Qom, el ‘Vaticano’ chií de Irán, se recupera poco a poco
Emergencia sanitaria
La ciudad de los estudiosos del chiísmo, la primera del país en registrar muertes por el coronavirus, se recupera poco a poco
Cuatro clérigos protegidos con trajes clínicos azules, máscaras y guantes cargan un cajón en el que reposa el cuerpo de uno de los tantos fallecidos que son sepultados en el cementerio de Beheshte Masumé, en Qom. Todos los protocolos de seguridad hacen sospechar que el hombre habría muerto como consecuencia de la Covid-19, al igual que ha sucedido con cientos de personas a las que estos clérigos han ayudado a dar sepultura desde finales de febrero, cuando esta ciudad a 125 kilómetros al sur de Teherán y considerada el centro del islam chiíta en Irán, fue sospechosa de ser el segundo gran foco mundial del entonces nuevo coronavirus tras Wuhan.
Son estos hombres, identificados con sus turbantes, los que lideran todos los rituales de la ceremonia, incluido rociar alcohol con un atomizador en las manos de todos los asistentes al sepelio, que no siempre siguen los protocolos. Imágenes por satélite de este cementerio mostrando cómo se estaban abriendo cientos de nuevas tumbas publicadas por el diario The Washington Post el pasado 12 de marzo encendieron las alarmas sobre la expansión del virus en esta ciudad de un millón y medio de habitantes, entre ellos miles de estudiantes del chiísmo llegados de todas partes del mundo.
Fue imposible de verificarlo durante la visita, pues moverse en la gran extensión del cementerio requiere de permisos especiales, al igual que lo requiere el acceso para informar desde la ciudad. Lo que nadie niega es el caos y el temor que se despertó en la ciudad desde finales de febrero, exactamente desde el 19, cuando se anunciaron los dos primeros fallecidos en Irán –precisamente en Qom- a consecuencia de la pandemia. “El momento más duro fue esa primera noche cuando se anunciaron las muertes y muchas personas que se sentían enfermas o que tenían algunos síntomas que coincidían con los que describían los medios vinieron al hospital”, reconstruye Mohammad Vali Maaerefet, el jefe de enfermeros del hospital Imam Reza, el más grande de la ciudad.
“Todos estábamos avergonzados y preocupados de que se hubiera presentado el coronavirus en la provincia de Qom. No entendíamos cómo podía haber llegado hasta aquí. A eso se suma que muchos de nuestros colegas tenían miedo, pues no sabían nada sobre el virus”, dice Vali Maaeferet que, al igual que muchos de sus compañeros, dio positivo en medio del pico del virus en la ciudad, que aseguran que se extendió durante 45 días. Hoy ya está recuperado.
El doctor Davood Ali Mohammadi, director regional de Tamin Ejtemayi – la seguridad social iraní, que dirige este hospital-, asegura que atendieron a más de 4.500 personas en esos días y las 120 camas del hospital quedaron dedicadas a atender pacientes con el virus. “Aquí murieron 67 personas, lo que significa que nuestra mortalidad fue del 1,5 %, que es baja comparada con la del resto del mundo”, explica Mohammadi, quien destaca la dedicación de los trabajadores del sector sanitario, muchos de los cuales se trasladaron a vivir al hospital.
Vuelta a la normalidad
“No se preocupe, aquí no tiene que usar tanto gel, en Qom todo está controlado”
“Agrupaciones de personas y clérigos nos traían agua y comida, la sociedad se volcó para ayudarnos”, dice este médico pediatra que nos guía por la UCI del hospital donde, si bien ya no hay casos de coronavirus –solo se tratan ocho casos no críticos en una sección especial-, la memoria de la tragedia sigue vive en cada uno de los integrantes del equipo. “Nunca me imaginé ver algo así”, dice Hoda, una enfermera a la que se le encharcan los ojos al recordar todo lo que vivió y cómo pasó semanas sin poder atender a su madre enferma.
El Gobierno iraní dejó de desglosar las cifras de muertos por provincias pocos días después de que se anunciara la pandemia. Para entonces, Qom encabezaba la lista junto con Teherán y la provincia norteña de Gilan. Sin embargo, algunas informaciones que se escaparon al control de las autoridades mostraban la crisis que se cocinaba. Un vídeo que circuló por internet mostraba la morgue de lo que se decía era Qom llena de cuerpos en bolsas que se apilaban. El 24 de febrero, el parlamentario por la ciudad, Ahmad Amirabadi Farhani, dijo en la cámara de representantes que solo en Qom se habían producido 50 muertos por el virus en las dos últimas semanas. El Ministerio de Salud lo negó y nunca más se oyeron declaraciones de Farhani, quien aquel día fue retirado del Majles.
“No se preocupe, aquí no tiene que usar tanto gel en las manos, en Qom todo está controlado”, nos dice el hombre de la oficina local del Ministerio de Cultura a quien designan para que nos acompañe en nuestro recorrido. El mismo clamor se escucha en la ciudad, donde la vida se ha recuperado desde hace unas semanas después de dos meses de encierro total. Esta sensación de estabilidad contrasta con lo que sucede actualmente en diez regiones del país , donde se ha declarado el estado de emergencia. Durante la última semana el número de muertos ha sobrepasado diariamente la cifra de los cien -120 el miércoles-. Esto es verdaderamente significativo, pues ni siquiera en el pico de la primera ola el número de fallecidos en Irán superó los 160. En total, las autoridades registran 9.185 muertes hasta la fecha.
“Estas calles se quedaron vacías, así que poco a poco todos decidimos cerrar nuestros almacenes”, señala Alireza, un comerciante del bazar. Este cierre voluntario sucedió antes del 21 de marzo, cuando se celebra el año persa y cuando el gobierno ordenó el cierre total de los comercios y del gran mausoleo de Fátima Masumé, el monumento religioso sobre el que gira la vida religiosa en Qom, visitado cada año por millones de peregrinos.
Este mausoleo se convirtió en los primeros días de la pandemia en objeto de debate entre el gobierno y el sector más radical del clero, que se negaba a cerrarlo a pesar de que muchas versiones aseguraban que se había convertido en un foco de propagación del virus. Hoy el mausoleo está abierto, pero con nuevas reglas. Los fieles no tienen acceso al interior, donde se encuentra la tumba de Fátima Masumé. Tampoco los clérigos, que rezan en el patio donde el distanciamiento social se logra –no siempre con éxito- distribuyendo las alfombras de manera intermitente, como si fuera un ajedrez. Pero para muchos nada podrá ser igual en la ciudad hasta que no regresen los peregrinos, un escenario que se ve lejano.
Amenaza todavía latente
Declarado el estado de emergencia en diez provincias iraníes y repuntan las muertes
Los locales todavía tienen miedo y los extranjeros no llegan, pues las fronteras con los países vecinos están cerradas. “Si a usted le regalan un billete para Wuhan ahora, posible diría que no. Lo mismo pasa con los iraníes cuando les dicen de venir a Qom”, explica el gerente de uno de los pocos hoteles que ha decidido reabrir, con malos resultados. Creen que tendrán que cerrar, al menos, para el resto del año.
“Se ha creado el rumor de que el coronavirus se expandió desde aquí, pero no es cierto. Todo lo contrario, hemos cooperado mucho para que las cosas mejoren pese a que nuestra situación económica es lamentable”, dice Sajad, un comerciante de 27 años que recuerda que seis personas de su familia murieron por la Covid-19 y a quien le preocupa que, con el pasar de los días, la gente parece haberse olvidado de la tragedia que vivieron. “El Gobierno tiene que hacer más para recordar a la gente que tiene que ser más cuidadosa”, concluye.