“Sabemos lo que nos espera”

Guerra en Europa

En Sloviansk la vida ha vuelto a una cierta normalidad a pesar de hallarse a menos de 20 kilómetros del frente

Servicemen and women of the 95th air assault brigade of Ukrainian Army prepare traditional cakes and eggs for blessing during a service on the eve of Orthodox Easter in the town of Sloviansk, Donetsk region, on May 4, 2024, amid the Russian invasion of Ukraine. (Photo by Genya SAVILOV / AFP)

Soldados de una brigada antiaérea preparan pasteles y huevos para ser bendecidos en la Pascua ortodoxa, el 4 de mayo en Sloviansk

GENYA SAVILOV / AFP

Irina ha sido ascendida a administradora de una de las tiendas de la cadena de supermercados en la que trabaja, ha alquilado un apartamento para ella sola, ha aumentado un poco de peso, en las tardes tiene tiempo libre para darse un paseo por uno de los parques de la ciudad y tomarse un café que tanto le gusta en uno de los muchos locales que funcionan en Sloviansk. “Sé que esto es provisional”, cuenta esta mujer de 55 años que se vio obligada a abandonar Bajmut a finales del otoño del 2022 cuando su casa fue destruida y el supermercado, cerrado.

Su compañía la trasladó a Kostiantínivka, a 26 kilómetros y convertida en un centro estratégico militar de esta zona de la provincia de Donetsk. De allí también la sacaron a medida que las tropas rusas presionaban hacia Chasiv Yar, a 19 kilómetros, donde se centra ahora la mayor campaña rusa. Hoy el local en el que trabajaba, cerca de la estación de tren, está destruido. Su antigua casa también fue dañada, y la batalla cada vez está más cerca.

Los jardineros cuidan los rosales de los parques, las estanterías están llenas..., pero todo depende de la batalla de Chasiv Yar

Chasiv Yar es atacada a diario, a diferencia de Sloviansk, donde si bien la guerra sigue estando a menos de 20 kilómetros la vida parece haber recuperado una extraña e incierta estabilidad, comparada con los primeros meses de la invasión a gran escala, cuando gran parte de la población fue evacuada. La batalla estaba a menos de 8 kilómetros, las calles estaban vacías, la estación de tren abandonada, no había agua en las tuberías y los ataques eran continuos. Como ejemplo, decenas de jardineros podan ahora el césped y cuidan los rosales de los parques.

“Cuando camino estos días por Sloviansk, veo los árboles florecidos y veo cómo arreglan las calles, no puedo dejar de pensar en lo que pasaba en Bajmut antes de la invasión. La ciudad estaba preciosa. Tengo miedo de que algo así vuelva a pasar”, cuenta Irina con la misma sonrisa que la acompaña desde Bajmut, cuando la conocimos. Cuando se iba la luz, que era muy frecuente, ella ordenaba sacar mesas del supermercado a la calle, desplegar bolsas con pan y otros alimentos para que la población tuviera algo que comer.

En Sloviansk el panorama es el opuesto. Las estanterías están llenas y los mostradores despliegan quesos y jamones importados. La única similitud es que las ventanas y puertas están cubiertas con baldas de madera por si hay una explosión. “Estoy pensando que si me tengo que ir de aquí, que sea a Kyiv, ya no quiero más esto”, se plantea la mujer, quien como muchos en estas ciudades del este de Ucrania teme que la situación pueda empeorar en los próximos meses.

Vladímir Putin ha dejado claro que uno de los objetivos de Rusia es tomar el control de las provincias de Luhansk –casi conseguido ya– y de Donetsk. Después de la captura de Avdíivka en febrero, los rusos han ido avanzando muy lentamente, pero aun así a un ritmo mayor que el del invierno. En los últimos meses el ejército de Moscú ha desplegado muchos más hombres en el sector para aprovechar la escasez de armamento, de munición y de hombres en las filas ucranianas.

“Matamos muchos rusos, pero ellos siguen enviando hombres y nosotros nos defendemos con todo lo que podemos, pero muchas veces toca retroceder porque no tenemos suficiente”, explicaba un soldado identificado como Nick que combate al norte de Avdíivka, cerca a la localidad de Ocherétine, bajo control ruso desde hace pocos días. La mirada perdida de Nick, que había llegado hasta Sloviansk para pasar la Pascua ortodoxa con su madre, regresada de Alemania, era la mayor muestra de la dura situación que viven en el frente. Él y otros soldados contaban cómo algunas brigadas que llevaban tiempo luchando en la zona han sido retiradas, o asimiladas por otras, por falta de hombres. Muchos de sus soldados han muerto, han sido heridos o están exhaustos. Hay nuevas brigadas en la zona, pero apenas empiezan a adaptarse. “Estamos esperando que nos lleguen las armas que nos han dado los estadounidenses, eso ayudará a detener su avance, pero necesitamos hombres también”, decía otro soldado de 36 años que se identificó como Taylor.

En el centro de prensa de la ciudad, Valeri Harmash, un empresario que hace años abrió un medio local, recordaba las situaciones difíciles por las que ha pasado esta ciudad que hace exactamente diez años, entre el 12 de abril y el 5 julio, estuvo controlada por las fuerzas separatistas rusas apoyadas por Moscú. “Ahora todo parece tranquilo, pero sabemos que lo que nos espera puede ser muy difícil”, cuenta Valeri, que pone el dedo en el equilibrio de apoyos en la ciudad. “Hay de todo, pero muchos de aquellos que alguna vez vieron con buenos ojos a Moscú hoy lo rechazan”, explica. Uno de ellos es Anton, de 67 años, que camina con su perro por la calle. Dice que una bomba debería caer en el Kremlin para acabar con su maldad. “Así evitamos que sigan arruinando nuestras vidas”.

Inna, de 42 años, cuenta que su hija de 17 y sus padres viven en territorio ocupado. “Mis padres no quieren dejar su casa y las autoridades rusas no dejan salir a mi hija hasta que su madre no vaya hasta allí y obtenga el pasaporte ruso, algo que no voy a hacer”, explica esta mujer que se fue a vivir al oeste de Ucrania cuando comenzó la invasión a gran escala. Regresó al Donbass cuando la situación se calmó y ahora trabaja en un restaurante de Slovianks. Pero tiene claro que volverá a irse si los rusos se acercan de nuevo. Todos en esta zona saben que su futuro depende en buena medida de la batalla por el control de Chasiv Yar, que hasta el momento se mantiene a pesar de la presión del ejército ruso.

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