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Angelo Becciu, el cardenal fulminado por malversar

Quién

El Papa ha castigado al purpurado italiano, acusado de corrupción y nepotismo, sin los derechos del cardenalato

Giovanni Angelo Becciu en junio del 2018, cuando fue elevado al rango de cardenal

ANDREAS SOLARO / AFP / ARCHIVO

Al cardenal italiano Giovanni Angelo Becciu le cambió la vida el jueves a las 18.02 de la tarde. “Hasta las 18.02 me sentía amigo y fiel ejecutor del Papa. Luego me dijo que ya no tenía confianza en mí porque los magistrados le han indicado que habría cometido un acto de malversación”, dijo ayer el prelado italiano en una apresurada e inusual rueda de prensa.

El cardenal fulminado se explicó después de que el papa Francisco tomara la decisión de castigarle con la más severa de las penitencias. Le obligó a renunciar como prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, uno de los más altos puestos en la curia romana, y también a las prerrogativas que le corresponden como purpurado. Es decir, que mantendrá el título pero no podrá entrar en la capilla Sixtina en el caso de celebrarse un cónclave. A los 72 años, Becciu estaba en las quinielas como próximo papa.

Becciu entregó 100.000 euros de la Iglesia a una cooperativa de su hermano en Cerdeña

La Santa Sede no ha dado más explicaciones a las dos líneas enviadas el jueves a última hora donde anunciaba que Becciu dejaba de ostentar los derechos del cardenalato. No se precisaron los motivos de tan radical decisión, que solo ha sido tomada para casos gravísimos de abusos sexuales. Algo parecido le ocurrió al arzobispo emérito de Edimburgo, Keith O’Brien, forzado a renunciar a los derechos al cardenalato tras ser denunciado por haber abusado de seminaristas. Un caso diferente al del estadounidense Theodore McCarrcick, el exarzobispo de Washington, que sí dejó el cargo como cardenal y hasta fue expulsado después del sacerdocio por haber sido hallado culpable de abusar sexualmente de menores y adultos.

Becciu, nacido en Pattada (Cerdeña) en 1948, trabajó en varias nunciaturas apostólicas (embajadas vaticanas) hasta que en el 2001 Juan Pablo II lo nombró nuncio en Angola. En el 2009 Benedicto XVI le envió de nuncio a Cuba hasta que después regresó a Roma para ser sustituto en la Secretaría de Estado, un cargo que podría ser equivalente al de número tres en el Vaticano, y que ostentó durante años.

Fue durante ese tiempo que se llevó a cabo la compra de un inmueble en Londres por parte de la Secretaría de Estado por unos 200 millones de euros, una operación inmobiliaria que es investigada por la Fiscalía vaticana ante un supuesto caso de corrupción en la gestión del Óbolo de San Pedro, el organismo del Vaticano encargado de recoger los fondos que los fieles católicos destinan, teóricamente, a las obras de caridad del Pontífice.

Becciu no estaba investigado formalmente pero sí fue suspendido monseñor Mauro Carlino, quien era su secretario personal. Por eso, ante la falta de explicaciones por parte del Vaticano, todos los vaticanistas rápidamente dedujeron que el motivo del castigo ejemplar estaba relacionado con este supuesto caso de corrupción. Sin embargo, en la rueda de prensa que dio ayer Becciu aseguró que el Papa no le nombró el asunto londinense, sino que es acusado de malversar para enriquecer a su familia. En concreto por entregar 100.000 euros del Óbolo de San Pedro a favor de la cooperativa sarda Spes, que colabora con Cáritas en su diócesis y de la que, casualmente, el propietario y representante legal es su hermano Tonino. También facilitó una contribución de unos 300.000 euros de la Conferencia Episcopal italiana para el mismo propósito.

“Es verdad que he destinado dinero a Cáritas. Estos 100.000 euros. Es algo que es función del sustituto de la Secretaria de Estado. En siete u ocho años nunca había realizado ninguna obra de apoyo a Cerdeña (su región natal). Sé que mi diócesis está en emergencia por el paro”, se justificó el purpurado.

No es solo esto, sino que el cardenal defenestrado también ha sido acusado de nepotismo por usar los servicios de otro hermano, que tiene un negocio de carpintería, para renovar su casa en Angola y la nunciatura en Cuba. Preguntado por esto, Becciu aseguró que cree que todo es “surrealista” y que no ha hecho nada malo. Se justifica diciendo que en estos países era muy difícil encontrar material y buenos trabajadores, y que “no iba a dar la vuelta a Italia” si su hermano tenía una carpintería. “Yo no he enriquecido a mi familia. Les invito a ver las casas donde viven y los coches que tienen”, desafió a la prensa, amenazando con querellarse contra quienes le difamen. También negó que, como se ha publicado, favoreció que locales vinculados a organizaciones eclesiásticas comercializaran una cerveza sarda embotellada por una empresa de la que un tercer hermano es socio mayoritario.

La corrupción para Francisco es un “pecado grave”. “Comienza con un sobre... ¡y después es como la droga!”, dijo al principio de su pontificado. Y no le ha temblado la mano para amonestar a uno de los suyos. El cardenal Becciu no estaba en la lista de los opositores a Francisco, al contrario, era uno de sus aliados cercanos. Fue el mismo Pontífice quien lo hizo cardenal en el 2018. Y según dijo ayer, su fidelidad al Papa no va a cambiar. “ Yo no le traicionaré nunca. Estoy listo para dar mi vida por el Papa”, juró. Y Becciu no se fue sin expresar su malestar con un dardo envenenado: “Espero que no haya sido manipulado”.