Tercera guerra mundial, ahora sí

El Patio Digital

Tercera guerra mundial, ahora sí
Periodista

Tercera guerra mundial ha sido una tendencia en redes recurrente en los últimos años. Los tambores de conflicto a escala internacional han retumbado en numerosas ocasiones en X, especialmente en los episodios más destacados de la invasión rusa de Ucrania, los bombardeos de Israel en Gaza o Líbano, o incluso cuando la situación de Taiwán aparecía tímidamente en los medios. Parece como si la red quisiera anticiparse, no sin aplicar cierta mezcla de morbosidad, alarma y frivolidad en el asunto. A algunos, esto de la guerra les parece una especie de videojuego. Cuidado con lo que deseas, porque se puede acabar cumpliendo.

Pero esta vez tenía sentido. Quien acababa de advertir de una nueva guerra mundial, en directo y ante las cámaras de todo el planeta, era el mismísimo presidente de EE.UU. En microsegundos, el TT se hizo solo. No cabe aquí repetir lo que ocurrió en el despacho oval: la bronca de Donald Trump y su vicepresidente J.D. Vance al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ya es historia. No sabemos a qué precederá, pero no hace falta leer mil análisis para entender que la burda diplomacia trumpista abre una vía incierta en el tablero internacional.

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Volodímir Zelenski abandona la Casa Blanca el pasado viernes 

SAUL LOEB / AFP

Las redes, siempre a la velocidad de la luz, lo detectaron a la primera. El alud de comentarios, de todos lados y por todos los frentes, es de aquellos que pueden arrastrar al más cuerdo al scroll infinito. El algoritmo te teletransporta hacia todas partes y ninguna. Hablan senadores y congresistas, influencers, periodistas y figuras públicas estadounidenses que nunca habrías conocido. Pasa lo mismo con europeos o de vaya usted saber dónde. Parecen ser expertos en política internacional, pero sin una mínima investigación, es imposible distinguir el personaje relevante del comentarista oportuno. Acabas enganchado. Y todos estos comparten timeline con tus habituales, desde los periodistas a los que sigues hasta el colega y el anónimo indescifrable. Es una conversación enloquecida que quizás, solo quizás, refleja el desconcierto y desazón generalizado. Vamos, lo de siempre: el mundo se hunde y tú lo contemplas desde el sofá.

La primera reacción, en caliente, es la de acusar a Trump y Vance de “matones de colegio”. La palabra encerrona también es muy repetida. El modus operandi del presidente y su veep sugieren que la “bronca” y el “intento de humillación” fueron premeditados. El lo-tomas-o-lo-dejas MAGA es, para muchos, una escena de una película mafiosa. O simplemente, un ejemplo, a ojos de todos, de cómo de crudas son las relaciones internacionales. El recibimiento del inquilino de la Casa Blanca a Zelenski, con comentarios irónicos sobre su vestimenta, refuerza la tesis de la emboscada de dos bullies al líder que defiende a su país en guerra. Y es que, como muchos recuerdan, la gorra y la camiseta de Elon Musk no habían molestado tanto al presidente.

La primera reacción es la de identificar a Trump y Vance como dos “matones de colegio” que perpetran una emboscada a Zelenski

Los demócratas estadounidenses —nunca tuvo más sentido este apelativo para el partido del asno— se activan como nunca. El giro prorruso es el principal caballo de batalla. La cuenta oficial del partido cuelga un montaje con la bandera rusa y el mensaje “Putin first”. La consigna es de la de haber sentido “vergüenza” ante la actuación de su presidente. Incluso hay disculpas al resto del mundo. Desde las catacumbas de la red resurge el affaire Krasnov, que no es otra cosa que el rumor, por supuesto no confirmado, de que Trump sería en realidad un agente secreto al servicio del Kremlin desde la época soviética. Aunque parece una estrategia muy burda, refuerza la tesis del vínculo con Putin.

Es recurrente también remitirse a Ronald Reagan, que, en este punto, es el bueno de la película. “Se estaría removiendo en su tumba”, indica un usuario. La cuenta Republicans against Trump (@RpsAgainsttrump) difunde un vídeo del 2016 de Marco Rubio, hoy secretario de Estado de la Administración Trump, proclamando entonces que evitaría que “un estafador” se apoderase del “partido de Reagan y del movimiento conservador”. No ha sido así. Muchos se fijan ahora en la visible incomodidad de Rubio durante la bronca del despacho oval. Y se lo reprochan, claro: “Vendió sus principios por poder”.

Especial furor causan los montajes con IA de las cuentas de Anonymous. Putin arrastra a su mascota Trump por un paseo nevado, probablemente ruso. O Trump, como marioneta de Putin. O el presidente ruso, borrando las barras y estrellas de la bandera estadounidense, para convertirla en la bandera. Y, por supuesto, esos vídeos animados, de un realismo inquietante, en los que Zelenski se pelea con Trump y Vance o sencillamente noquea al presidente estadounidense con un golpe en la cabeza al más puro estilo Bud Spencer.

Es cierto que los trumpistas han contraatacado, especialmente contra Zelenski. Como también lo es que se pueden ver posturas de un pacifismo más o menos sincero desde sectores antisistema (o no tanto). Sin embargo, la conversación genera unos consensos inéditos. Diríase, en un análisis a vuelapluma, que se ha formado una especie de coalición contra Trump que no deja de ser antinatura. Actores muy distintos, desde la derecha liberal hasta la izquierda, comparten su postura contra el inseguro nuevo orden mundial que impone el presidente estadounidense, avalando siempre la ley del más fuerte y sin ninguna regla. Y es que esta unión de intereses frente al autoritarismo ya se ha dado en la historia: fue en tiempos de guerra mundial.

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