Cómo convierte China en espías a los miembros de su diáspora

'The Economist'

Estados Unidos está a la caza de esos agentes no tradicionales, pero sus esfuerzos corren el riesgo de fracasar

Horizontal

Cartel propagandístico chino en los teatros de los años 90 

AP

Tang Yuanjun era muy conocido entre los disidentes exiliados. Había participado en las protestas de la plaza de Tiananmen de 1989 y, de resultas de ello, acabó en la cárcel. Más tarde, desertó a Taiwán; se arrojó al agua desde un barco pesquero y nadó hasta una de sus islas cercanas. Estados Unidos le concedió asilo y se instaló en Nueva York, donde se convirtió en el abanderado de los grupos prodemocráticos chinos. Sin embargo, en agosto de 2024 fue detenido por el FBI. Tang admite haber utilizado su posición para recopilar información al servicio del gobierno chino y denunciar a otros activistas. Lo hizo para que el gobierno le permitiera regresar a China y volver a ver a sus padres enfermos.

Durante los últimos años, el pirateo de las redes informáticas estadounidenses por parte de China y sus esfuerzos por robar secretos militares y comerciales occidentales han acaparado los titulares de los medios de comunicación. Ahora bien, el país también ha emprendido una campaña más sutil con recurso a sobornos, chantajes y tratos secretos, así como a la utilización de personas como Tang y otros miembros de la diáspora china, para llevar a cabo operaciones de vigilancia, recopilación de información e influencia en todo el mundo.

Gran Bretaña ha vivido de modo muy reciente una muestra de todo ello cuando las autoridades acusaron al empresario chino Yang Tengbo de cultivar lazos con el príncipe Andrés, hermano del monarca, como parte de una operación de influencia.

El príncipe Andrés el pasado diciembre

Reino Unido acusa al empresario chino Yang Tengbo de cultivar lazos con el príncipe Andrés, hermano del monarca, en la foto, como parte de una operación de influencia.

Adrian Dennis/AFP

De todos modos, para China, el objetivo más importante es Estados Unidos. Esos tipos de actividades entran dentro del ámbito de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA, por sus siglas en inglés), una ley estadounidense que obliga a quienes participan en proyectos políticos en nombre de un agente extranjero a registrarse y revelar lo que hacen. En los últimos tiempos, el Departamento de Justicia ha reforzado la aplicación de dicha ley. En 2023, llevó a cabo 25 inspecciones relacionadas con ella, la mayor cantidad desde 1985. En 2024, han estallado varios casos de gran repercusión en los que China ha estado involucrada. Al hacer públicas semejantes investigaciones, el gobierno estadounidense envía una advertencia a los posibles agentes, aseguran los expertos.

Un caso sonado ha sido el de Linda Sun, una antigua ayudante del gobernador de Nueva York detenida en septiembre por trabajar como “agente no revelado” de China y su Partido Comunista (PCC). Supuestamente, Sun bloqueó reuniones entre funcionarios taiwaneses y dirigentes estatales, eliminó referencias a Taiwán de las comunicaciones estatales y obstaculizó los esfuerzos para dar a conocer la persecución por parte de China a los uigures y otras minorías étnicas. A cambio, se dice que recibió millones de dólares en sobornos y regalos, incluidos varios envíos de pato salado al estilo de Nankín a casa de sus padres.

Las acusaciones contra Sun son claras. Sin embargo, las operaciones chinas de influencia se desarrollan a menudo en una zona gris. Tomemos como ejemplo los grupos de la diáspora llamados tongxianghui, o asociaciones de lugares de origen, que reúnen a inmigrantes de determinadas partes de China. Son omnipresentes en las ciudades estadounidenses y están sometidos a una vigilancia cada vez mayor por parte del Departamento de Justicia. Sus dirigentes suelen movilizar a los votantes antes de las elecciones en Estados Unidos y establecen relaciones con los funcionarios locales. Algunos también realizan viajes a China y se reúnen con funcionarios del Departamento de Trabajo del Frente Unido, la rama del Partido Comunista encargada de impulsar la influencia china en el extranjero. También organizan en Estados Unidos actividades políticas como mítines de apoyo a Xi Jinping o protestas contra las visitas de funcionarios taiwaneses.

Linda Sun, a former aide to New York State Governor Kathy Hochul, exits Brooklyn Federal court with Chris Hu after Linda was charged with acting as an unregistered agent of China's government, in New York City, U.S., September 3, 2024. REUTERS/Kent J. Edwards

Linda Sun, ex asistente de la gobernadora del estado de Nueva York, Kathy Hochul, sale del tribunal federal de Brooklyn después de ser acusada de actuar como agente no registrada china 

Kent J. Edwards / Reuters

Tales actividades son legales, siempre que los organizadores actúen de forma independiente. Sin embargo, la línea entre la acción voluntaria y la labor como agente resulta difusa. Muchos chinos en el extranjero son auténticos partidarios del Partido Comunista o, al menos, están dispuestos a promover sus intereses porque con ello favorecen sus negocios en China o mantienen a salvo a sus familias en el país. Sólo cuando reciben de modo encubierto financiación, instrucciones o supervisión de funcionarios chinos traspasan la línea y pasan a ser agentes extranjeros. En 2022, por ejemplo, el FBI detuvo al director de una asociación de la ciudad de Shandong; la detención no se llevó a cabo como consecuencia de sus frecuentes viajes a China y su amistad con funcionarios chinos, sino de las sospechas de que trabajaba con la policía china para repatriar por la fuerza a otro inmigrante. Del mismo modo, en 2023 dos hombres chinos fueron acusados de colaborar presuntamente con la policía china para gestionar una “comisaría clandestina” dentro de una asociación de oriundos de Fujian en Nueva York. Uno de ellos se declaró culpable el pasado 18 de diciembre.

Las autoridades estadounidenses se han esforzado por combatir los esfuerzos por obtener influencia sin enajenarse a la diáspora china. Un programa contra el espionaje lanzado en 2018, llamado Iniciativa China, pretendía impedir que el país utilizara a “captadores no tradicionales”, como académicos y científicos, para robar secretos comerciales y tecnológicos estadounidenses. Casi el 90% de los acusados en el marco de la iniciativa eran de origen chino, según una base de datos recopilada por la publicación MIT Technology Review. Muchos de los casos se referían a cuestiones relacionadas con la “integridad de la investigación” en los que se acusaba a los académicos de no revelar completamente sus afiliaciones chinas (y resulta muy discutible que se tratara de algo deliberado). Sólo una cuarta parte de los casos presentados en el marco de la iniciativa acabaron en condena.

En 2022, el Departamento de Justicia puso fin a la Iniciativa China y admitió que había dado lugar a la “percepción perjudicial” de una elaboración de perfiles étnicos

Los esfuerzos de contrainteligencia de Estados Unidos pretenden que la diáspora china se sienta segura, afirma un antiguo funcionario que trabajó en la Iniciativa China. “Les estás indicando: os protegemos”, asegura. “Lo que no quieres hacer es pasar a una situación en la que ser chino equivalga a ser un espía.” Sin embargo, la iniciativa dejó a muchos académicos con la sensación de que el gobierno los veía con recelo sencillamente por su origen chino, señala Gang Chen, del Instituto Tecnológico de Massachusetts. En 2021, Chen fue acusado de no revelar sus conexiones con programas educativos chinos al presentar una solicitud de subvención federal. La acusación fue muy criticada (en realidad, no se exigía tal revelación). Un año después, se retiraron los cargos.

Según una encuesta realizada en 2022, más del 60% de los académicos sinoestadounidenses ha pensado en abandonar Estados Unidos. Más del 70% afirmó sentirse inseguro en el país. “Esto no es sólo dispararnos en el pie. Es dispararnos en el cerebro”, afirma Chen, que ha dejado de solicitar subvenciones del gobierno o de trabajar en áreas potencialmente sensibles.

Otros miembros de la diáspora china aplauden los esfuerzos por frenar la influencia del Partido Comunista. Zhou Fengsuo, de Human Rights in China, un grupo activista de Nueva York, elogia las detenciones de personas como Sun. Sin embargo, advierte de que la mano dura y la incoherencia del enfoque estadounidense han generado en la diáspora una desconfianza hacia el gobierno. Y se queja de que los disidentes chinos exiliados reciban poca protección de las autoridades, lo cual los convierte en objetivos más fáciles de la coacción china.

En 2022, el Departamento de Justicia puso fin a la Iniciativa China y admitió que había dado lugar a la “percepción perjudicial” de una elaboración de perfiles étnicos. De todos modos, en septiembre, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley para reimpulsarla bajo un nuevo nombre, Iniciativa PCC, con el voto a favor de todos los republicanos. Parece probable que tales esfuerzos se intensifiquen bajo el mandato del presidente electo Donald Trump, que ha dado importantes puestos a los halcones en relación con China. El riesgo es que, en sus esfuerzos por contrarrestar al Partido Comunista, Estados Unidos ponga en sus manos a más miembros de la diáspora.

© 2024 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved. Traducción: Juan Gabriel López Guix.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...