El ciclón Donald Trump arrasa con todo y todos, presuntos enemigos, aliados históricos e instituciones, pero hay alguna excepción: “Giorgia Meloni me gusta mucho”. La pregunta dirigida al presidente de Estados Unidos en realidad se refería a los aranceles, ese gran espectro que quita el sueño a los europeos y al comercio mundial, pero Trump no se compromete: “¿Subir los aranceles a Italia? Ya veremos…”.
Los dos viajes de la primera ministra italiana para rendir homenaje al nuevo inquilino de la Casa Blanca han traído algunos resultados, aunque muy preliminares. Meloni cenó en la residencia de Mar-a-Lago el 4 de enero, durante la fase de transición del poder, y luego asistió en Washington al Inauguration Day, donde fue la única jefa de Gobierno de la Unión Europea presente, aunque en una posición un poco relegada, al lado del presidente argentino Javier Milei. “No estaba en Washington para expresar la voz de Europa”, dejó claro al diario Corriere della Sera la vicepresidenta de la Comisión, Teresa Ribera.
Desde el día de la victoria de los republicanos en las presidenciales, Meloni está convencida de que puede desempeñar un papel como interlocutora privilegiada entre Washington y Bruselas.
Italia es el país europeo más expuesto ante los aranceles y el aumento del gasto militar exigido por Trump
Lo cree, ante todo, por una cuestión de afinidad ideológica, pero el factor clave es esencialmente la debilidad política de los demás gobiernos del Viejo Continente, comparada con la estabilidad italiana. La reflexión en el Palazzo Chigi, en resumen, es que vendrán tiempos en los que Italia será protagonista, gracias también a los vínculos cultivados por la primera ministra. Entre los republicanos estadounidenses que frecuentan Europa, hay casi entusiasmo: “La relación especial ya no es con Londres, sino con Roma. Algún día se hablará de Meloni y Trump como de Thatcher y Reagan”, explica James Carafano, vicepresidente del think tank conservador Heritage Foundation.
Ciertamente, se puede notar algunas afinidades entre ambas orillas del océano, como la obsesión por la cuestión migratoria. Si la Casa Blanca publica en su página web imágenes de migrantes encadenados, el Gobierno italiano ha reactivado el mecanismo de deportaciones a Albania, una práctica que se inició y luego se detuvo debido a las sentencias de los tribunales italianos.
La urgencia de estos viajes de Meloni a Estados Unidos también se explica por el hecho de que Roma, debido a la alta dependencia de sus exportaciones agroalimentarias y a su limitada capacidad de gasto militar, es potencialmente una de las capitales que más podrían sufrir las consecuencias de los dos proyectos que Trump ha esbozado respecto a Europa: la introducción de aranceles, que afectarían a las exportaciones italianas, y el aumento del gasto militar hasta el 5% del producto interno bruto. Italia actualmente está en el 1,5% y no parece capaz, ni desde el punto de vista político ni económico, de aumentar las inversiones. La opinión pública es contraria (especialmente el electorado de la derecha), y las estrictas reglas del Pacto de Estabilidad europeo no dejan margen de maniobra. El ministro de Exteriores, Antonio Tajani, lo dice abiertamente: “El 5% en gastos militares es un objetivo imposible, pero debemos convencer a todos, en Italia y en Europa, de que nuestro vínculo es con Estados Unidos y no con un presidente”. Tajani, en las últimas horas, ha iniciado un diálogo con el nuevo jefe del Departamento de Estado, Marco Rubio, precisamente para abordar estos temas delicados. También intentará interceder Elon Musk, el magnate que se ha unido a la Administración Trump y con quien Meloni y Salvini tienen estrechas relaciones. Los negocios en Italia de Starlink, el grupo fundado por Musk, aún no están definidos, pero nadie niega que habrá contratos en el sector de las comunicaciones para la defensa.
Roma busca un trato preferencial en materia de comercio, y Tajani inicia contactos con Marco Rubio
¿Puede Meloni convertirse en un puente? Tajani está convencido de que sí: “Es muy positivo que Giorgia esté desempeñando este papel”. Stefano Stefanini, exembajador italiano ante la OTAN, es mucho más prudente: “Para que Roma se convierta en un puente entre Washington y Bruselas es necesario que las principales cancillerías europeas estén de acuerdo, y no me parece que haya llegado ese mandato desde París, Berlín, Madrid y Varsovia”. Para Stefanini, “abrir un canal privilegiado es posible, y es importante que Meloni sea una de las pocas líderes democráticamente elegidas que es bien vista por Trump, pero hay que considerar que Estados Unidos negocia los temas principales de manera bilateral con cada nación”. Demasiados riesgos para la estabilidad de un puente.