En la versión política de La isla de las tentaciones , el despechado líder de la ultraderecha británica ve al diputado Rupert Lowe en la cama con Elon Musk y, furioso, sale corriendo hacia la cabaña que comparte con su amante norteamericano amigo de Trump con el evidente propósito de darle una trompada. “Nigel, por favor”, exclama espantada la presentadora del reality show que estos días tiene fascinado a Westminster.
Nigel es Nigel Farage, el líder de Reforma UK, el objeto de su ira es Rupert Lowe, a quien ha suspendido y retirado de la disciplina del Partido como castigo, y el espectáculo es la autodestrucción de la extrema derecha del Reino Unido al poco de haber obtenido el mejor resultado de su historia en unas elecciones generales (14,3% de los votos y cinco diputados), cuando lideraba los sondeos y estaba recibiendo más dinero que nunca de donantes multimillonarios contrarios al cambio climático y la transición hacia la energía verde. El primer ministro laborista, Keir Starmer, y la líder conservadora, Kemi Badenoch, se parten de la risa con unos cubos gigantes de palomitas y se olvidan por un rato de sus propios problemas. ¡Farage, por favor!
Decía Napoleón que nunca intervengas cuando el enemigo está en proceso de autodestruirse, y eso es precisamente lo que está haciendo Reforma por el choque de egos y de testosterona entre los hombres multimillonarios que constituyen su cúpula (con el rey sol Farage como un Wotan furioso que no perdona), acostumbrados a que nadie les lleve la contraria. Se trata de un partido atípico, constituido legalmente como una sociedad sin ánimo de lucro, con seguidores en vez de afiliados y sin mujeres en su estructura de mando. Para una moción de censura al líder hacen falta las firmas de la mitad de los 350.000 socios que dice tener en la actualidad, una misión casi imposible.
La farsa empezó cuando Elon Musk, capaz de envenenar cualquier cosa, planteó la posibilidad de donar cien millones de dólares a Reforma, pero cuestionó el liderazgo de Farage por no ser suficientemente de ultraderecha y no acoger en sus filas al neofascista Tommy Robinson, sugiriendo que Rupert Lowe, diputado por Great Yarmouth y propietario de una fortuna de 40 millones de euros amasada en el sector tecnológico, haría un mejor papel.
Millonarios escépticos del cambio climático con intereses en la energía fósil son sus principales mecenas
Los halagos de Musk hincharon como un pavo real a Lowe –que era y sigue siendo un perfecto desconocido en la escena política británica–, hasta el punto de criticar en la televisión a su jefe (a quien hasta entonces había hecho la pelota) como “un mesías incapaz de delegar que todavía no ha demostrado tener lo que es necesario para llevarnos a la tierra prometida”. Reforma es Farage, y con Farage no se juega, así que al día siguiente el Partido suspendió al diputado díscolo denunciándolo a la policía por acoso a dos mujeres de su equipo, amenazas de violencia al presidente del grupo Zia Yusuf y reírse de personas con discapacidades. Aunque su carácter irascible es bien conocido en los pasillos del Parlamento, él niega todos los cargos y dice que es una vendetta .
Que algo de vendetta hay parece innegable, aunque Farage jure y perjure que la concatenación de acontecimientos en el tiempo es una extraordinaria casualidad. También es innegable un elemento de batalla ideológica dentro de Reforma, con su líder intentando forjar una coalición que vaya desde el centro hasta la extrema derecha, e incluso laboristas desencantados afines a Jeremy Corbyn, para suplantar a los conservadores, y Lowe (con Musk detrás) con una agenda mucho más radical en la que figura “la deportación de más de un millón de inmigrantes ilegales”, Trump bis.
Farage es un populista narcisista con muchos adeptos (tiene un gran público entre los jóvenes de entre 18 y 24 años que lo ven como una figura rebelde y disruptiva, cool y sexy), capaz de crear un partido de la nada como hizo antes con el Ukip y el Brexit Party, y ahora con Reforma UK. La mayor crítica es que pretende que la formación sea un culto a su personalidad, sin ningún tipo de disidencia, y ello desemboca en un amateurismo que contrasta con la profesionalización de sus rivales.
Farage ha logrado llevar a Reforma a lo alto de las últimas encuestas, por delante de Labour y tories , sin necesidad de formular ninguna política concreta, limitándose a cuestionar los postulados medioambientales y la cultura woke , denunciar en genérico el exceso de inmigrantes pero sin presentar una estrategia al respecto, y prometiendo recortes de impuestos que beneficiarían sobre todo a los más ricos. Pero ni una palabra sobre el gran dilema del país, que consiste en generar crecimiento económico sin endeudarse más e ir a la quiebra.
Las posibilidades de descabalgar a Farage de Reforma UK son mínimas por la estructura del partido
El mal aliento de Trump tiene un radio de acción muy amplio y a la derecha británica (y europea en general) la tienen descolocada. La mayor parte de su programa es un sueño, pero la amistad con Putin y la traición a Zelenski y Ucrania la han dejado muda. También a Farage, que prefiere golpear a cualquiera que desafíe su autoridad interna. ¡Nigel, por favor!