Navidad de incertidumbre en Siria

Cambio de régimen en Damasco

Las comunidades cristianas miran de reojo el ascenso al poder de los islamistas

A man carries a cross at a protest against the burning of the Christmas tree in Hama, in Damascus, Syria December 24, 2024. REUTERS/Amr Abdallah Dalsh

Manifestación de cristianos, el martes en Damasco, por la quema de un árbol de Navidad público en Hama por radicales islámicos

Amr Abdallah Dalsh / Reuters

Una cena de Navidad es siempre un pequeño campo de batalla, especialmente si la cena es en un barrio cristiano de Damasco, y el tema de conversación es el futuro de Siria.

Entre tablas de queso y pavo asado, el menú previsto de Yusef, un abogado cristiano de la capital, tiene como entrante “la caída del régimen de El Asad”, un plato que él mismo describe como “un sueño para todos los sirios”. Pero tiene miedo de que el postre se le queme: “Estoy seguro de que algún familiar mencionará el incidente con el árbol de Navidad”, masculla.

Hace referencia a un vídeo en el que unos combatientes encapuchados prendían fuego a la estructura de metal y luces LED colocada para celebrar las fiestas en la plaza central de Suqaylabiyah, una población de mayoría ortodoxa cercana a la ciudad de Hama. Algunas fuentes hablan de ocho detenidos.

El ataque provocó una reacción inmediata de una parte de la minoría cristiana del país, que ayer salió a las calles de capital a reclamar su espacio en la nueva era política del país. Y una contundente respuesta del nuevo poder islamista: declaró festivo el día de Navidad.

Esto ocurre poco más de dos semanas después de que Bashar el Asad huyera a Moscú y unos días después de que el líder interino, Ahmed el Shara –antes conocido como Abu Mohamed el Yulani– asegurara a los grupos minoritarios que serían protegidos ante el temor de que se impusiera un gobierno islámico estricto. Se calcula que, antes de la guerra civil, el número de cristianos en Siria ascendía a unos 1,5 millones, es decir, el 10% de la población total. Se cree que este número ha disminuido drásticamente en los últimos años, pero no está claro en qué medida, ya que el censo lleva sin actualizarse muchos años. Las estimaciones más pesimistas dicen que podrían quedar tan sólo 300.000 en el país.

“No son una simple comunidad”, exclama Aziz, un joven druso que acaba de regresar a su país por primera vez en años y que remarca las raíces de la cultura cristiana en Siria. “Viven aquí desde hace siglos”, explica. “¡Los musulmanes aquí son en realidad cristianos conversos!”

La rebelión de HTS (Organización para la Liberación del Levante) ha cambiado la franja rojo Coca Cola de la bandera del régimen por el verde del Islam. El grupo armado, en el pasado vinculado a Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda, ha tomado las riendas del país bajo la promesa de poner fin al conflicto y proteger a todos los grupos religiosos. “Hay gente que está preocupada”, admite Yusef.

HTS afirma que quienes quemaron el árbol de Navidad “no son sirios” y que serán castigados

Muchos no se fían de las promesas de los ex yihadistas. “Se ganarán a la comunidad internacional con buenas palabras, y poco a poco irán aplicando normas más estrictas” dice Suleiman, un joven damasceno convencido de que perderá su estilo de vida en pocos meses. “Veremos cuánto tardan en ir a por los bares y prohíben a las mujeres ir sin velo”, lamenta.

Sara, cristiana que prefiere no dar su nombre real, tampoco quiere darle el beneficio de la duda a los islamistas. Tras el cambio de poder, la joven de Latakia decidió marcharse de Siria “por lo que pueda pasar”. “No todos estábamos descontentos con lo anterior”, murmura en un café para que nadie la escuche. Su destino no es precisamente el Vaticano, sino Emiratos Árabes Unidos. “Allí nadie me pedirá que me cubra”.

Yusef mantiene la esperanza en HTS, que de momento no ha mostrado contradicciones en su discurso. “La nueva autoridad está buscando a líderes dentro de la comunidad cristiana”, asegura el abogado, que mantiene una esperanza férrea en que las elecciones, las primeras convocadas después de la dictadura, “nos den un gobierno civil”. Confía en la sociedad urbana de ciudades como Alepo o Damasco, donde “una aplicación de la sharia (ley islámica) no sería aceptada” de buen grado. “Siria no es Afganistán”, sentencia.

Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, los milicianos que quemaron el árbol son del grupo islamista Ansar al Tawhid, combatientes extranjeros del Cáucaso y de Asia Central, muchos de ellos emigrados a Siria durante el auge de Estado Islámico para hacer la yihad. En otro vídeo grabado en Suqaylabiyah, un líder religioso de HTS se dirige a los residentes y les asegura que quienes prendieron fuego al árbol “no son sirios” y que serán castigados. “El árbol será restaurado y encendido para mañana por la mañana”, dijo.

Por el momento, los ex insurgentes parecen ser conscientes de que, si quieren mantener la paz, debe contar con el apoyo de todo el abanico religioso sirio, que incluye también a drusos, chiíes y alauitas. “Nadie quiere volver a una guerra civil”, asegura el abogado, que acusa al antiguo régimen de instrumentalizar a las minorías.

Explica que cuando empezó el conflicto, en el 2011, “los cristianos no se movilizaron inmediatamente”. El gobierno les decía que los islamistas irían a por ellos y qué gracias a él podían vivir y practicar sus creencias. “Nos tomó como rehenes”, lamenta Yusef, asegurando que la dictadura era igualitaria: “reprimía a todos por igual”.

El padre Siraj Dib comparte la misma fe ciega en un futuro todavía difuso. En un italiano impecable, sentencia desde la diócesis maronita en el corazón de la ciudad antigua de Damasco: “Hasta el Diablo es mejor que Asad”. Explica que, tras la toma de la capital, unos milicianos se acercaron a la parroquia para establecer contacto y mostrar sus buenas intenciones.

El nuevo gobierno declara festivo el 25 de diciembre tras la quema de un árbol de Navidad por radicales

Las calles de alrededor se han engalanado para las primeras Navidades de la “Siria libre”. Los productos de temporada son diademas con cuernos de renos y gorritos rojos, que se han hecho hueco junto a las banderas y el merchandising de la revolución hecho a toda prisa. Junto a Papá Noel, cuelga un póster de un “mártir” de HTS.

Ahmed, un vendedor suní, asegura que no tiene problemas al mezclar yihad y copitos de nieve. No admite entrar en debate: tengamos la fiesta en paz.

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