El lunes, en el Palacio Egmont de Bruselas, una cara poco familiar asomó en el retiro informal sobre defensa que congregó a los líderes europeos. Era la del conservador Bart de Wever, que apenas había jurado el cargo de primer ministro de Bélgica dos horas antes ante el rey Felipe.
“La primera pregunta que me hicieron cuando llegué aquí fue: ¿Y tú quién eres?”, contó durante el encuentro, haciendo gala de un sarcasmo marca de la casa.
El líder del nacionalista N-VA recibió calurosamente en Bélgica a su “amigo” Carles Puigdemont
Puede que a algunos mandatarios europeos no les fuera familiar, pero en Bélgica es un viejo conocido de la política. Concretamente, desde que presidió el partido nacionalista flamenco N-VA, desde el 2004, que ahora por primera vez ha llevado a liderar un Gobierno tras el acuerdo alcanzado la semana pasada, tras más de siete meses de negociaciones, con otras cuatro formaciones. Así nació la llamada “coalición Arizona” –porque sus colores recuerdan a la bandera de este estado de EE.UU.–, un delicado juego de equilibrismo con los democristianos flamencos, los liberales valones, el socioliberal francófono Los Comprometidos y los socialistas flamencos.

Bart De Wever saluda al rey Felipe antes de que el primero fuera elegido primer ministro belga
De Wever promete puño de hierro con la inmigración y desde que asumió la alcaldía de Amberes –la segunda ciudad portuaria de Europa– hace más de diez años ha tenido la plataforma para presentarse como un ariete contra el crimen y la narcodelincuencia. Por ello ha recibido amenazas, incluso una cabeza de cerdo ante las puertas de su casa y un hacha en su ventana.
En el pasado fue polémico por haberse fotografiado en su juventud con Jean-Marie Le Pen o por haber tachado de “gratuita”, en el 2007, la disculpa del Ayuntamiento de Amberes por los daños durante la Segunda Guerra Mundial. En el 2005 llenó doce camiones con 11.300 millones de euros en billetes falsos para denunciar las transferencias de Flandes a la menos industrializada Valonia.
Pero con los años ha ido moderando su discurso. En el Parlamento Europeo, sin embargo, forma parte del ECR, la familia política de Giorgia Meloni, y, mientras en el país vecino Geert Wilders forma parte de la coalición gubernamental, el nuevo premier belga ganó gran popularidad durante la campaña electoral cuando se cerró en banda a gobernar de la mano de los ultraderechistas de Vlaams Belang, algo que le hizo ganarse el respeto de Valonia, al igual que su dominio del francés.

De Wever ha viajado a la moderación con los años: de fotografiarse con jean marie le Pen, a entenderse con los socialistas belgas
En su viaje político ahora ya no considera que la independencia de Flandes sea una prioridad, sino que cree que puede lograr sus objetivos políticos sin ella. Aunque se declara republicano, se declara también admirador del rey Felipe, de quien admite no poder decir nada malo.
Su popularidad nacional arrancó gracias a participar, en el 2008, en un concurso de cultura general en televisión. “Respiro política, nací para esto”, dijo en un documental centrado en su figura que en otoño atrajo a decenas de miles de belgas a las salas de cine. Lo que es seguro es que el nacionalismo flamenco le viene de cuna: su padre le inscribió en el movimiento flamenco desde que nació.
Tampoco es un desconocido para el independentismo catalán. Especialmente para Carles Puigdemont, a quien De Wever recibió calurosamente cuando llegó a Bélgica tras el referéndum del 2017. “Es un amigo, y los amigos siempre son bienvenidos”, declaró. “Es un político que ha sabido vencer al populismo de ultraderecha afrontando los problemas sin complejos”, celebró el líder de Junts.