersos en una euforia colectiva! Créditos, gasto... Y cuanto más al sur, más euforia...
Ay, ay, los economistas...
Ni podemos saberlo todo ni podemos abstraernos del estado de ánimo colectivo...
Tanta Comisión Europea, tanto FMI...
Los unos nos fiamos de los otros, y viceversa: parecía que estar en Europa era garantía de prosperidad..., y relajamos los controles.
¿Qué aconsejaría hoy a Rajoy?
Que flexibilice la economía e invierta en innovación: ¡que tenga preparadas a las empresas españolas para el próximo despegue!
¿Qué despegue?
¡La crisis mundial no será eterna! Crecerá la clase media en los Brics, y...
¿Los Brics?
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica querrán consumir: ¡preparémonos para vender!
Es usted optimista, pues.
¡Hay futuro para nuestros hijos! ¡Ánimo!
¿Ya tenemos al culpable de la crisis?
La codicia: todos quisimos extraer la máxima rentabilidad de nuestro dinero, ¿no?
Sí, pero mi codicia es de pacotilla comparada con la codicia de los bancos.
Los bancos vendieron activos a sus clientes sin detallarles los riesgos: es una falta ética.
Por la que no responden: la repetirán.
Reforcemos, pues, los controles centrales sobre los bancos, que son desmemoriados y repiten errores..., como el de prestar demasiado dinero sin garantías de reembolso.
Bien. ¿Y qué opina del caso de Islandia?
No conozco el caso lo suficiente.
Encarcelaron a directores de bancos.
Buscar chivos expiatorios es facilón.
Facilón es que el banco se quede mi piso y además me obligue a pagárselo...
El objetivo de todo banco es que sobrevivan sus clientes deudores: ¡seguro que idearán salidas para darles más margen!
O el capitalismo se autotriturará.
Cierto: el bien común es el objetivo del liberalismo económico: lea a sus fundadores, como Adam Smith. Si el capitalismo no procura el bien común, ¿para qué lo queremos?
¿No ve otros sistemas alternativos?
¿Cuba? ¿Corea del Norte? ¿Venezuela, cuyas locuras populistas se sostienen sólo gracias a sus enormes reservas de petróleo?
Lo insostenible será que cada día menos manos acumulen más riqueza.
El ánimo de lucro individual, motor legítimo del capitalismo, debe tener un límite: el bien común. ¡O se impondrán los pícaros!
Armoníceme lucro y bien común.
Con tres medidas. Una, regulemos paraísos fiscales, fondos especulativos y agencias de notación. Dos: vigilemos con eficacia y castiguemos al infractor. Y tres...: ¡ética!
¿Qué dicen de eso sus amigos del G-20?
Acabo de entregarles una propuesta elaborada con otros ex altos cargos de la economía mundial, para que la evalúen.
Resúmamela.
Que un refundado FMI regule y controle: sería un FMI con más poder y mayor representación democrática de todos los países.
Cuando dirigía usted el FMI, recibió un pastelazo en la cara...
Me tocó ser chivo expiatorio, en ese momento por la crisis asiática... El pastel era de crema, muy dulce, no fue tan grave.
Asesoró a Sarkozy como presidente de Francia: ¿cómo ve ahora a Hollande?
Hace lo que puede (y no lo que prometió a su electorado) y se ha ganado la confianza de Alemania y Europa... ¡Deseémosle suerte, por el bien de todos!
Su propuesta de ley de matrimonio homosexual tiene alterado al país, ¿no?
Se la sacó de la manga para distraernos de la crisis... y se ha topado con que la mitad de la población le contesta. Natural: decir que una unión homosexual es un matrimonio a todos los efectos... torpedea la institución familiar. ¡Y la familia es pieza fundamental!
Lo considera usted una amenaza grave.
Lo es, porque sin la familia... ¡En España, son las familias las que están aminorando el impacto del desempleo y la pobreza!
Me contó que presenciar la pobreza fue lo que le convirtió en economista...
De joven, como ingeniero militar en Argelia, conversé mucho con obreros musulmanes con los que hacíamos carreteras: su pobreza y postración me movió a estudiar economía, para ayudar a la gente a prosperar.
¿Y hemos prosperado?
Han pasado 60 años, y el mundo, a escala global, está mejor. ¡Pero sigue habiendo desfavorecidos por los que trabajar!
¿Qué consejo da usted a sus nietos para vivir en el mundo que les viene?
Estudia. Viaja. Esfuérzate. Mira el mundo como un buen lugar. No tengas miedo. Confía en ti. Y en los demás. Acepta los desafíos de servir. Invéntate tu vida. Y sé honrado.