Territorio ‘flyover’

La carrera a la Casa Blanca

La ruta hacia la zona oeste de Nebraska está marcada por los anuncios contra el aborto y las palabras de Cristo

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En ruta.Uno de los maizales en el camino a Gurley, en Nebraska, donde tienen su explotación, dedicada a las semillas, Leon Kriesel y su esposa, la profesora Chreryl Burkhart-Kriesel

Francesc Peirón

La circulación de un tren interminable, decenas de vagones cargados de carbón, cierra el camino que lleva a la explotación Kriesel.

“A veces tienen más de tres kilómetros de longitud”, informa Cheryl Burkhart-Kriesel. “Van de las minas de Wyoming a Colorado Springs”, añade la anfitriona, una vez en su propiedad, ubicada en el término municipal de Gurley, poco más de 200 habitantes, en el suroeste de Nebraska.

Los extranjeros viajan a la Costa Este y a la Costa Oeste y pasan por encima, sin ver la América real”

Cheryl Burkhart-KrieselVecina de Gurley, Nebraska

Su casa queda enclavada entre campos. Solitaria. Sin asfalto, junto a silos y almacenes, con pavos reales paseando despreocupados y uno de esos típicos molinos de viento para extraer agua del pozo, una estampa costumbrista en películas de Hollywood.

Que el viajero aparezca en este territorio, que ella describe como “la quintaesencia en medio de todo”, le permite recordar la teoría del estado flyover , del sobrevuelo.

“La gente de otros países viaja por lo general a la Costa Este y a la Costa Oeste, y pasa por encima, sin ver lo que consideramos la América real, el corazón”, subraya.

En la cuarta jornada de aventura por la América rural, este trayecto equivale a un sobrevuelo terrestre. Desde Lyons, en el lado este de Nebraska, hasta el otro extremo en Bridgeport, al hotel más cercano a Gurley, un total de 850 kilómetros de un tirón, salvo algunas paradas para repostar y combatir la somnolencia.

El recorrido empieza con un sol de otoño, circulando por esas grandes llanuras en las que se pierde la vista, que ilustran la enormidad de este país, el contraste de la densidad humana de las grandes ciudades y este vacío. Salvo por las vacas, que muestran toda la diversidad que se echa de menos entre los pobladores.

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Estados rurales y casi deshabitados de Estados Unidos

Francesc Peirón

A medida que avanza la tarde, la paleta de colores del paisaje se va modificando. Y cae la noche, de una oscuridad abismal.

Cómo no recordar las palabras de Darlene, camionera jubilada, en aquella primera etapa en Kansas. “No conduzcas al anochecer, las luces atraen a los animales salvajes”. Hay una carnicería en la carretera. Escasos coches y un flujo de camiones gigantes iluminados como discotecas móviles.

Además se constata un cambio político, tirando a teológico. La publicidad de Joe Biden sigue sin verse. El candidato demócrata está desaparecido en Nebraska.

Pero también se cuentan muchas menos enseñas del presidente Donald Trump, en beneficio del candidato divino.

Una y otra vez se repite este cartel, “Jesús: Confío en ti”. Esta frase se reitera, mientras se intercalan mensajes más específicos en contra del aborto, siempre con la imagen de un bebé, que es el que habla. “Tus padres eligieron la vida”; “no me des la mano, dame la vida”; o “elige adopción, es la opción de vida”.

Según Burkhart, “tenemos un buen número de lo que calificaría de iglesias fundamentalistas, no afiliadas a ninguna plataforma nacional, que son muy ruidosas y son las que ponen esos anuncios”.

El impacto electoral está claro. Pero incluso votantes de Trump se sorprenden de que grupos religiosos ultra conservadores se hayan entregado, a partir de su oposición al aborto, a un presidente “divorciado y adúltero”, que hizo donaciones a clínicas en las que se interrumpía el embarazo.

Burkhart-Kriesel hace una disección político sociológica de su estado a partir de su experiencia, forjada como trabajadora agrícola –todavía se encarga del manejo de la cosechadora– y como profesora de la Universidad de Nebraska-Extension.

Nació en la zona este y se crió en una granja. La mayor de tres hermanas, a Cheryl le tocó hacer de niño, lo que en Estados Unidos se conoce como tomboy . “Era la que ayudaba a mi padre”, dice.

Sin embargo, acudió a la Universidad de Nebraska, en la capital Lincoln, y conoció a Leon Kriesel. Se casaron en 1978 y se instalaron en Gurley, lugar en el que él tenía y tiene un negocio de producción de semillas con proyección internacional, en especial en Asia, y un despliegue tecnológico sofisticado.

“En la parte este, algo más densa, se da una mentalidad cultural más tolerante, de trabajar unos con otros”, señala. “El oeste es más tipo cowboy, de personas más independientes, orgullosos de esa independencia y eso puede meterte en problemas”, matiza.

En el bar de Gurley hay una mesa comunal, a la que los clientes se suman a las conversaciones. “Todos podemos acabar hablando de lo mismo. El país está tan dividido que la gente tiene unos puntos de vista alocados, todo es blanco o negro, no hay gris, no hay tolerancia”, afirma.

“Hemos de ir con cuidado porque no queremos que nuestras opiniones afecten a nuestro negocio. Mi marido y yo nos hemos especializado en cambiar el sentido de las conversaciones. Existe mucha desinformación y odio que esa mala información se comparta como verdad”, dice.

Durante el almuerzo, en una tienda de comestibles y restaurante de Dalton, otro pequeño pueblo, Leon rememora su particular historia, con ecos de Las uvas de la ira de John Steinbeck.

Los suyos emigraron de Europa y se instalaron en la zona este, cerca de Lincoln. Su abuelo ya se dedicó a las semillas.

Las tierras del oeste de Nebraska se consideraban malas. Buena parte de sus ocupantes las dejaron y se fueron más al oeste, a Oregón o California, bajo la promesa de que aquellas parcelas eran más fértiles. A finales de los años veinte del pasado siglo, el padre de Leon, visto que en su familia iban cortos de fincas, optó por mudarse y empezar su negocio de semillas en Gurley.

La fortuna estaba allá donde otros solo encontraron miseria.

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