Loading...

La era Trump alienta el deseo de Rusia de volver a un mundo en el que EE.UU. no sea el único líder

Seísmo geoestratégico

Moscú aspira a mantener un área de influencia que incluya a sus vecinos europeos

Recreación hace unos días en Volgogrado de una batalla de la Segunda Guerra Mundial

Uncredited / Ap-LaPresse

En los últimos meses los altos cargos del Gobierno ruso han repetido que para llegar a un acuerdo que ponga fin a la guerra, Ucrania debe “aceptar la realidad”. Y últimamente han alabado a Donald Trump y su equipo porque han empezado “a comprender” la posición de Moscú.

“La nueva administración está cambiando rápidamente todas las configuraciones de política exterior. Esto coincide en gran medida con nuestra visión”, dijo ayer el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, en la televisión estatal.

Eso que Moscú llama “realidad” va mucho más allá que aceptar simplemente que sobre el terreno las tropas rusas ocupan un 20 % de Ucrania, que ésta difícilmente podrá recuperar. Tiene que ver también con la forma en la que Rusia ve el mundo y cómo quiere que el mundo la vea.

Una patrulla policial junto al Kremlin este febrero 

MAXIM SHIPENKOV / EFE

La Rusia de hoy es heredera de su propia historia: de un imperio ruso que trataba de igual a igual con Alemania y al imperio británico; y de la URSS, que salió vencedora en al Segunda Guerra Mundial y que durante la guerra fría mantuvo el pulso a Estados Unidos hasta que se derrumbó. En los primeros años de la era Putin fue ganando terreno la idea de que Rusia debía ser tratada de igual a igual por las otras potencias. Formar parte del entonces G-8 era lo normal y en Moscú se daba por supuesto que para resolver los grandes asuntos del planeta se debía contar con Rusia.

En un trabajo publicado el año pasado en Globalsec, el politólogo eslovaco Daniel Smihula explicaba que el “concepto imperial ruso” no se basa en la felicidad o el bienestar de sus ciudadanos, ni en la paz, ni mucho menos en los valores de las democracias liberales occidentales. “El verdadero objetivo de la política y la diplomacia es incrementar el poder y el territorio del Estado ruso”, escribía.

Una de las condiciones para ser reconocida como uno de los principales países del mundo es que el resto de potencias respeten sus intereses y su área de influencia. A Moscú no le gustó las diversas expansiones de la OTAN hacia el este de Europa, y en especial la de 2004, que incluyó a las tres repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania). Pero no pudo oponerse.

Lee también

Rusia y EE.UU. avanzan en la restauración de sus relaciones con una segunda reunión en Estambul

Gonzalo Aragonés

Una década después la situación era diferente. El Kremlin había dado varios avisos: el famoso discurso de Putin en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007, advirtiendo contra un modelo unipolar, o la guerra contra Georgia de agosto de 2008.

“La irritación rusa iba en aumento con cada nuevo Estado que se entraba en la OTAN. Desde 2008 quedó claro que Moscú consideraba una línea roja la adhesión de Ucrania a la OTAN, como advirtió Putin durante la cumbre de la OTAN en Bucarest. El Euromaidán de 2014 en Ucrania, apoyado apasionadamente por Occidente, contribuyó a la sensación de que éste había decidido hacer caso omiso de cualquier línea roja marcada por Rusia”, explicó Fiódor Lukiánov, director de la revista Russia in Global Affairs .

Trump “está cambiando la política exterior” y “eso coincide con nuestra visión”, dice Peskov

Como reacción a la revolución prooccidental del Maidán en Kyiv, Rusia se anexionó en 2014 la península de Crimea. Poco después estalló la guerra del Donbass. Antes de que Putin metiese su ejército en Ucrania en febrero de 2022, Rusia exigía la neutralidad del país pues, sostenía, lo contrario era una amenaza a la seguridad rusa por la posibilidad de que en el futuro ingresase en la OTAN.

La intervención militar rusa en Ucrania también se ve en Moscú como el último intento de corregir un sistema que desde la Segunda Guerra Mundial ha liderado Occidente y, en especial, EE.UU.

Aislada de Occidente también económicamente por las sanciones, Rusia ha buscado alianzas con el sur global, como sus socios de los BRICS, y ha fortalecido su “relación especial” con China, junto a la que ha proclamado el compromiso de formar una nuevo sistema multipolar que rompa el monopolio estadounidense.

Putin y Xi, juntos en 2024 en Kazan 

Maxim Shemetov / Reuters

Durante la visita de Vladímir Putin a Pekín en mayo de 2024, tanto el presidente ruso como su homólogo chino, Xi Jinping, insistieron en la necesidad de promover un nuevo orden mundial basado en la multipolaridad. En octubre, en la cumbre de los BRICS en Kazán, Putin dijo que “está en marcha un proceso dinámico e irreversible para formar un mundo multipolar”.

Y en estas estábamos cuando llegó Donald Trump.

Su excéntrica forma de hacer agrada a Moscú, principalmente porque parece aceptar la posición de Rusia, se ha mostrado conciliador con Putin y ha aplicado mano dura al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, con quien ha tenido varios enfrentamientos sonados y públicos.

Lee también

Sánchez defiende la soberanía europea y rechaza el “vasallaje” a Trump y Putin

Juan Carlos Merino

El nuevo presidente estadounidense ha cambiado radicalmente la política de su país sobre la guerra, que cumplió su tercer aniversario la semana pasada. El viernes, durante la tensa discusión que tuvo con Zelenski en el despacho oval, le dijo que Ucrania estaba perdiendo la guerra y que no tenía “cartas” para jugar.

En el periódico militar Krásnaya Zvezdá el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha elogiado a Trump por su “sentido común” de poner fin a la guerra en Ucrania (“es un pragmático”) y acusó a los países europeos de intentar prolongar el conflicto.

Queda “un largo camino”, advirtió Peskov. Pero que la nueva administración estadounidense haya dicho que Ucrania tendrá que renunciar al territorio ocupado por Rusia y no ingresará en la OTAN, o que llamase a Putin y acordase con él empezar a negociar la paz antes de ponerse en contacto con Zelenski o los europeos, alimenta las aspiraciones de Rusia de recuperar su lugar de referencia en el mundo y de dictar el estatus político de sus vecinos.