El segundo regreso de Donald Tusk

Presidencia polaca del Consejo de la UE 

El primer ministro de Polonia culmina su vuelta al poder en su país hace un año con renovadas ambiciones en la UE

Polonia quiere ser motor europeo y ve en la presidencia rotatoria semestral una ocasión ante el declive del eje franco-alemán 

El primer ministre polonès, Donald Tusk, arribant a la darrera cimera informal de líders europeus

Donald Tusk, primer ministro de Polonia, a su llegada a una reciente cumbre informal de la UE

Unió Europea / ACN

Hace ahora poco más de un año, el 12 de diciembre del 2023, el liberal europeísta Donald Tusk se convirtió de nuevo en primer ministro de Polonia al sumar apoyos en una alambicada coalición de gobierno que le permitió desalojar al partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS), que llevaba ocho años en el poder.

El centrista Tusk regresaba así a los mandos en su país, del que ya había sido primer ministro entre el 2007 y el 2014. Luego fue presidente del Consejo Europeo (2014-2019), de manera que la recién estrenada presidencia polaca del Consejo de la UE supone un segundo retorno para Tusk a un terreno ampliamente transitado. De hecho, es la segunda vez que Polonia ejerce la presidencia de turno del Consejo Europeo de la UE –un puesto sin poder ejecutivo real, pero que permite presidir reuniones e impulsar agendas–; la ejerció en el segundo semestre del 2011, cuando Tusk era también primer ministro.

El líder liberal Donald Tusk, que fue presidente del Consejo Europeo, afronta aún reformas pendientes en Polonia

“Donald Tusk es un líder muy fuerte, con una trayectoria europea previa; ha logrado que se desbloqueen los fondos de la UE para Polonia, que van fluyendo, y puede hacer llamadas rápidas para que las cosas se muevan con celeridad. Ha programado 22 reuniones informales de la Presidencia del Consejo de la UE, que tendrán lugar en territorio polaco”, señala la periodista germano-polaca Joanna Maria Stolarek, directora de la oficina en Varsovia de la Fundación Heinrich Böll, vinculada a los verdes alemanes.

En efecto, nada más aterrizar en el Gobierno a finales del 2023, Tusk prometió a Bruselas que corregiría las polémicas reformas judiciales del PiS y que acataría las sentencias del Tribunal de Justicia de la UE. Resultado: en febrero del 2024, la Comisión Europea aprobó la descongelación de hasta 137.000 millones de euros en fondos para Polonia, que estaban bloqueados por asuntos de erosión del Estado de derecho.

Pero ese logro no implica que la posición de Donald Tusk, que tiene ahora 67 años, sea estelar en su país. La coexistencia con el presidente Andrzej Duda, de 49 años, procedente del PiS, es muy compleja, y Duda ha vetado ya varias iniciativas del Gobierno. El partido Ley y Justicia, cuyo líder continúa siendo Jaroslaw Kaczynski, de 75 años, eterno rival de Tusk desde inicios de la década de los 2000, practica una oposición implacable, por lo que los adeptos al Gobierno de Tusk se quejan de la lentitud de los cambios.

“Polonia sigue siendo un país muy polarizado, el PIS es muy activo en la oposición, y hay gente cansada de que desde hace 30 años la política esté dominada por la presencia de estos dos hombres, Tusk y Kaczynski –prosigue la analista Stolarek–. También se dice que a Tusk le gusta gobernar solo, con unas pocas personas de su confianza. El Gobierno polaco no tiene portavoz; Tusk habla siempre él, y eso es muy inusual”.

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Orzysz (Poland), 14/10/2024.- Polish Prime Minister Donald Tusk (2-L) attends the military exercise 'Shield East' defence programm in the Land Forces Training ground in Orzysz, northern Poland, 14 October 2024. (Polonia) EFE/EPA/Tomasz Waszczuk POLAND OUT

Donald Tusk (Gdansk, 1957) encabeza una coalición de gobierno de tres grupos que van de la izquierda al centroderecha: Coalición Cívica (KO), capitaneada por su partido, el liberal Plataforma Cívica (PO); Tercera Vía –una alianza del centrista democristiano Polonia 2050 y del Partido del Pueblo Polaco (PSL), heredero del antiguo partido campesino–, y la izquierdista Lewica.

Esta heterogeneidad ideológica hace que no todos los vetos y retrasos se deban al obstruccionismo del presidente Duda. Así, por ejemplo, Tusk no ha conseguido aún liberalizar la muy restrictiva legislación sobre aborto implantada en Polonia durante los ocho años del anterior gobierno ultraconservador, una de las promesas que movilizaron a gran parte del voto femenino en las elecciones.

Y a pesar de los propósitos del primer ministro de restaurar la independencia judicial, en torno a un tercio de los 10.000 jueces polacos (cifras del Consejo de Europa) accedieron al cargo mediante los procedimientos introducidos por el PiS, que se consideran no acordes al Estado de derecho. El primer ministro ha emprendido también un plan de despolitización de los medios de comunicación públicos, no exento de controversia por la metodología ejecutiva empleada. La Polonia de Tusk ha asumido la presidencia rotatoria comunitaria con su propio bagaje de retos pendientes.

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