El desafío de Trump evidencia la vulnerabilidad del sistema electoral

Estados Unidos

La inexplorada negativa a conceder la victoria desnuda la fragilidad democrática

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El nuevo libro de Barack Obama, Una tierra prometida , ayer en una librería de Washington DC

NICHOLAS KAMM / AFP

Existen una serie de principios que los estadounidenses asumen partiendo de eso que denominan “la excepcionalidad americana”.

Esta filosofía consiste en que Estados Unidos se sitúa por encima del resto de países dado su poderío mundial, circunstancia que se interpreta como una protección frente a cualquier amenaza.

A la gran mayoría le resultaba inimaginable pensar en una brecha de seguridad de tal dimensión que permitiera a unos fundamentalistas secuestrar cuatro aviones comerciales en el 2001 y derribar el símbolo económico de las Torres Gemelas en Manhattan, empotrar otro aparato en el Pentágono, que es la imagen de la supremacía militar, y un cuarto avión, frustrado, rumbo nada menos que a la Casa Blanca, la expresión del poder global.

El blindaje frente a un ataque enemigo se demostró un mito.

El aviso de obama

“Es un paso más en la deslegitimación de Biden y la democracia, y es algo peligroso”

La negativa de Donald Trump a aceptar su derrota, pese a las evidencias de las urnas y las falsas denuncias de fraude masivo, pone de manifiesto la escasa protección ante un desafío autocrático.

EE.UU. se ha proyectado en el atlas como el ariete de la democracia. Sin embargo, el envite lanzado por Trump dinamita la herramienta clave de los cimientos del edificio como es el voto. Por primera vez, un presidente intenta convencer a sus compatriotas de que no se han de creer el resultado que le perjudica a él.

“La conclusión más alarmante de la presidencia Trump es lo peligrosamente cerca que Estados Unidos se halla del colapso del sistema constitucional”, señala Elizabeth Drew, periodista y escritora política. “Si Trump hubiera tenido éxito en sus esfuerzos por revertir el resultado de las elecciones (claramente inútil desde el principio), la democracia podría haber sido destruida. Tal vez la mejor lección es ver la fragilidad de la Constitución y el aumento de los riesgos por su timidez frente a los que la socavan”, indica Drew en un artículo.

En realidad, la historia demuestra que el andamiaje se basa en “un buen espíritu deportivo”, como subraya Adam Gopnik en The New Yorker . Esa legitimidad significa reconocer al otro.

“La idea de dar la mano después de una derrota es algo fundamental en nuestra moralidad democrática”, remarca. “Se espera un apretón de manos porque demuestra tu compromiso con las reglas del juego”, matiza.

Sin embargo, en verdad esas reglas no están escritas y a menudo son las más esenciales.

El mal espíritu deportivo

El sistema se basa en que el candidato perdedor le déla mano al ganador

“Lo que está haciendo Trump no es violar las normas –prosigue Gopnik– sino agredir premisas, esas mismas premisas que hacen posible la democracia, que se reduce a una deportividad superior, donde todo gira en torno a aceptar la legitimidad del otro”.

Avisa que aquellos que ignoran dar la mano son los que intentan manipular el juego. “El mal espíritu deportivo es una advertencia de lo peor”, concluye.

Durante estos más de diez días desde que se dio ganador a Joe Biden se ha recordado la deportividad de otros perdedores. Una muy mencionada es la de John McCain en el 2008. Al conceder la victoria a Barack Obama y escuchar los buuus de sus seguidores, McCain, moviendo los brazos para reclamar calma, exclamó: “¡Por favor!... Insto a todos los estadounidenses que me apoyaron a que se unan a mí no solo para felicitarlo, sino también para ofrecerle a nuestro próximo presidente nuestra buena voluntad y esfuerzo sincero para encontrar formas de unirnos”.

Han pasado doce años y esa deportividad, expresada incluso por Hillary Clinton en el 2016, se ha transformado en hostilidad hacia el ganador y la convivencia.

Muchos analistas recalcan que esto no es una broma, que no se debe despreciar el reto amparándose en que “el sistema funcionará”, como numerosos conservadores asienten para no contradecir a Trump y evitar el azote de su Twitter colérico.

“Al presidente no le gusta perder y nunca admitirá su derrota”, afirma Obama, en plena gira por su libro La tierra prometida , desde este martes en las librerías. “Estoy más preocupado por cómo otros cargos republicanos, quienes claramente lo saben mejor, le están complaciendo. Es un paso más en la deslegitimización no solo de la próxima administración Biden, sino de la democracia en general. Y este es un terreno peligroso. Nunca aceptaríamos de nuestros hijos comportarse de esta manera si perdieran”.

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