Los países del Báltico refuerzan su frontera oriental ante “el caos” vecino

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Lituania plantea que la OTAN tome medidas adicionales de protección de la región

Guerra Rusia - Ucrania | Las tropas de Wagner salen del enclave de Rostov del Don, en directo

Una imagen de la frontera rusa con Finlandia, donde el país nórdico está construyendo una valla metálica

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AFP

Los trepidantes acontecimientos de las últimas horas en Rusia se observan desde el Báltico con una mezcla de preocupación y de schadenfreude, o alegría por la desgracia ajena. Aunque por el momento no aprecian una amenaza inmediata contra sus países, los gobiernos de Polonia y las repúblicas bálticas de Estonia, Lituania y Letonia, así como Finlandia y Suecia, que a diferencia de sus vecinos sigue en la sala de espera de la OTAN, siguen de cerca la situación en colaboración con sus socios de la organización militar y ayer tomaron medidas para reforzar su frontera oriental.

“El Kremlin recoge lo que ha sembrado. Toda la violencia dirigida contra Ucrania se ha vuelto en su contra”, tuteó el presidente lituano, Gitanas Nauseda, que expresó su deseo de que la cumbre de la Alianza Atlántica que tendrá lugar
en Vilna en julio “evalúe las nuevas circunstancias” y valore tomar “medidas adicionales” para “estar preparados para cualquier escenario”. “Durante cien años, los lituanos hemos
vivido en la frontera del brutal régimen de bandidos de Moscú, sabiendo que la próxima implosión es solo cuestión de tiempo. No nos distraemos, vemos claramente el caos. El objetivo, como siempre, es la victoria de Ucrania”, añadió el ministro de Asuntos Exteriores, Gabrielius Landsbergis.

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“Estonia sigue de cerca el desarrollo de los acontecimientos en Rusia y está intercambiando información con sus aliados”, tuiteó la primera ministra, Kaja Kallas, que aseguró a sus ciudadanos que “no hay una amenaza directa contra su país” y les rogó que no viajen a “ninguna región” del país vecino. Los primeros ministros de las tres repúblicas bálticas, así como Finlandia, hablaron ayer por teléfono y están en contacto para coordinarse e intercambiar información, añadió.

“Estamos preparados para adoptar medidas adicionales, si es necesario, para proteger nuestras fronteras”, apuntó el primer ministro letón, Krisjanis Karins. “Cuanto más se preocupe el segundo ejército más fuerte del mundo por la contraofensiva surgida entre sus filas, menos trabajo tendrá que hacer Ucrania”, comentó con ironía la primera ministra lituana, Ingrida Simonyte. “Observar arañas metidas dentro de un frasco siempre es un espectáculo desagradable, pero el resultado final siempre es el mismo, cierta cantidad de veneno, acabe como acabe”, dijo sobre el pulso que el líder del grupo de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, ha lanzado al presidente ruso, Vladímir Putin.

“El Kremlin recoge lo que ha sembrado; toda la violencia contra Ucrania se ha vuelto en su contra”

Estonia y Letonia tienen frontera terrestre con Rusia, mientras que Lituania la tiene a través del enclave de Kaliningrado, donde desde el 2016 tiene su sede la flota rusa del mar Báltico. Finlandia, por su parte, tiene la frontera terrestre más amplia de todos los miembros de la OTAN, más de 1.300 kilómetros. Rusia no es el único vecino por el que tienen que preocuparse. Tanto Lituania como Letonia tienen frontera con el más estrecho aliado de Moscú, Bielorrusia, cuyo presidente, Alexánder Lukashenko, permitió a Putin utilizar el territorio del país para lanzar el ataque a Ucrania a través de la región de Cherníhiv y recientemente ha autorizado el despliegue de misiles nucleares tácticos rusos.

Desde el comienzo de la guerra, la OTAN prácticamente ha multiplicando por diez la cifra de soldados en su flanco oriental, desde el mar Báltico hasta el mar Negro. Si antes de la invasión había 4.650 efectivos, en abril había unos 40.000, un aumento canalizado a través de los cuatro batallones aliados creados en las repúblicas bálticas y Polonia a raíz de la anexión rusa de Crimea. En la cumbre de Madrid de hace un año, cuando los líderes aliados acordaron el mayor refuerzo de su seguridad colectiva desde el final de la guerra fría, se decidió crear cuatro más en Bulgaria, Hungría, Rumanía y Eslovaquia, así como elevar a 300.000 efectivos la dotación de su fuerza de reacción rápida.

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