China denunciará el arancel de Donald Trump ante la OMC

Un 10% más

Pekín ve el fentanilo como un pretexto de EE.UU. para equilibrar su balanza comercial a las bravas

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Donald Trump ha elegido las vacaciones del Año Nuevo Chino (en la foto, turistas nacionales posan frente a la Ciudad Prohibida de Pekín) para firmar un arancel del 10% a los productos chinos, aún así por debajo del 25% para México y Canadá. 

GREG BAKER / AFP

Pekín ha anunciado este domingo que denunciará ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) el arancel del 10% a los productos chinos firmado el sábado por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.  “También tomaremos las medidas correspondientes para proteger decididamente nuestros intereses”, reza el comunicado del ministerio de Comercio de la República Popular de China. “En una guerra comercial todos saldremos perdiendo”, llevaba días advirtiendo su ministerio de Exteriores. 

A nadie se le escapa, no obstante, que el 10% gravado por Trump está muy lejos del 60% que había barajado en campaña. Palidece, además, frente al 25% para los productos de México y Canadá, que ya han anunciado represalias equiparables. Eso sí, esta vez el arancel estadounidense se aplicará también a productos valorados en menos de 800 dólares, lo que encarecerá desde el precio de los juguetes al de la moda online de firmas como Shein. 

La relativa prudencia del empresario y político estadounidense no ha pasado desapercibida en Pekín, que podría contentarse con gestos para la galería que eviten una escalada. Donald Trump sabe que un 25% inmediato de aranceles sobre los productos chinos -no digamos del 60%-  repercutiría de forma casi inmediata en la inflación y en el bolsillo de los estadounidenses. Tampoco puede olvidarse que el oráculo oficioso de Trump, el magnate Elon Musk, deriva de sus fábricas de Tesla en China (Shanghai) más de la mitad de los beneficios de la marca. Algo parecido ocurre con Apple y un sinnúmero de gigantes estadounidenses de la electrónica o la informática. 

La mesura trumpiana tiene que ver con el abanico nada desdeñable de represalias al alcance del gobierno chino, que terminó 2024 con una sonora respuesta a la prohibición de su predecesor, Joe Biden, a la exportación a China de los chips más avanzados. La China replicó en diciembre con un veto a la exportación de minerales de alto interés para los semiconductores -y directa o indirectamente, para la industria bélica- como el antimonio, el galio (refina el 98,8% de la producción mundial), el germanio (casi el 60%), y el grafito.

Inquietud en Japón, Malasia o Vietnam

La mitad de los países con los que EE.UU. registra un déficit comercial son asiáticos

La misma denuncia ante la OMC podría tener poco recurrido, debido al boicot de EE.UU. al normal funcionamiento de su tribunal de la competencia, donde bloquea el nombramiento de nuevos magistrados desde 2019, durante el primer mandato de Trump. 

China ya denunció el año pasado los aranceles suplementarios de hasta un 45% fijados por la Unión Europea a sus vehículos eléctricos, con el anuncio de represalias -de momento en suspenso- sobre la carne de cerdo o el coñac.

Donald Trump, fiel a su estilo, culpó hace dos días a China de la epidemia de una droga sintética en concreto: “China nos manda fentanilo y nos causa cientos de miles de muertos”. Su selección de países para abrir fuego no es aleatoria. No por casualidad, se trata de los tres primeros socios comerciales de Washington y con todos ellos registra déficits comerciales sangrantes, con China en primera posición, México en la segunda y Canadá en la séptima. 

China no se llama a engaño -se trata de intentar reequilibrar la balanza comercial poco menos que por decreto- pero es sensible a la relativa mesura de Trump, en comparación con su irrupción de 2017, como un elefante republicano en la cacharrería. Una de sus primeras decisiones ha sido, de hecho, levantar la prohibición de la red social china TikTok, con una moratoria de 75 días. El mismo anuncio de aranceles ha sido hecho de madrugada en China, con el país inmerso además en el fin de semana del Año Nuevo  chino. 

FILE PHOTO: Tesla China-made Model 3 vehicles are seen during a delivery event at its factory in Shanghai, China January 7, 2020. REUTERS/Aly Song/File Photo

Coches de Tesla recién salidos de la cadena de montaje en su fábrica de Shanghai, en una foto de archivo 

Aly Song / Reuters

Las medidas estadounidenses no entrarán en vigor antes del martes, con el objetivo explícito de reducir su déficit comercial con China, que está a punto de cruzar el umbral del billón de dólares anuales.

Cabe decir que Estados Unidos registra un déficit comercial con una veintena de países y territorios, la mitad de los cuales están en Asia. Por eso, en este continente, el proteccionismo de Trump no alarma solo a China -que lleva años diversificando mercados para mitigar el golpe- sino también a Vietnam, Japón, Malasia, Taiwán, Tailandia, India, Corea del Sur,  Indonesia y Filipinas, por este orden. Así, el ministro de finanzas japonés, Kastunobu Kato, se ha mostrado “profundamente preocupado por el impacto de estos derechos de aduana sobre la economía mundial”. 

En India, por su parte, se respira con alivio -de forma temporal- por haber esquivado la primera ronda arancelaria, con el fentanilo como hoja de parra, habida cuenta de que hace apenas tres semanas dos empresas indias fueron acusadas de exportar a sabiendas ingredientes de dicha droga a Estados Unidos. De hecho, el presidente ejecutivo de una de ellas, Raxuter Chemicals, fue detenido en Nueva York por “conspiración” y “contrabando”. 

La agencia antidroga estadounidense citaba específicamente, en un informe de 2020, a los laboratorios indios como presumibles sustitutos de los chinos, que un año antes habían sido atados en corto por Pekín. No obstante, la visita de la tercera autoridad estadounidense, Nancy Pelosi, a Taiwán, dos años después, provocó varias represalias de Pekín y una de ellas fue el relajamiento de estos controles. Su reestablecimiento habría ocupado parte de la última conversación entre los presidentes Xi Jinping y Joe Biden, en San Francisco.   

El mismo informe de la DEA también recogía que una parte de los ingredientes del fentanilo procesados en México procedían de hecho de Estados Unidos. 

Pekín, por su parte, subraya que pocos países se toman tan en serio el tráfico de drogas como China. Políticos y ciudadanos de a pie evocan con regularidad las Guerras del Opio que el Reino Unido les impuso en el siglo XIX para forzar la apertura de mercado y convertirlos en clientes y adictos a la droga traficada desde la India Británica. En su misma frontera, más recientemente, la intervención estadounidense y británica en Afganistán tuvo como efecto secundario la reactivación del cultivo de la adormidera y una segunda vida para el tráfico del opio y la heroína afgana, con Rusia como destino destacado. 

Por último, sin salir de Asia, EE.UU. y Reino Unido observan con simpatía los avances de varias narcoguerrillas étnicas enfrentadas a la represiva Junta Militar birmana. Otras narcoguerrillas, por el contrario, están mejor relacionadas con el régimen de Naypyidaw o, por su etnia china, con Pekín. Unas y otras están inundando Asia de drogas sintéticas y, en el caso de India, con una particularmente adictiva y destructiva, que combina metanfetamina y heroína, llamada Shan Flower, que  está haciendo estragos en el nordeste del país y sigue avanzando. 

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