La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, está tratando de pasar página con rapidez del escándalo que ha forzado la dimisión de su exministro de Cultura, Gennaro Sangiuliano, por dar acceso a su amante a reuniones oficiales. Pero no lo tendrá tan fácil. Ayer se supo que Sangiuliano está siendo investigado por la Fiscalía de Roma por los delitos de malversación y revelación de secretos. También está siendo indagado por los mismos motivos por el Tribunal de Cuentas del Lacio, la región de la que forma parte la capital italiana, que quiere comprobar que el hasta hace poco titular de Cultura no recurrió a dinero público para financiar los viajes de su acompañante.
La investigación parte de la denuncia presentada por el líder de los Verdes, Angelo Bonelli, que forma parte del bloque de la oposición progresista. Es una consecuencia lógica después de que Sangiuliano no tuviera más remedio que presentar su dimisión, el viernes pasado, ya que Maria Rosaria Boccia, una mujer de 41 años, se está dedicando a airear los trapos sucios tanto en las redes sociales como en todos los medios que se lo permiten.
“Mi idea sobre cómo una mujer debe ganarse espacio en la sociedad es la opuesta”, atacó la premier
Sangiuliano justificó que su paso atrás tenía el objetivo de tener las manos libres para defenderse de las acusaciones de Boccia, una mujer que hasta hace pocas semanas era una completa desconocida pero que ahora ya amasa más de 130.000 seguidores en su cuenta de Instagram. La amante explicó que fue nombrada asesora en el ministerio, algo que al principio el investigado negó, pero después, acorralado por los e-mails y las fotografías que fue publicando Boccia –que llegó a grabar los interiores del Parlamento con unas gafas con cámara oculta– reconoció en televisión que habían mantenido una relación sentimental y había meditado darle este cargo, pero se echó atrás por ser un conflicto de intereses.
Estos días la mujer ha continuado al ataque. Ha contado que el ministro la llamó con el teléfono en altavoz para que escuchase una discusión con su mujer donde quedaba claro que era ella quien no quería el nombramiento. También ha dicho que quien sí tiene conflictos de intereses es una directora de orquesta que dará un concierto en el próximo G-7 de Cultura y que cobra 30.000 euros anuales como asesora del ministerio, o que ha escuchado llamadas de otros miembros del Ejecutivo. Además, Boccia ha acusado a Meloni de sexista por tratarle “con arrogancia” y referirse a ella “sin nombre y apellido”, solamente llamándole “esta persona”.
“Mi idea sobre cómo una mujer debe ganarse un espacio en la sociedad es diametralmente opuesta a la de esta persona”, respondió la primera ministra desde el foro económico de Cernobbio.
Meloni, tras nombrar inmediatamente a Alessandro Giuli como nuevo ministro de Cultura –un periodista con un pasado como militante en un grupo juvenil de extrema derecha, hasta ahora al frente del museo Maxxi–, quiere dar el mensaje de que el cambio no tendrá consecuencias en el Ejecutivo. El golpe es importante, porque Meloni, que buscaba la imagen del Gobierno más estable en décadas, era reacia a modificar el Gabinete hasta el final de legislatura.
La líder de Hermanos de Italia cierra filas y asegura que el Gobierno no sufrirá las repercusiones del caso
También lo deberá hacer para sustituir al ministro de Asuntos Europeos, Raffaele Fitto, designado como el candidato italiano para la próxima Comisión Europea.
Para evitar más contratiempos, la premier convocó a una comida en Palacio Chigi a los líderes de los otros partidos de su coalición, Antonio Tajani y Matteo Salvini. El objetivo: cerrar filas y dejar claro que no se quiere volver a encontrar ante una situación similar.