La investigación del caso Griveaux intenta desentrañar el complot
Un ‘affaire’ que desestabiliza al Elíseo
Macron aceptaba que su candidato en París siguiera adelante pese al escándalo
¿Fue un simple complot a pequeña escala de un círculo radical en París, o una conspiración más amplia y movida desde lejos? Esa es la gran pregunta a la que tratan de responder los investigadores del caso Benjamin Griveaux, el candidato del presidente Macron a la alcaldía de París, que hubo de renunciar el pasado viernes al salir a la luz unos embarazosos vídeos privados de contenido sexual.
La pareja que desveló el escándalo –el artista y refugiado ruso Piotr Pavlenski, de 35 años, y su novia francesa, Alexandra de Taddeo, de 29– fueron sometidos a un largo interrogatorio. Hoy comparecerán ante un juez de instrucción, que puede inculparlos por grave violación de intimidad. Se sabe ya que De Taddeo, una estudiante de Derecho con inquietudes políticas y gran interés por Rusia, de familia burguesa, tuvo una relación con Griveaux y fue la receptora de sus vídeos íntimos en mayo del 2018. Eran ese tipo de mensajes que suelen borrarse al cabo de unos segundos pero que ella quiso copiar. ¿Por qué lo hizo? ¿Había tendido una trampa al entonces portavoz del Gobierno, un hombre de 42 años, casado y con tres hijos, estrecho colaborador del presidente desde que se lanzó a la conquista del Elíseo?
Un artista ruso, su novia francesa y un abogado de extrema izquierda idean un clásico ‘kompromat’
Por lo que ha trascendido de las declaraciones de De Taddeo a la policía, ella autorizó –o empujó– a Pavlenski a divulgar los vídeos en internet por una cuestión personal (¿venganza de amante despechada?), sin que fuera instada por nadie a hacerlo. El propio artista ruso, un extraño personaje que ha vivido como okupa en París y tiene varias cuentas pendientes con las justicias rusa y francesa, reconoció que había dado a conocer los vídeos para denunciar la hipocresía de Griveaux y de todos esos líderes políticos que ensalzan los valores familiares y luego los traicionan en su vida privada.
Según el diario Le Monde , los consejeros de Macron y el propio presidente no veían imprescindible que Griveaux retirase su candidatura en París. Creían que podía sobrevivir al escándalo y se ofrecieron a ayudarle. Pero el interesado no quería alargar el calvario de su familia. Griveaux tenía la sospecha de que Pavlenski disponía de material adicional para seguir destruyendo su imagen.
Además del artista ruso y de su compañera, hay una tercera figura en el caso que contribuye a las especulaciones: el abogado de extrema izquierda Juan Branco, de 29 años. Autor de varios libros, enemigo furibundo de Macron y de todo lo que el presidente representa, defensor de los chalecos amarillos , Branco fue candidato frustrado del partido Francia Insumisa en las legislativas del 2017. El letrado, hijo de familia acomodada, trabó amistad con Pavlenski y su novia. Juntos celebraron la última Nochevieja, una fiesta que acabó en una pelea durante la cual Pavlenski, ebrio, atacó con un cuchillo a dos personas. El artista consultó a Branco antes de poner en línea los polémicos vídeos.
La sustituta de Griveaux como portavoz del Gobierno, Sibeth Ndiaye, insinuó ayer que probablemente hay alguien más detrás del caso
La sustituta de Griveaux como portavoz del Gobierno, Sibeth Ndiaye, insinuó ayer que probablemente hay alguien más detrás del caso y que se debe dejar trabajar a los investigadores. Otros miembros del Ejecutivo negaron, por precaución, que haya indicios de una interferencia de los servicios secretos rusos.
Existen razones para pensar que se trata de un ajuste de cuentas personal y de otra performance extrema de Pavlenski. El artista tiene fama de lobo solitario y un largo historial conflictivo a sus espaldas. Pero también están justificadas las sospechas de una mano exterior que movió los hilos de la pareja. Galia Ackerman, traductora de un libro de Pavlenski, que lo conoce bien, cree que ha sido utilizado como “idiota útil”. Según dijo Ackerman a Le Parisien , el escándalo contiene ingredientes similares al clásico kompromat, el chantaje urdido desde siempre por los servicios rusos, basado en acumular material comprometedor de alguien. También Le Figaro percibióla sombra inquietante del kompromat y recordó que los intentos rusos con Francia se remontan a los años sesenta del siglo pasado, cuando un embajador galo en Moscú hubo de volver a París tras caer en una trampa sexual. Hasta la esposa de Georges Pompidou, Claude, fue víctima de un kompromat tramado, esa vez, por el espionaje yugoslavo cuando su marido era primer ministro.