Una de las principales estrategias del Gobierno francés para gestionar la crisis de la Covid-19 es el traslado constante de pacientes –por tierra, mar y aire– desde las regiones con hospitales más saturados –como Alsacia– a las áreas del país, en el oeste y el sur, que están todavía menos afectadas por la pandemia del coronavirus.
Francia es un país muy centralizado y no se discute que, por orden de París, se mueva a enfermos por toda la geografía nacional si eso asegura una mejor asistencia general. No hay susceptibilidades políticas ni identitarias que valgan ante una emergencia nacional de estas dimensiones. Tampoco se tiene en cuenta el orgullo nacional. Francia no ha tenido ningún problema, antes al contrario, en aceptar que sus enfermos sean evacuados a hospitales alemanes, suizos y luxemburgueses. Una imagen muy simbólica fue el aterrizaje en Estrasburgo, el pasado domingo, de un Airbus A400M de la Luftwaffe –la fuerza aérea alemana– para llevarse a enfermos a Stuttgart y luego al hospital militar de Ulm.
Durante cuatro horas
Los vagones de los TGV se convierten en unidades de cuidados intensivos
Las autoridades sanitarias francesas quieren explotar al máximo el hecho de que prácticamente la mitad del país, una franja que va del noroeste al sureste, está sufriendo mucho menos los embates del coronavirus. Regiones como Normandía, Bretaña, el País del Loira, Nueva Aquitania y Provenza-Alpes-Costa Azul tienen aún pocos casos en comparación con Alsacia o la región parisina, por lo que sus estructuras sanitarias pueden absorber más casos graves y ayudar a las regiones que se hallan desbordadas.
Al inicio de la crisis, la armada francesa utilizó un portahelicópteros anfibio, el Tonnerre, para llevar a pacientes graves desde Ajaccio (Córcega) hasta centros médicos del área de Marsella. Luego se usó un Airbus militar para traslados desde Alsacia hasta Burdeos. Ha habido otros desplazamientos en helicópteros, autocares medicalizados –que en condiciones normales disponen de simples literas para dormir– y ambulancias convencionales.
Durante los últimos días se ha recurrido a trenes de alta velocidad (TGV) medicalizados. Se trata del medio de transporte con mayor capacidad, aunque supone un desafío organizativo, pues se coloca a los pacientes sobre camillas, encima de los respaldos de los asientos. Los vagones se convierten en improvisadas unidades de cuidados intensivos. En cada uno de ellos viajan un médico experimentado, un ayudante, cuatro enfermeras y un asistente logístico. Se tarda unas dos horas en instalar a los enfermos en los trenes y otras dos horas en sacarlos cuando se llega a destino. Para el trayecto entre Alsacia y Burdeos se emplea cuatro horas. No son los enfermos más críticos los escogidos para estos traslados, pues sería un riesgo muy grande. Se trata de pacientes graves que ya han superado la fase más aguda. Se les duerme y se les coloca un respirador artificial.
Absorción
Aprovechan que casi la mitad del país sufre mucho menos el embate del virus
“Con los TGV salvamos vidas –declaró a Le Parisien el doctor Lionel Lamhaut, responsable de urgencias del hospital Necker de París–. No hay otra manera para transportar a tantos pacientes con este nivel de seguridad”.
En los próximos días comenzará a haber trenes ambulancia desde el área de la capital a hospitales en Bretaña.