Unas cuantas piezas del puzle se habían ido perdiendo poco a poco a lo largo de los últimos años, pero la encerrona a Zelenski en la Casa Blanca fue como dar un manotazo furioso y que todas las restantes saltaran de repente por los aires (el futuro de Ucrania y de la OTAN, la seguridad de Europa, la relación con Estados Unidos, el concepto mismo de lo que llamábamos Occidente...). Los aliados europeos y Canadá se pusieron este domingo en Londres de rodillas en el suelo para empezar a recuperar cuantas más de ellas mejor, pero no está claro si será posible completar un rompecabezas roto.
El primer ministro británico Keir Starmer, como anfitrión de la cumbre y asumiendo un papel de líder geopolítico que no esperaba, anunció el acuerdo para un plan de cuatro puntos, bastante genérico: incrementar la ayuda militar a Kyiv (1800 millones de euros adicionales para comprar cinco mil misiles antiaéreos), que Zelenski esté presente en las negociaciones, la formación de una “coalición de voluntarios” (como en la guerra de Irak) para defender Ucrania, y el respaldo de Estados Unidos a un eventual alto el fuego. En el fondo, nada nuevo bajo el sol, sino la repetición de las mismas ideas que el presidente francés Macron y el propio dirigente laborista llevaron la semana pasada a Washington. Y que dejaron completamente frío a Trump.
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Zelenski encontró en Starmer, Macron y el resto de líderes reunidos en Londres el aprecio que no tuvo en la Casa Blanca (Justin Tallis / AFP)
El primer ministro británico, Keir Starmer, como anfitrión de la cumbre de Londres y en un papel de líder geopolítico que no esperaba, planteó una tregua inicial de un mes a fin de preparar el terreno a un alto el fuego definitivo, el incremento de la ayuda militar a Kyiv (1.800 millones de euros adicionales para comprar misiles antiaéreos) y la formación de una “coalición de voluntarios” (como en la guerra de Irak) para defender Ucrania con el respaldo de Estados Unidos. Antes de abandonar Londres, Zelenski declaró que está dispuesto a firmar el acuerdo sobre los minerales y las tierras raras con Washington, pero de ninguna manera a ceder los territorios ocupados por Putin. Respecto a la bronca con Trump, dijo que no tiene por qué pedir perdón.
El rey Carlos III recibe a Zelenski con una calidez que contrasta con el trato humillante de la Casa Blanca
“Europa ha de correr con la mayor parte del peso, pero es fundamental el apoyo de los Estados Unidos. Nos encontramos ante una de esas coyunturas que marcan a una generación”, afirmó Starmer, preparando el terreno para que Zelenski regrese a Washington con un plan concreto, que los interlocutores europeos de Trump (Macron, Meloni, Starmer...) habrán intentado vender antes al presidente de EE.UU.
Hay piezas del puzle desperdigadas por el suelo que será factible recuperar, con un aumento del gasto de defensa y de la ayuda a Ucrania por parte de UE, quizás incluso el envío de tropas europeas al frente del Este, pero no será fácil reestablecer la imagen original de unos Estados Unidos abrazados al viejo continente y unidos por unos mismos valores y un mismo respeto a las democracias liberales. Algo se ha roto y eso se palpaba anoche en el ambiente sombrío de la Lancaster House.
“Las palabras no sirven para derrotar a los tanques rusos”, dijo Zelenski, acostumbrado a recibir palmaditas en la espalda (en Londres fue recibido con gran calidez por el rey Carlos y Starmer le puso la alfombra roja, en contraste con la emboscada de Washington). Pero las palabras sí pueden destruir el orden mundial posterior a Yalta, sobre todo si salen de la boca de un Nerón norteamericano dispuesto a quemar Roma, que dice que Ucrania empezó la guerra y que la UE fue creada para fastidiar a los Estados Unidos, en un mundo dirigido por oligarcas ultranacionalistas y autocráticos que van de la mano de magnates tecnológicos como Bezos y Musk.
El primer ministro británico Keir Starmer insiste en que “hay que seguir confiando en Trump como aliado”
¿Hay una alianza entre Putin y Trump para debilitar a Europa? ¿Va Estados Unidos a traicionar a Kiev? ¿Está acabada la OTAN? ¿Intervendría Washington para responder a un ataque ruso a Polonia, Finlandia o los países bálticos? ¿O es capaz de volverse contra sus viejos socios ( no sólo imponiendo tarifas) y apoderarse por ejemplo de Groenlandia? Más allá del intento de forjar un plan de paz para un alto el fuego digno en Ucrania, son las preguntas que flotaron en el ambiente de la lúgubre reunión londinense.
Starmer, en su condición de anfitrión y con un protagonismo que no oculta un giro radical a la derecha siguiendo la estela de Trump en cuestiones como la inmigración, la ayuda exterior, el Estado de bienestar y el cambio climático, sugirió tras el encuentro una solución de geometría variable en la que unos países de la UE aporten más en término de dinero y tropas, y otros menos (el Reino Unido anunció dos mil millones de euros en ayuda adicional a Zelenski, que saldrá de los fondos congelados a oligarcas rusos). E insistió en que “es imprescindible el apoyo norteamericano al plan y que los Estados Unidos estén alineados con Europa”. El primer ministro británico cree que Londres puede beneficiarse de un papel como puente transatlántico, librarse de las tarifas comerciales y cambiar asistencia militar por concesiones comerciales de Bruselas, sacando por primera vez rendimiento a la libertad del Brexit. Una carambola a múltiples bandas, en la que el tiro le puede salir por la culta. Ya se sabe lo que le pasó al puente sobre el río Kwai.
Starmer y el secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte, aseguraron que Trump sigue siendo un aliado y se puede confiar en él, mientras que Ursula Von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea) expresó “el consenso cada vez mayor de que la UE tiene que rearmarse”, y el primer ministro polaco Donald Tusk dijo que “no podemos rendirnos al chantaje y la agresión”.
Propuesta de un plan de geometría variable en el que unos países contribuyan más que otros en la ayuda a Kyiv
La cumbre de este domingo en Londres no fue el Congreso de Viena que puso fin a las guerras napoleónicas, ni el Tratado de Versalles que lidió con las consecuencias de la I Guerra Mundial, ni la Conferencia de San Francisco donde nacieron las Naciones Unidas, ni el Concilio de Trento que dio pie a la Contra Reforma, ni Bretton Woods, que estableció un nuevo orden financiero. Sólo un pequeño paso para adaptarse al mundo, según Donald Trump.