Trump quiere que Ucrania capitule
Donald Trump quiere que Ucrania capitule y de las gracias. “No puedes ganar, ríndete”, vino a decirle ayer en el despacho oval durante una reunión muy tensa en la que él y el vicepresidente Vance se mostraron muy agresivos y maleducados con un Zelenski acorralado. Trump y Vance querían que les agradeciera su mediación diplomática para alcanzar un armisticio, pero Zelenski les preguntó de qué diplomacia estaban hablando, que qué sentido tenía firmar un tercer acuerdo de alto el fuego con un Putin que ya había violado dos, los que Ucrania firmó con Rusia en el 2014 y el 2015. Estos acuerdos de Minsk nunca funcionaron y no evitaron que hace tres años Putin ordenara una invasión total de Ucrania. Zelenski quiere que Estados Unidos, hasta ahora su principal aliado, garantice la próxima tregua, pero Trump no quiere garantizar nada. Piensa que los europeos deben asumir esta tarea.
La bronca de Trump a Zelenski frente a las cámaras de televisión que retransmitían en directo, era la bronca de Putin a Zelenski. Trump hizo de Putin ante al presidente de una Ucrania que, al frenar el avance ruso, ha luchado para defender los mismos principios que Estados Unidos ha defendido hasta ahora, ninguno más importante que la democracia y la inviolabilidad de las fronteras.
Un cartel en la ciudad de Mariupol: “Es una ciudad fuerte”
Trump intentó ayer que Zelenski firmara un acuerdo comercial para ceder a Estados Unidos parte de sus recursos naturales y Zelenski estaba dispuesto si, a cambio, obtenía la garantía de que si Putin violaba el alto el fuego Trump le pararía los pies. Pero Trump no quiere imponer ninguna condición a Putin y Zelenski se marchó de la Casa Blanca sin firmar nada.
Zelenski sabe que no podrá resistir mucho más sin la ayuda militar y financiera de Estados Unidos. El apoyo de la Unión Europea y el Reino Unido no serán suficiente. Rusia ha impuesto una guerra de desgaste en la que tiene ventaja por la simple razón de que tiene más soldados y está dispuesta a sacrificarlos.
El ejército ruso, que ha sufrido unas 800.000 bajas en estos tres años de guerra, tiene a 720.000 soldados en el frente. Solo el año pasado reclutó a 430.000. A Ucrania, sin embargo, le cuesta ampliar sus filas. Aunque haya movilizado a 880.000 soldados, no hay tantos en la línea de contacto. Allí, a lo largo de los 1.500 kilómetros que dividen a los dos ejércitos, Ucrania tiene muchos menos hombres. Un soldado por cada seis rusos.
El valor de una vida es muy diferente en Rusia que en Ucrania. Rusia avanza con carne de cañón y Ucrania cede terreno para salvar las vidas de sus militares. No sólo es una cuestión de principios. La realidad demográfica se impone. Aunque ambos países pierden población, Rusia es mucho más grande: 142 millones de habitantes frente a solo 37 millones de ucranianos.
La crisis demográfica de Ucrania es muy grave. El país tenía 52 millones de habitantes en 1993, 46 al inicio de la guerra en el 2014 y 41 en febrero del 2022, cuando Putin invadió de nuevo.
Ucrania ha mantenido la edad militar en 25 años, pero ahora necesitará bajarla hasta los 18. Muchos padres han ido a la guerra para que no tengan que hacerlo sus hijos. La situación es insostenible.
Ucrania debería cambiar de estrategia. Debería ser capaz de atacar la retaguardia rusa con más efectividad y resistir con menos hombres. Pero para ello necesita las armas que no tiene porque sus aliados, a pesar de toda la ayuda, se han mantenido prudentes. No es que no quieran que Ucrania no gane, pero temen las consecuencias de que Putin no lo haga.
Zelenski no puede seguir luchando y Trump quiere que Putin gane. Considera que puede hacer mejores negocios con él que con Zelenski. El acuerdo sobre los minerales ucranianos es poco comparado con las oportunidades que tendrían las petroleras norteamericanas si pudieran volver a trabajar en Rusia.
Hace unos días, Estados Unidos votó en el Consejo de Seguridad en contra de una resolución que condenaba a Rusia por invadir Ucrania. Por primera vez no estuvo junto a sus aliados, sino con Rusia, China y Corea del Norte.
Es un mundo nuevo, uno en el que Europa ha de asumir una responsabilidad que Estados Unidos no quiere y no puede. Trump no es capaz de gestionar conflictos muy complejos, de raíces muy profundas. Se equivoca al creer que el dinero ataja el camino a la paz. Ayuda a consolidar un acuerdo, pero, por sí solo, no legitima ninguno.
Europa tiene una legitimidad que los Estados Unidos de Trump pierden día a día.
Los líderes europeos se reunirán mañana en Londres con Zelenski. Deben apoyarlo con todo. Deben ofrecerle las garantías que Trump le niega.
Más pronto que tarde, Zelenski y Putin pactarán una tregua. Aunque el ejército ruso lleve las de ganar, también está exhausto y la economía rusa acusa el esfuerzo de guerra. La inflación se ha disparado al 10%. Los rusos pagan mucho más por los productos básicos. Putin necesita una victoria cuanto antes.
Cuando callen las armas, los dos ejércitos deberían quedar separados por una zona desmilitarizada. Este colchón será tan grande que solo se podrá vigilar con drones, aviones y satélites. Los países europeos deberían asumir esta vigilancia. La tregua, además, solo se podrá mantener si hay soldados de países europeos en Ucrania.
Putin se opone a este despliegue. Trump podría convencerlo con dinero, es decir, con nuevos proyectos conjuntos par explotar los hidrocarburos rusos.
Europa, mientras tanto, debería reconstruir Ucrania, reparar sus infraestructuras, invertir en nuevas industrias, hacer todo lo que pueda para acelerar su ingreso en la UE. De esta forma, su derrota podría convertirse en una victoria.
Europa no tiene más remedio que dar este paso al frente. Debe hacerlo para preservar la seguridad, sobre todo en los países del Este.
Los realistas se frotaron ayer las manos con la escena lamentable en el despacho oval. El más fuerte avasalló al más débil porque así son las cosas en este nuevo mundo. Europa no las puede cambiar, pero si se muestra fuerte, no solo salvará a Ucrania, sino que tendrá una posición sólida y legítima para demostrar a China, India y todas las potencias emergentes que en este mundo globalizado solo habrá paz si los débiles también tienen una oportunidad.