Navalni rompe la agenda en Rusia

Desafío a Putin

Las protestas a favor del activista irrumpen en la política en un año electoral

EA4624. KRASNOGORSK (RUSIA), 28/01/2021.- El opositor ruso Alexei Navalny comparece por videoconferencia durante una vista del recurso abierto contra su detención, este jueves en un tribunal de Moscú. EFE/ Yuri Kochetkov

Alexéi Navalni comparece el jueves por videoconferencia en la vista sobre el recurso abierto contra su detención

YURI KOCHETKOV / EFE

La vuelta a Rusia y encarcelación del opositor Alexéi Navalni hace dos semanas no solo ha movilizado a decenas de miles de personas en todo el país. También está marcando la agenda, la del poder y la de los partidos, en un año en el que la principal cita política son las elecciones parlamentarias de septiembre. Aunque las protestas convocadas para mañana tengan tanto seguimiento como las de hace una semana, hasta los comicios queda sin embargo un largo camino. El equipo de Navalni y sus aliados tiene como misión mantener la tensión. El poder, por su parte, intentará desactivarla. Por las buenas o por las malas.

Algunos expertos creen que la pasada jornada de protestas puede servir de trampolín a la oposición extraparlamentaria para arrebatar parte del poder al partido de Putin, Rusia Unida. Queda “ahora una tarea aún más ambiciosa: es necesario mantener la dinámica de la protesta hasta las elecciones a la Duma”, escribía el politólogo Abbas Galliámov en Facebook.

Parte de la oposición leal al Kremlin está dividida ante el fenómeno del opositor: o apoyarle o maldecirle

Aún es pronto para decir qué influencia tendrán las protestas en las elecciones. Pero Alexánder Gnezdílov, miembro de la dirección del partido opositor liberal Yábloko, cree que dependerá de lo que haga el poder. “Si como en el 2019 con las elecciones locales, se niega a muchos candidatos de la oposición el derecho a participar, es muy probable que las protestas se repitan en agosto”, dice a La Vanguardia .

Borís Kagarlitski, politólogo y profesor de la Escuela de Ciencias Sociales y Económicas, cree que la tensión del caso Navalni no se mantendrá tanto en el tiempo. “Esas elecciones, al menos como están planeadas, no se celebrarán. Pueden ocurrir dos cosas: que el régimen aguante y se transforme abiertamente en una dictadura, o que realice algunas concesiones”, explica por teléfono. No descarta incluso un cambio de poder desde dentro. “Puede ocurrir que una parte del poder se vuelva contra la otra, algo habitual en Rusia”, argumenta.

Navalni rompe la agenda en Rusia Video

El Kremlin, que por ignorar a su principal crítico evitaba incluso mentar su nombre, estas dos semanas se ha visto obligado a hablar de Navalni de forma regular. Ayer mismo su portavoz, Dimitri Peskov, negó que el presidente ruso, Vladímir Putin, tenga un palacio en Guelendzhik, en la costa del mar Negro, como asegura Navalni en un vídeo que publicó en internet y redes sociales su equipo después de que se le impusieran 30 días de prisión preventiva. El vídeo, llamado El palacio de Putin , ha recibido más de cien millones de visitas. Aunque la acusación no es nueva y fue noticia hace una década, Navalni se ha marcado un buen tanto.

El mismo Putin dedicó esta semana buena parte de un encuentro con estudiantes a su archienemigo. Tuvo personalmente que negar poseer tan suntuosos aposentos. Y comparó a los organizadores de las manifestantes con “terroristas”.

Las protestas también parecen haber triturado alguna de las estrategias de los partidos de la oposición oficial (con representación en la Duma) para las elecciones de septiembre. Según Kagarlitski, en algunos casos “se está produciendo un cisma interno”.

Como es habitual en la democracia dirigida rusa, los líderes de los tres partidos de la oposición consentida, Gennadi Ziugánov por el Partido Comunista, Serguéi Mirónov por Rusia Justa y Vladímir Zhirinovski por el Partido Liberal-Democrático de Rusia, están a lo que diga el Kremlin, así que maldicen a Navalni y condenan las protestas.

“Los amos de las corporaciones transnacionales del mundo han tomado claramente la decisión de desplazar a Putin con un escenario de revoluciones de colores, con la destrucción de nuestro Estado. Navalni aplaude al nuevo presidente de EE.UU. por alguna razón”, dijo Ziugánov en el Comité Central del partido el 23 de enero.

Pero no todos en esta formación opinan igual. Al menos tres importantes líderes regionales han mostrado su apoyo a las manifestaciones: Serguéi Levchenko, exgobernador del óblast de Irkutsk; Viacheslav Marjáev, que siendo senador por la República de Buratia fue el único de la Cámara Alta que el año pasado votó en contra de la reforma constitucional de Putin; y el exdiputado y líder del partido en Moscú Valeri Rashkin.

Algo similar le ocurre a Rusia Justa. Su líder ha acusado a Navalni de ser “un traidor a la patria”, pero dirigentes del partido en provincias estuvieron en las protestas.

El empuje de Navalni también está marcando la agenda de la policía y de las instancias judiciales. En primer lugar, para disolver a la fuerza las protestas. Hubo más de 4.000 detenidos el pasado sábado, lo nunca visto desde el fin de la URSS. Pero con Navalni en la cárcel las autoridades rusas han intentado apartar a los organizadores de las protestas haciéndoles pasar, aunque sean unos días, por los calabozos. La semana pasada, su portavoz Kira Yármish fue condenada a nueve días de arresto administrativo por convocar protestas no autorizadas.

Ante la jornada de protestas de este domingo, la policía registró esta semana los apartamentos de Navalni y de su esposa Yulia, de miembros de su equipo y su oenegé Fundación de lucha contra la corrup-ción. Con la acusación de violar la normativa contra la covid, el miércoles fueron retenidos durante 48 horas su hermano Oleg y otros activistas, y ayer un tribunal de Moscú les impuso arresto domiciliario de dos meses.

A las protestas no solo asisten partidarios de Navalni. “Muchos miembros de Yábloko asistieron en varias regiones. Nosotros percibimos estas protestas no como apoyo al Navalni político, sino como un acto contra la represión política, la corrupción y la supresión de la libertad”, apunta Alexánder Gnezdílov.

Los partidos opositores pequeños ya forman de facto una coalición con el grupo de Navalni. Pero montar una alianza con los más importantes es difícil. “Nuestra puerta está abierta para hablar, pero creo que las probabilidades de una coalición son pocas”, señala.

En esta formación no aprueban la estrategia de “voto inteligente” que empleó Navalni el año pasado en las elecciones locales y regionales, consistente en apoyar al partido que tenga más posibilidades de derrotar a Rusia Unida. Eso significaba pedir el voto por los candidatos de los comunistas, el Partido Liberal-Democrático y Rusia Justa.

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