Macron pide a Argelia que libere a un escritor para reabrir el diálogo

La herencia postcolonial francesa

Diversos contenciosos bilaterales han envenenado una relación bilateral siempre difícil

Former French Culture Minister and President of the Arab World Institute (Institut du Monde Arabe de Paris - IMA), Jack Lang delivers a speech during an event in support of the French-Algerian writer Boualem Sansal at the IMA in Paris on February 18, 2025. (Photo by Behrouz MEHRI / AFP)

El exministro Jack Lang, sobre una imagen de Sansal en un acto en su favor en París el 18 de febrero

BEHROUZ MEHRI / AFP

Emmanuel Macron intervino ayer, desde Oporto, para tratar de buscar una salida a la grave crisis bilateral que desde hace meses se ha instalado entre Francia y Argelia. El presidente francés deploró “la detención arbitraria” del escritor franco-argelino Boualem Sansal, y pidió implícitamente que sea liberado como precondición para reconducir el diálogo entre los dos países.

“Considero que es también uno de los elementos que hay que arreglar para que la confianza sea plenamente restablecida”, dijo Macron, en alusión al caso Sansal, en una rueda de prensa en la ciudad norteña portuguesa. El escritor, de 75 años y ganador de prestigiosos premios en Francia, fue arrestado nada más aterrizar en el aeropuerto de Argel el pasado 16 de noviembre. Se le aplicó la legislación antiterrorista por atentar a la unidad nacional. Podría ser condenado a cadena perpetua. En unas declaraciones previas a medios franceses de extrema derecha, Sansal había afirmado que Francia, potencia colonizadora, adjudicó a Argelia, en su día, territorios del oeste del país que en realidad eran históricamente marroquíes. Eso fue un sacrilegio absoluto, más todavía meses después de que Francia reconociera la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Ese paso fue, de hecho, el principal detonante del abrupto empeoramiento de la relación bilateral.

El régimen argelino instrumentaliza el resentimiento antifrancés para mantenerse en el poder

El malestar creció nuevamente a raíz del atentado yihadista habido el pasado fin de semana en Mulhouse (Alsacia). Su autor fue un argelino en situación irregular, fichado como radical y con orden de abandonar el país, al que las autoridades francesas habían intentado expulsar en 14 ocasiones, pero siempre Argel denegó el salvoconducto consular necesario para efectuar el traslado.

El miércoles pasado, el primer ministro francés, François Bayrou, lanzó un ultimátum a Argel para que acepte, de una vez por todas, al menos la repatriación de una lista de individuos indeseables. París amenaza con denunciar los acuerdos de 1968 que otorgan muchas facilidades a los ciudadanos argelinos para instalarse en Francia y viceversa.

La relación bilateral está lastrada por la historia colonial (Francia se apoderó de Argelia en 1830) y por una guerra muy dolorosa que duró entre 1954 y 1962. La independencia del país norteafricano fue un trauma para Francia comparable a la pérdida de Cuba para España en 1898.

Macron intentó, incluso antes de asumir el poder en el 2017, encarar la cuestión argelina desde otro enfoque, reconociendo que el colonialismo fue un crimen. Y ha hecho muchos esfuerzos por reconciliar las memorias históricas respectivas. Pero todo ha sido en vano. Son muchos quienes piensan que uno de los problemas es que el régimen político-militar argelino sigue instrumentalizando el resentimiento antifrancés para perpetuar su sistema de poder, muy corrupto. Esta tesis la defiende también el prestigioso arabista Gilles Kepel. En una reciente entrevista con el semanario L’Espress , Kepel sostuvo que esa estrategia del régimen le sirvió para aplastar el hirak (movimiento), la ola de protestas iniciada en 2019 y surgida inicialmente en respuesta a la quinta candidatura presidencial de Abdelaziz Buteflika.

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