El primer Ramadán de la “Siria libre” tiene menú vegetariano. Al menos así será en casa de Um Hasan, guardiana desde hace tres décadas de la tumba de Saladino, el mítico conquistador del siglo XII enterrado en la mezquita de los Omeyas de Damasco. Sentada frente al mausoleo, en plena limpieza preparativa para la visita del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ríe con ironía ante posibilidad de romper el ayuno con un plato de carne: su salario del Ministerio de Asuntos Islámicos, de 250.000 libras sirias (25 euros) equivale a dos kilos de cordero. “Arroz y sopa de patatas y garbanzos bastarán para hoy”, asegura, aunque sostiene que, a pesar de todo, “es el Ramadán más feliz de todos; es el primero sin Bashar”.
A unos pocos metros, unos exinsurgentes de HTS (Organización para la Liberación del Levante), escanean con la mirada escondida bajo el pasamontañas la vestimenta de las mujeres que entran por el pórtico principal del templo. A pesar de los voluminosos abrigos de invierno, la mayoría tienen que ponerse una abaya azul que disimule su figura antes de entrar a rezar.
Para muchos suníes de Siria, que asciende a un 75% de la población, el ascenso al poder de los islamistas de Idlib, descendientes de Al Nusra, ha sido un regalo de Dios. “Gracias a Alá, este año habrá familias que puedan juntarse después de trece años”, asegura Basel Mohamed, obrador en una de las pastelerías tradicionales del centro de la capital. La evaporación del régimen de El Asad ha permitido que muchos sirios, desplazados dentro y fuera de las fronteras del país, regresen sin miedo a ser detenidos y trasladados a una prisión.
Pero igual que los maarouk recién horneados de Basel, la rebelión de HTS es un dulce que sale demasiado caro. “No tenemos dinero, ni la posibilidad de comprar lo mínimo para poner en la mesa”, explica el damasceno de 52 años, quien casi no tiene clientela. Ni siquiera se plantea practicar el zakat , la limosna obligatoria del Ramadán. “Actuar con bondad y la religión sólo es posible cuando llegas al mínimo; y ahora mismo casi nadie está en esa situación”.
Las revoluciones tienen un coste inmenso, y los cambios de alianzas geopolíticas aún más. La guerra civil siria ha dejado un agujero de 800.000 millones de dólares en la economía nacional, según el Programa de Desarrollo de la ONU. Calcula, además, que el país no logrará recuperarse de sus heridas hasta el 2080 en el caso de que ningún conflicto más entorpezca su crecimiento.
Con 800.000 millones de dólares de agujero, la ONU calcula que el país no se recuperará hasta el 2080
A todo ello se le suma el colapso de las industrias del régimen y del corte inmediato de gas y petróleo de Iran. La red eléctrica, destrozada por el conflicto, sólo provee de unas escasas dos horas de luz. La conexión a internet estable es todavía un sueño en la mayoría del extenso territorio sirio.
El nuevo gobierno espera con los brazos abiertos a su nuevo gran aliado, Turquía, quien aún tardará en construir la infraestructura necesaria para abastecer de electricidad a ciudades como Damasco y Alepo. El ejecutivo interino, liderado por el exmiliciano Ahmed el Sharaa, trata de liberalizar la proteccionista economía siria a través de la eliminación de subsidios a productos básicos como el pan o el carburante.
Por primera vez en 54 años, los dólares fluyen en pequeños puestos en las aceras de la capital. Durante la dictadura, la mera mención al “verde” podía hacerte desparecer. Ahora, sin embargo, son muchos los que buscan deshacerse de las volátiles libras sirias, que aún conservan la efigie de Bashar en los billetes de 2.000 (20 céntimos de euro).
“Hay camellos que valen una libra, pero ni una tenemos para comprarlo”. Es el resumen de Ranem, una estudiante de historia de la Universidad de Damasco, quien pasará su primer iftar (rotura del ayuno) trabajando. Lamenta que su sueldo “apenas dé para sobrevivir”, pero sostiene que es un sacrificio por la nueva era de Siria. “Antes no se nos permitía rezar en la universidad y –desde la caída del régimen– tenemos un espacio específico para ello”.
HTS ha llevado el furor del mes del ayuno a la capital siria, donde también residen grandes núcleos de población cristiana y de otras minorías que no celebran la tradición islámica. Algunos temen que la nueva autoridad imponga medidas más estrictas para aquellos que no ayunen. Nour, quien no da su nombre por seguridad, asegura que ha aumentado las precauciones en su bar, donde aún se sirve la cerveza nacional siria Afamia.
Muchos sirios temen que el nuevo gobierno imponga medidas más estrictas para quienes no ayunen
A pesar de practicar el islam de forma integrista, El Sharaa ha mantenido en sus discursos que todos los sirios y sus creencias serán respetadas. “Ramadán es el mes de la fraternidad y la tolerancia”, aseguró en un mensaje institucional. “Es una oportunidad para todos nosotros para unir filas por la construcción de la Siria que soñamos; una Siria en la que la libertad y la dignidad son derechos para todos sin excepción”, concluyó.
“Yo, por si acaso, no fumaré en público”, dice un estanquero cristiano, quien bromea con que “ese es el ayuno más difícil de todos”. En la misma calle, justo antes del primer rezo tras la caída del sol, una mujer con su hijo en brazos aprieta el paso para no perderse la ceremonia. El pequeño, enfurruñado, viste con disfraz y gorrito de Papá Noel. Ramadán kareem (Feliz Ramadán).