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Los instintos básicos de Westminster

Nuevo escándalo

El diputado conservador británico Neil Parish ha anunciado su dimisión tras desvelarse que miró pornografía en su móvil mientras participaba en las sesiones de la Cámara de los Comunes

El diputado conservador británico Neil Parish. 

RICHARD TOWNSHEND / AFP

Los conservadores del Reino Unido han tenido históricamente un problema con el sexo. Cuando no se trata de escándalos de affaires extramatrimoniales (la sociedad británica es en esto muy mojigata, nada que ver con la francesa), se trata de prostitución, o de pornografía, o de misoginia o de acosos, o de comentarios machistas, o de sadomasoquismo o de prácticas eróticas digamos que poco convencionales, como ponerse un plástico en la cabeza para reducir el flujo de oxígeno, y, supuestamente, tener así más placer. Puede que funcione, pero a alguno se le ha ido la mano y se han llevado un buen susto. David Mellor, un ex ministro de John Major en los noventa, se hizo famoso por hacer el amor con una prostituta de lujo con la camiseta del Chelsea puesta.

Ahora hay un poco de todo. Se ve, por lo que ha relatado un artículo de bastante mal gusto del Daily Mail (tory hasta la médula), que entre las huestes conservadoras se corrió la voz de que la número dos laborista Angela Rayner “cruza y descruza las piernas en los debates de los Comunes al estilo de Sharon Stone en la película Instinto Básico para distraer la atención del primer ministro Boris Johnson, en vista de que no consigue hacerlo con sus dotes oratorias”. El diario no ha revelado los nombres de los diputados que han efectuado comentarios de tan elevado contenido machista, censurados públicamente por Boris Johnson y todo el conjunto de la oposición.

Se han llegado a visualizar partidos de fútbol durante las sesiones

El tema seguía dando cuerda cuando dos mujeres de los Comunes acusaron públicamente a un colega tory de dedicarse en los debates a ver porno en su teléfono. Es cierto que hay sesiones legislativas muy largas y tediosas que se prolongan hasta altas horas de la noche con los bancos casi vacíos (no todo es la juerga de los intercambios de pullas entre Johnson y el líder laborista Keir Starmer, o las discusiones sobre las fiestas en Downing Street), pero aún así… Y no ya sólo por el porno, que también, sino porque en teoría está prohibido dedicarse a juguetear con los móviles y las tabletas, desde que a más de un representante se le pilló siguiendo en directo los partidos del Manchester United, el Liverpool o el Arsenal mientras a su alrededor se intercambiaban opiniones sobre si subir o bajar los impuestos.

El protagonista del pornogate ha sido identificado como Neil Parish, representante tory por la circunscripción de Tiverton y Honiton desde el 2010, y presidente del Comité parlamentario de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, apartado inmediatamente de la disciplina del Partido y que ha anunciado que dimitirá. El Gobierno Johnson ha decidido que era mejor revelar su nombre a la prensa, en vez de dar rienda suelta a las especulaciones (ya había quienes decían que podía ser un miembro del Gabinete).

El caso de Damian Green

La ofensa cometida por Parish no llega al nivel de la de Damian Green, aliado personal de Theresa May y que llegó a ser el equivalente de su jefe de Gabinete hasta que se vio obligado a dimitir tras revelarse que Scotland Yard había encontrado porno del más duro en las entrañas del ordenador de su oficina, lo que fue el fin de una carrera política prometedora. Pero nunca renunció a su escaño en los Comunes por Ashford. Y como los “tories” se ayudan los unos a los otros, en la actualidad es el presidente del One Nation Conservative Caucus, un grupo parlamentario que reúne a medio centenar de legisladores en su mayoría pro europeos, anti Brexit y con valores políticos y ociales moderados.

La combinación del pornogate y el instinto más que básico de una pandilla de diputados han hecho muy poco por mejorar la imagen del Partido Conservador entre el alrededor de dos terceras partes de británicos que no lo votan, y que los ve como unos privilegiados que no tienen ni idea de lo que cuesta una barra de pan. Y que además creen que hay una ley para ellos y otra para los pringaos. Eso, en pleno escándalo de las fiestas ilegales en Downing Street y a unos días de las elecciones municipales del jueves en Inglaterra y Gales, de las que no se espera que el Gobierno salga muy bien parado. Algunos analistas piensan que la suerte de Johnson puede depender de lo que pase, aunque la mayoría de concejales en juego son laboristas, y por lo tanto no hay mucho margen ni para que la oposición de una estocada espectacular, ni tampoco para que los tories se lleven un batacazo.

56 miembros de la Cámara están siendo investigados por supuesto acoso sexual

Afortunadamente ya pocos se llevan las manos a la cabeza y no son noticia las relaciones homosexuales de los diputados (conservadores o no). Las cosas han cambiado tanto que el tory Jamie Wallis, que representa una circunscripción de Gales, ha anunciado que se va a cambiar de sexo. Pero la pornografía, el machismo, el sexismo y la misoginia siguen siendo parte de la cultura dominante en Westminster, como sugiere el hecho que la friolera de 56 miembros de los Comunes son en la actualidad objeto de investigaciones por supuesto acoso sexual. Las mujeres del Parlamento cuentan historias de horror sobre las situaciones en las que se ven metidas, ya sean toqueteos, comentarios, insinuaciones y hasta violencia física.

Ya no ocurre como años atrás, cuando Westminster era una especia de salvaje oeste de la política donde todo valía, los diputados bebían como cosacos mientras intrigaban y despotricaban en los bares del Soho, y se quedaban a dormir la mona con sus amantes en los clubes privados de los eran socios,  mientras las sacrificadas esposas, a cientos de kilómetros de distancia, en casitas de campo de Yorkshire o Cumbria, daban el desayuno a los niños y metían los donuts en sus mochilas. Pero está claro que el instinto básico del parlamento británico sigue siendo bastante vicioso… y un tanto básico.