Atrás queda la fatiga de la ampliación. Durante más de una década, la imposibilidad de emprender una ampliación ha sido el mantra de la UE. La adhesión de Croacia en el 2013 fue la excepción que confirmó la regla. Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea (2014-2019), hizo una famosa declaración según la cual ningún país se adheriría a la UE durante su mandato. Pero todo ha cambiado con la invasión de Ucrania
Los países europeos (con la excepción de Hungría) ven ahora la ampliación en general como una forma adecuada de responder a la nueva realidad geopolítica. En junio del 2022, la Unión Europea (UE) concedió a Ucrania y Moldavia el estatuto de países candidatos en respuesta a la agresión rusa. Eso puso otra vez de actualidad el tema de la ampliación y volvió a centrar la atención en los demás países candidatos de los Balcanes occidentales. Al decidir iniciar las negociaciones con Ucrania y Moldavia en diciembre del 2023, la UE se ha embarcado formalmente en un viaje hacia un futuro aún no definido.
En el pasado, la ampliación se consideraba la herramienta de política exterior más poderosa de la UE y representaba el famoso “poder transformador” del bloque. Al aceptar a nuevos miembros, o más aun, al proporcionar a los nuevos países (por ejemplo, del sur y más tarde de Europa central y oriental) una perspectiva de adhesión creíble, la UE ejercía una enorme influencia: exportaba sus valores y normas, promovía su modelo económico y social y estabilizaba su vecindario. La ampliación ha sido una parte indispensable de la historia de éxito de la UE. Y no es casualidad que se detuviera coincidiendo con la pérdida de atractivo para el mundo de la idea comunitaria en unas dos últimas décadas plagadas de crisis. La principal motivación para continuar con las ampliaciones procede del temor a que la UE corra peligro en su núcleo, más que de la esperanza de que al aceptar nuevos miembros Europa dé un paso más hacia “gobernar el mundo” (Mark Leonard).
Autotransformación
Más que la proyección del poder y la influencia en el exterior (o la transformación de la vecindad), lo que impulsa el actual debate es la autotransformación de la UE en el proceso de ampliación. La expansión de la integración europea siempre se ha vinculado a su profundización. Sin embargo, con la “policrisis europea” (en palabras de los colegas del Centro de Política Europea) y el auge en todo el continente de las fuerzas euroescépticas y de extrema derecha, la agenda de la profundización se enfrenta rápidamente a unos obstáculos cada vez mayores. Para ampliarse, la Unión necesita cambiar; este mantra se repite en múltiples ocasiones. En particular, en unas circunstancias en que la perspectiva de que Ucrania se una al bloque aparece como un momento decisivo.
Incluso quienes no siguen de modo corriente la política de la UE se han familiarizado con la idea de su capacidad de absorción. Semejante idea hace referencia a una de las condiciones clave de la ampliación: la capacidad para absorber nuevos miembros en términos políticos, institucionales y económicos. Por mucho que la ampliación sea necesaria por razones geopolíticas, la UE debe hacer sus deberes antes de seguir adelante con la aceptación de nuevos países. Desde junio del 2022, la ampliación se ha convertido en una palabra clave para una nueva batalla sobre el futuro (o incluso la finalidad) del proceso de integración comunitaria con una intensidad nunca vista desde el intento de aprobar la Constitución Europea en el 2004. La perspectiva de la ampliación constituye un cambio inevitable en el equilibrio político de poder en la UE: entre grandes y pequeños, Este y Oeste, ricos y pobres, estatistas y partidarios del libre mercado. A la Unión le aguarda una gran transformación: algunos países la desean, otros la temen; y son muy pocos los que dudan de que se esté gestando.
La cuestión del poder transformador de la UE a la inversa (la capacidad de transformarse a sí misma, no solo a los nuevos miembros) decidirá si se va a producir o no (y de qué forma) la ampliación. No hay consenso al respecto; y los próximos meses y años (sobre todo, justo después de las elecciones europeas) decidirán el rumbo comunitario. Los estados miembros coinciden en la existencia de una justificación geopolítica para la ampliación. Según el Eurobarómetro de junio del 2023, un 53% de los ciudadanos de la UE apoya la ampliación en principio, mientras que un 37% está en contra. Puede que las cifras a favor no sean abrumadoras, pero señalan la inversión de una tendencia de fondo.
Las sucesivas rondas de ampliación siempre han provocado cambios en el equilibrio geográfico de poder dentro de la UE. La del 2004 al Este acentuó la posición central de Alemania y reforzó su peso económico
El alcance y la magnitud del desafío solo son comparables a la ampliación tipo big bang ocurrida en el 2004. Ahora bien, aunque los argumentos geopolíticos en favor de la ampliación son incluso más sólidos hoy que hace veinte años, es probable que el proceso se enfrente a más obstáculos que entonces. Los más importantes están relacionados con las visiones contrapuestas existentes entre los estados miembros sobre la futura transformación de la Unión y el papel que podría desempeñar la ampliación para lograrlo.
La Europa geopolítica
El renovado interés por la ampliación ha sido provocado por el colapso de la arquitectura de seguridad europea como consecuencia de la guerra rusa contra Ucrania. Lo más espectacular es que dirigentes de países que en el pasado mostraron poco entusiasmo por la ampliación han cambiado de tono por completo. En un discurso pronunciado en Bratislava en mayo del 2023, el presidente francés Emmanuel Macron, que en el 2019 bloqueó la apertura de las conversaciones de adhesión con Albania y Macedonia del Norte, afirmó que “la cuestión no es si debemos ampliarnos... sino cómo debemos hacerlo”. Tres semanas antes, en un discurso en el Parlamento Europeo, el canciller alemán Olaf Scholz declaró que “hemos optado por una Europa más grande”, y explicó que no se trata de una cuestión de altruismo sino de asegurar una paz duradera en Europa tras la Zeitenwende de la guerra de agresión rusa. Como afirma el comunicado de la cumbre informal de la UE celebrada en Granada el 6 de octubre, “la ampliación es una inversión geoestratégica en paz, seguridad, estabilidad y prosperidad”.
Francia y Alemania ven ante todo la ampliación como una oportunidad para emprender una reforma de la UE, que consideran como un asunto pendiente al margen de cualquier nueva adhesión
Sin embargo, la comprensión acerca de cómo cumplir ese objetivo geopolítico de la ampliación varía en Europa. El giro copernicano de Francia respecto a la ampliación tiene que ver con el hecho de que, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado, ese país considera ahora la ampliación como un catalizador de la soberanía europea y no como un impedimento para ese objetivo tradicional francés. En febrero del 2023, Catherine Colonna, ministra francesa de Asuntos Exteriores, subrayó que “Ucrania será más fuerte. y Europa se fortalecerá con Ucrania”. En opinión de Francia, la UE con Ucrania podría convertirse en un poderoso agente geoestratégico en un entorno cada vez más competitivo y en un pilar de la arquitectura de seguridad europea posterior al 2022; sobre todo, porque el poderoso ejército ucraniano complementará los esfuerzos de la UE por aumentar su peso militar. La ampliación comunitaria hacia el Este constituye, por lo tanto, un paso importante y casi indispensable para hacer realidad el sueño largamente acariciado por Francia de una “Europa potencia”.
Sin embargo, ese sueño no es compartido por los países de Europa central y oriental; y ello en menor medida incluso que en el pasado. La guerra de Rusia ha demostrado lo indispensable que resulta Estados Unidos para la seguridad de la UE. Esa abrumadora impresión no se ha visto neutralizada por el reconocimiento de que la Unión debe prepararse para un Estados Unidos post-Biden que hará necesaria, o incluso inevitable, una mayor cooperación comunitaria en materia de defensa y seguridad. En Polonia y los países bálticos, las élites políticas consideran que la prioridad geopolítica es la ampliación de la OTAN y no las futuras adhesiones a la UE.
Existe la creciente percepción entre los estados miembros de que la ampliación no es la única respuesta a los actuales retos geopolíticos a los que se enfrenta Europa. Las garantías de seguridad para Ucrania y Moldavia son una parte importante de la conversación, y los países de la UE deben colaborar estrechamente con Estados Unidos y otros miembros del G-7 para desarrollar una asociación de seguridad y cubrir las necesidades militares de Ucrania a largo plazo. En ese contexto se pondrá de manifiesto la nueva naturaleza geopolítica de la UE. La inclusión de Ucrania (como futuro miembro de la UE y aliado clave) en los esfuerzos europeos será de vital importancia dado el potencial industrial del país, su papel estratégico y el nivel actual de cooperación.
La UE también tendrá que crear nuevos instrumentos financieros para sufragar las adquisiciones conjuntas y desarrollar la producción militar en la Unión. El Fondo Europeo para la Paz, que ha desempeñado un papel importante en la refinanciación de los suministros de los estados miembros a Ucrania, no es ni mucho menos suficiente. La idea de un fondo de defensa de 100.000 millones lanzada por el comisario Thierry Breton no tendrá fácil acogida. La cuestión de dónde saldrá el dinero (de la deuda común, las contribuciones nacionales o nuevos recursos propios de la UE) ocupará un lugar preponderante en el debate. Puede que solo la presión de la posibilidad de una soledad europea frente al creciente desafío ruso contribuya a reconciliar a los partidarios y a los escépticos de una UE geopolítica. Eso sería un vehículo para una gran transformación del bloque, que complementaría su más reciente impulso hacia la ampliación y se vería reforzada por él.
El centro de gravedad de la UE
Las sucesivas rondas de ampliación siempre han provocado cambios en el equilibrio geográfico de poder dentro del bloque. La adhesión de España, Portugal y Grecia reforzó el flanco sur, mientras que en la década de 1990 el bloque del centro-norte recibió un impulso. La más trascendental fue la ampliación de la UE hacia el Este. La inclusión de los países del antiguo bloque comunista condujo a una expansión hacia el Este que acentuó la posición central de Alemania y reforzó su peso económico. El escepticismo de Francia respecto a una mayor ampliación no dejaba de estar relacionada con esa experiencia de la pérdida relativa de poder de París en la UE, que se volvió mucho menos carolingia. La actual justificación geopolítica de la ampliación no disminuye la importancia de las consideraciones geoestratégicas internas de la UE acerca de cómo afectará la expansión del bloque a su centro de gravedad. Muy al contrario, su perspectiva ya ha suscitado en el seno de la Unión la formación de nuevas coaliciones que influirán no solo en la política de ampliación, sino también en la agenda general comunitaria.
En particular, la decisión de conceder a Ucrania y Moldavia el estatuto de países candidatos ha empujado a actuar a los estados miembros, que estaban más centrados en la vecindad sudoriental que en la oriental. Aunque el nuevo apoyo a la ampliación puede contribuir a reactivar el moribundo proceso de adhesión de los países de los Balcanes occidentales, el predominio de Ucrania en el debate político y su enorme relevancia geopolítica han amenazado con eclipsar la causa balcánica. En junio del 2023, Alexander Schallenberg, ministro de Asuntos Exteriores austriaco, anunció una nueva agrupación de estados miembros, los Amigos de los Balcanes Occidentales, que incluye a Austria, Croacia, la República Checa, Grecia, Hungría, Italia, Eslovaquia y Eslovenia, y que quiere aprovechar el actual impulso hacia la ampliación para acelerar la integración de los vecinos del sudeste de la UE. Los países del grupo firmaron en junio del 2023 la declaración de Göttweig, que subraya que “es vital que la UE haga pleno uso de la política de ampliación también como herramienta geoestratégica” y afirma que desean “ver a nuestros socios de los Balcanes occidentales en la mesa de la UE tan a menudo como sea posible, ya sea formal o informalmente, como participantes u observadores”. Alemania no forma parte del grupo, pero Berlín ha dejado claro que los países balcánicos no deben quedar al margen y que una ampliación que no los incluya será políticamente problemática. En su intervención en el Parlamento Europeo en mayo del 2023, Scholz pidió a la UE que cumpliera las promesas hechas a los Balcanes occidentales y acelerara su integración.
Los dos puntos clave de las reformas de la Unión serán los procedimientos de toma de decisiones (votación por mayoría cualificada) y las garantías de respeto del Estado de derecho
No existe un grupo de Amigos de Ucrania (o de Europa del Este). Sin embargo, los estados nórdicos y de Europa oriental creen que la adhesión de Ucrania constituirá el auténtico punto de inflexión para la UE y (por más que sea esencial el enfoque basado en los méritos) que Ucrania constituye un caso especial. Con el cambio de gobierno en Polonia, una cooperación más estrecha en el contexto nórdico-báltico no parece una posibilidad lejana. Los países del noreste de Europa comparten un enfoque geoestratégico en relación con la ampliación comunitaria y tienen intereses muy importantes en la adhesión de Ucrania a la UE. Hacen hincapié en la necesidad de garantizar el respeto del Estado de derecho y de las normas democráticas (ahora que Polonia ha vuelto al redil) y en el buen funcionamiento del mercado único. También contemplan la ampliación desde la perspectiva de la seguridad y tienen un enfoque pragmático de los acuerdos institucionales para que la UE esté preparada para la ampliación. Como se destaca en la exposición del primer ministro polaco Donald Tusk, el nuevo Gobierno percibe la cooperación con los socios nórdicos y bálticos como una prioridad en su estrategia de política exterior. Además, Tusk subrayó su importancia en el discurso de investidura realizado ante el Parlamento en diciembre del 2023 (en el que no hubo mención alguna a Alemania). No cabe duda de que dar forma a la agenda de la ampliación de la UE podría ser una de las ambiciones clave que intentar alcanzar en ese formato.
Sin embargo, hasta ahora todavía no se ha materializado el a menudo citado desplazamiento del centro de gravedad de la UE hacia el Este. Con todo, la posible expansión hacia el Este y el sureste de Europa y los cambios que comportará en el equilibrio de poder del bloque ha hecho saltar las alarmas entre algunos países de Europa occidental. El antiguo primer ministro portugués António Costa, ha explicado que “cada ampliación hacia el Este significa que el centro de atención de Europa se desplaza hacia el Este de Europa. No es algo necesariamente malo, pero es indispensable que demos mayor impulso a la Alianza Atlántica”. En mayo del 2023, Portugal invitó a un grupo informal de países con fuertes lazos atlánticos (entre ellos, España, Francia, Irlanda, Bélgica, Países Bajos y Dinamarca) “a debatir asuntos de interés común y a establecer el equilibrio adecuado entre las proyecciones continental y atlántica de Europa”. El grupo no tiene planes concretos, pero su formación refleja la preocupación de que el coste económico de la ampliación pueda ir en detrimento de sus intereses.
La reconstitución de la UE
La idea de una reforma institucional de la UE está sujeta a otro debate y otra dimensión (quizás los más importantes) de la transformación del bloque prevista (e impulsada por la ampliación). Aunque el tratado de Lisboa proporciona la base institucional para una UE ampliada (prepara la Unión para la ampliación), hay ya un activo debate sobre la forma de adaptar las instituciones y los procesos de toma de decisiones comunitarios. Francia y Alemania destacan como los países que presionan para que el debate avance. Un grupo de expertos independientes convocados por París y Berlín ha presentado un detallado documento de reflexión sobre cómo preparar la UE para la ampliación. Además, Annalena Baerbock, ministra alemana de Asuntos Exteriores, fue a principios de noviembre la anfitriona de la conferencia sobre Europa para debatir la reforma y la ampliación de la UE. En realidad, Francia y Alemania parecen ver ante todo la ampliación como una oportunidad para emprender una reforma de la UE, que consideran como un asunto pendiente al margen de cualquier nueva adhesión.
Especialmente para Francia, la incorporación de nuevos estados miembros a la UE no es solo una respuesta a los desafíos geopolíticos, sino también una forma de llevar a cabo una profunda transformación del proyecto europeo. En su discurso pronunciado en Bratislava en mayo del 2023, Macron afirmó que la UE necesitaba ampliarse y “replantearse muy a fondo su gobernanza y sus objetivos”. En palabras de Joseph de Weck, la ampliación puede ser la palanca que permita ver la luz a la visión de Macron de una UE fiscalmente potente, más autosuficiente en términos militares y más geopolítica. Los expertos franceses consideraron el Brexit como una oportunidad similar para un “renacimiento europeo”. Desde un punto de vista técnico, quizás ampliación no sea el término más preciso para lo que cabría aguardar al final de ese camino, que podría ser más bien una reconstitución de la UE con nuevos países a bordo.
La idea francesa incluiría un amplio uso del principio de integración diferenciada. Según Laurence Boone, secretaria de Estado francesa de Asuntos Europeos, “tenemos que pensar en una integración diferenciada”. Sin embargo, París no ha entrado a definir las áreas en las que la integración europea podría o debería avanzar en grupos más pequeños; ni si sería posible, y cómo, una cooperación más estrecha en un formato más reducido en áreas que afectan al mercado único; ni qué supondría eso para el presupuesto de la UE. Ahora bien, si la UE decidiera seguir adelante con ese concepto, los nuevos miembros entrarían en una entidad que diferiría mucho de su diseño actual.
El Gobierno alemán de centroizquierda está a favor de profundizar en la integración europea, como demuestra el objetivo a largo plazo de crear una “Europa federal” consagrado en el acuerdo de coalición del 2021, pero su atención se centra en la eficacia institucional y la cohesión, más que en una Unión de varias velocidades o varios niveles. En un discurso pronunciado en Praga en agosto del 2022, Scholz dijo explícitamente que la ampliación dependía de los cambios institucionales y mencionó la extensión de la votación por mayoría cualificada utilizada por el Consejo Europeo (en vez de la votación por unanimidad), en particular en política exterior y fiscalidad. Sin embargo, entre las prioridades de Alemania no figura un amplio uso de la integración diferenciada capaz de transformar la UE. Mientras tanto, Portugal ha lanzado la idea de una Europa a la carta y ha propuesto la idea de una UE como una casa con muchas habitaciones con distintos conjuntos de inquilinos.
A los estados miembros, la posibilidad de que se adhieran a la UE países que puedan socavar los valores y el orden basado en normas les preocupa más que el impacto negativo en la toma de decisiones
Los países nórdicos, Polonia, la República Checa y los países bálticos se muestran escépticos ante los grandes cambios institucionales. Algunos incluso han expresado abierta o tácitamente la sospecha de que la ambiciosa agenda favorecida por París y Berlín tenga en realidad como objetivo impedir la ampliación, más que posibilitarla. Sea o no ese el caso, está claro que la agenda de reformas podría enlentecer el proceso de ampliación. El nuevo Gobierno polaco dirigido por Tusk ha modificado el discurso en relación con la UE (ha declarado que su objetivo es “acelerar el proceso para que Polonia vuelva a estar plenamente presente en la UE”), pero no cabe esperar un cambio fundamental de calado con respecto a una revisión institucional. Durante una visita a Bruselas en octubre del 2023, Tusk declaró que “al margen de las posiciones francesa y alemana [sobre las reformas de la Unión], no se necesitan cambios revolucionarios”.
Poder, dinero y soberanía
Los dos puntos clave de las reformas serán los procedimientos de toma de decisiones (votación por mayoría cualificada) y las garantías de respeto del Estado de derecho. Es poco probable que un amplio grupo de países acepte nuevos miembros si no se resuelven esos problemas. Sin embargo, también existe una importante oposición a realizar cambios de gran alcance en esas áreas, y es probable que esa oposición aumente en el futuro.
Tomemos el caso de la votación por mayoría cualificada. Scholz ha sostenido que la votación por unanimidad y el uso del poder de veto por parte de los países corre el riesgo de impedir que la Unión avance y que ese riesgo aumentará con más nuevos miembros. Para Alemania, avanzar gradualmente hacia el voto por mayoría permitirá a Europa ser “capaz de mantenerse en la escena internacional”. En mayo del 2023, nueve estados miembros (Alemania, Bélgica, Eslovenia, España, Finlandia, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos), a los que se unió más tarde Rumanía, lanzaron el Grupo de Amigos para Fomentar el Voto por Mayoría Cualificada en la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE. El grupo escribió que “está convencido de que la política exterior de la UE necesita procesos y procedimientos adaptados para fortalecerla como actor de la política exterior”.
Sin embargo, muchos países, sobre todo de Europa central y oriental, siguen mostrándose muy escépticos o directamente contrarios a la extensión de la votación por mayoría cualificada. El canciller austriaco Karl Nehammer ha declarado que la UE “nunca encajará en un sistema de plantillas como el de Estados Unidos”. Los países más pequeños y medianos ya consideraron que el Brexit cambiaba en detrimento de ellos el equilibrio de poder dentro de la UE. En teoría, la llamada “cláusula pasarela” del tratado de Lisboa permite ampliar, sin necesidad de modificar el tratado, la votación por mayoría cualificada si esta se acuerda por unanimidad. Sin embargo, tal intento sacará de modo inevitable a debate la ponderación de los votos en el Consejo Europeo ya que probablemente los países más pequeños insistan en reforzar su poder de voto. Y eso resulta imposible sin un cambio en el tratado.
El rompecabezas de la votación por mayoría cualificada ilustra el riesgo que la reforma institucional supone para el proceso de ampliación. Los países más partidarios de la ampliación son los que más temen el debate sobre la reforma de la UE. Y su interés por la ampliación no compensa necesariamente las posibles consecuencias negativas que podría acarrear el desarrollo de la transformación de la UE. No son menos importantes las derivadas financieras y políticas de una UE en proceso de ampliación. Una Unión con Ucrania (y otros países) necesitará más recursos financieros; pero los países contribuyentes netos y frugales no quieren gastar más. Por otro lado, los países que se oponen a una integración más profunda se han mostrado contrarios a que la Unión adquiera nuevas competencias centrales, una consecuencia inevitable de una mayor redistribución (como en el caso del Fondo Next Generation). Un presupuesto más abultado requerirá recursos propios adicionales (quizá impuestos a nivel comunitario), lo que sería una poderosa señal de cómo ampliación y profundización van de la mano.
Por último, existe un amplio consenso acerca de que el Estado de derecho debe seguir siendo el criterio no negociable para la adhesión. A los estados miembros, la posibilidad de que se adhieran a la UE países que podrían socavar el sistema de valores y el orden basado en normas del bloque parece preocuparles aun más que el posible impacto negativo en la toma de decisiones del bloque. La experiencia con los regímenes antiliberales de Hungría y Polonia se ha citado a menudo como advertencia de que las instituciones de la UE no son capaces de gestionar con eficacia los problemas relacionados con el retroceso democrático. El fortalecimiento de los instrumentos de la Unión para proteger el Estado de derecho (como la condicionalidad presupuestaria de la UE y el artículo 7) aparece como una condición previa clave para la adhesión; sobre todo, para Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo e Irlanda (que forman parte del grupo informal de Amigos del Estado de Derecho), así como para Alemania y Francia. De todos modos, las ideas sobre cómo proteger el Estado de derecho y hacer frente a las violaciones siguen siendo vagas. Dado que se requiere unanimidad para cualquier cambio significativo, la UE parece encaminarse hacia unas negociaciones largas y abiertas, con el potencial de contradecir la autoproclamada urgencia de tomar decisiones audaces por motivos geopolíticos.
Conclusión
La perspectiva de la próxima ampliación comunitaria puede ser el detonante de una nueva gran transformación del bloque. Sin embargo, no está nada claro en qué dirección apuntará su vector. Que la UE esté finalmente preparada para la ampliación no depende de ninguna norma objetiva ni de la adopción de ninguna de las recomendaciones concretas presentadas por expertos o políticos. La verdadera medida de su capacidad de absorción es si los estados miembros pueden alcanzar algún consenso político sobre cuándo ampliar y en qué condiciones. A menos que los estados miembros logren llegar a un gran acuerdo que tenga en cuenta sus respectivas posiciones, así como el contexto geopolítico en el que se encuentra Europa, la UE no podrá aceptar nuevos países, por más que se marquen todas las casillas en la evaluación anual de la Comisión.
A principios del 2024, está abierta la cuestión de si la UE podrá llegar a un consenso sobre todos esos asuntos y de cómo lo hará. La ampliación quizás se perciba como una necesidad geopolítica, pero da la impresión de que alcanzarla supone lograr la cuadratura del círculo. No cabe duda de que las fuerzas populistas y de extrema derecha movilizarán a la opinión pública contra la ampliación; y las elecciones europeas de junio del 2024 serán el escenario de una encarnizada batalla también respecto a ese desafío fundamental. Los resultados de una encuesta sobre la percepción de la ampliación realizada por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en seis estados miembros (Alemania, Francia, Dinamarca, Polonia, Rumanía y Austria) resultan inquietantes y constituyen una advertencia. Un gran número de ciudadanos europeos cree que la adhesión de Ucrania a la UE contribuirá a socavar en lugar de reforzar la seguridad de Europa (una media de un 45% frente a un 25%). En el caso de los países de los Balcanes occidentales, las opiniones son igualmente sombrías, ya que pocos europeos consideran que su posible adhesión suponga un aumento de los beneficios para la seguridad de la UE (un 23% frente a un 33% que opina lo contrario). En general, el temor de que la aceptación de nuevos miembros pueda arrastrar a la UE a conflictos parece ser mayor que la convicción de que su adhesión aislará a Europa de las influencias rusas o chinas.
Ahora bien, en la mayoría de los países, entre un 20% y un 40% de los encuestados no tiene una opinión o se muestra indiferente ante la perspectiva de la adhesión de Ucrania y ante la ampliación en general. Eso señala la existencia de un amplio sector de europeos que pueden ser convencidos de que su propio futuro depende –como nunca antes– de la determinación de la UE de hacer uso de su principal baza: la integración de sus vecinos europeos en la esfera de la paz y la prosperidad económica. |||
Piotr Buras es director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), Varsovia; investigador senior en política
Nota
Este artículo se basa en gran medida en el documento “Trampa 27: los razonamientos contradictorios sobre la ampliación de la UE” escrito por el autor junto con Engjellushe Morina y publicado por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).