Restaurar la política norteamericana

Restaurar la política norteamericana

Los discursos que acompañan al juramento del cargo de presidente de Estados Unidos tienen dos objetivos fundamentales: marcar el tono de la política americana para los próximos cuatro años y sustentar las acciones de la nueva Administración en sus primeros cien días de mandato. Son también la manera de conocer las cualidades, humanas y políticas, del nuevo presidente y de que este pronuncie alguna frase para la posteridad.

Biden no tiene el carisma de Obama, ni sus discursos son tan electrizantes. Es un obrero cualificado de la política americana, conocedor de la maquinaria de Washington y de la necesidad de tender puentes para llegar a acuerdos. Sus votantes le reconocen la empatía de la que carecía Hillary Clinton. Y dejó alguna frase que, sin estar a la altura de la inauguración de Kennedy y su célebre “no te preguntes lo que el país puede hacer por ti, pregúntate lo que puedes hacer por tu país”, resume bien el estado de la política en América: “La democracia es frágil y, en este momento, la democracia ha vencido”, así como el papel de Estados Unidos en el mundo (liderar con “el poder de nuestro ejemplo” y no mediante el ejemplo del poder).

Es en el tono y en la agenda de Gobierno donde reside el valor de su discurso. Biden aportó serenidad donde Trump agitaba la confrontación. Este culpaba a las instituciones del sufrimiento del pueblo (“drenar el pantano”); Biden propone salvaguardar, restaurar, recoser y reparar la política y sociedad americanas.

Su discurso fue también valiente en su lectura de la realidad política. Algunos le aconsejaron no centrar demasiado la atención en el asalto al Capitolio para no perjudicar la imagen del país, pero Biden empezó su discurso por aquí. Constató a continuación los terribles efectos del coronavirus en el plano sanitario y económico, mientras que su predecesor los obviaba. Habló de justicia racial, extremismo y supremacismo blanco; realidades que, no por existir, dejan de ser tabúes discursivos.

En cuanto a su agenda de Gobierno, Biden restaurará la centralidad de la acción política. Sus primeras órdenes ejecutivas derriban varios pilares del legado de Trump: la construcción del muro con México, el retorno al Acuerdo de París para el clima, la suspensión de la salida de la OMS, el fin del veto a los viajeros procedentes de países de mayoría musulmana o la salvaguarda del programa DACA para los dreamers . La política no es solo discurso sino, ante todo y según Biden, acción de Gobierno.

Los presidentes no son infalibles ni omnipotentes. Los factores estructurales que auspiciaron la victoria de Trump, como el resentimiento hacia los representantes políticos e instituciones, las crecientes desigualdades o la polarización política, siguen presentes. Pero, aunque los líderes no lo son todo, sí lo condicionan todo. La política americana adopta con Biden un nuevo tono, forma y fondo. Solo por esto el cambio ya merece la pena.

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